SOCIEDAD › EL MINISTRO DE EDUCACIóN EXPLICA CóMO VA A SER LA NUEVA SECUNDARIA
Alberto Sileoni rechazó la idea de que la exigencia y disciplina en el ciclo medio serán flexibilizadas para favorecer la retención. “No se trata de hacer una mala escuela para los pobres, sino una buena escuela exigente para todos”, dijo.
› Por Soledad Vallejos
“Creemos que la secundaria que hay que construir debe ser exigente. Y también debe tener sanciones. Se ha dicho que va a bajar la exigencia, que se va a poder aprobar el año a pesar de tener muchas materias previas, que no va a haber sanciones, pero nada de eso es cierto”, explicó el ministro de Educación, Alberto Sileoni. La desmentida oficial se desgranó, en diálogo con distintos medios, a lo largo de toda la jornada de ayer, a un día de que el documento acordado por el Consejo Federal de Educación, “Lineamientos políticos y estratégicos de la educación secundaria obligatoria”, generara polémica por el supuesto reblandecimiento que reinaría en la nueva escuela secundaria, que sobreviene tras el fin del Polimodal. El nuevo sistema, declaró Sileoni a Página/12, no sólo será obligatorio y procurará la inclusión, sino que lo hará a partir de un cambio de modelo, puesto que “en la Argentina y en el mundo hay un modelo de secundario que, en un sentido, está agonizando”.
Sileoni regresó de un encuentro de ministros en Francia, que tuvo lugar la semana pasada, con una certeza: la deserción de los estudiantes de la escuela media es una tendencia mundializada. “El ministro francés está declarando la guerra al abandono escolar, que también es un problema en Estados Unidos. En Inglaterra, además, para combatir la deserción están probando con dar una retribución a los alumnos, para que no se vayan, aunque es algo bien distinto a nuestras becas, que son un instrumento de retención”, explica.
–¿Por qué la deserción escolar es un fenómeno extendido inclusive en realidades socioeconómicas tan disímiles?
–Porque el problema es más o menos el mismo en todo el mundo: la organización escolar está pensada para una sociedad distinta, mucho más homogénea. Ahora esa no es la realidad. Y posiblemente sea por eso que ya no funciona igual que antes una organización institucional escolar que ha educado a millones de argentinos. Aquella era una buena escuela, pero no es un modelo a añorar, porque esa misma escuela, en la que muchos nos formamos, atendía a menos de la mitad de los alumnos que debía. Ahora necesitamos otro tipo de escuela, una exigente, pero con otras exigencias porque es otra sociedad. Precisamos una escuela que pueda acompañar a los jóvenes de sectores vulnerables. En Estados Unidos, esa población son los negros y los latinos; en Francia, los inmigrantes. En Argentina, sectores signados por la pobreza, en algunos casos extrema. Entonces, ¿qué educación queremos? Una que profundice en la enseñanza de la lengua, la matemática, el idioma extranjero, materias que estarán en todos los años. Queremos volver al título de bachiller, que era un ordenador social. Estamos dejando atrás el Polimodal, que terminó vaciando de sentido a la escuela. Eso no se hace en dos años, pero estamos empezando con medidas curriculares y otras de corte más material, como la intervención en infraestructura, que el año próximo tendrá lugar en cerca de mil escuelas, además de una mayor cantidad de becas, y equipar bibliotecas escolares, por ejemplo. Una gran pelea que tenemos que dar es impulsar medidas en contra del ausentismo, en especial del ausentismo reiterado, que lleva al abandono. Para eso también tenemos que incorporar a más adultos: habitualmente el profesor da la clase y se va, pero tenemos que pensar en sumar otros adultos que acompañen y sean facilitadores, como podrían serlo los tutores.
–¿La apuesta también sería a lograr que se genere pertenencia, identidad, de manera que los chicos se apropien de la escuela?
–Sí, lograr una mayor pertenencia es importante, pero también nosotros como Estado debemos hacer un acompañamiento que en algún sentido los sectores no pobres han privatizado. Lo digo sin asomo de ironía. Pensemos en qué pasa con un chico de sectores no pobres si no anda bien en una materia: lo mandan a clase de apoyo, a un docente particular para reforzar. Hay, también, una red de contención familiar que suma otros recursos. Es justamente en ese terreno donde queremos discutir técnica y políticamente con sectores que dicen que esta nueva escuela será más fácil, cosa que no es cierto. No queremos que el secundario regale el título, pero tenemos la obligación de lograr que los chicos puedan sentirse más acompañados en las escuelas.
–¿Y en cuanto al sistema disciplinario?
–No vamos a sacar las amonestaciones. Creemos que debe haber normas, pero también que las sanciones deben ser pedagógicas y reparatorias. La manera de decidirlas y aplicarlas dependerá de cada jurisdicción, pero estamos llegando a acuerdos en el Consejo Federal de Educación. Hay otros modos de sancionar. Por ejemplo, si un alumno discrimina a otro hay dos finales: en uno, se lleva 5 amonestaciones y punto; en el otro, se trata de que reconozca su error, se disculpe y aprenda. Si reconoce su error y se compromete a reparar lo que hizo, ¿no crece mejor la sociedad?
–La reforma parecería orientarse a lograr un modelo de escolarización contenedor, en tiempos de malestar y exclusión social.
–Es que se trata de volver a la posibilidad de tener un proyecto. Afuera de la escuela, hoy, no hay proyecto. Aquella vieja sentencia de los padres de “estudiás o trabajás” podía existir porque antes había vida más allá de la escuela. Eso funcionaba, porque si no querías estudiar, trabajabas. Hoy no. Entonces, esto tiene que ver con el delito, las adicciones, con problemas de toda la sociedad. No se trata de hacer una mala escuela para los pobres, sino una buena escuela exigente para todos. Como sociedad, somos la primera generación que se propone universalizar la secundaria.
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