SOCIEDAD › TRAGEDIA POR UN TREN DEL SARMIENTO QUE NO PARO AL LLEGAR A ONCE; HUBO 50 MUERTOS Y 675 HERIDOS
La formación salió de Moreno y llevaba 1200 personas. A las 8.32 venía desacelerando, pero 40 metros antes del final dejó de frenar y chocó con el andén. “No sabemos qué pasó ahí”, dijo Schiavi. Hubo heridos que quedaron atrapados varias horas.
› Por Emilio Ruchansky
La tercera mayor tragedia de la historia de los ferrocarriles argentinos sucedió en hora pico, a la vista de miles de pasajeros y quedó registrada por varias cámaras. Ocurrió ayer a las 8.32, cuando un tren de la línea Sarmiento chocó contra el tope de la estación terminal de Once. Murieron por lo menos 50 personas y 676 resultaron heridas. Según informó el secretario de Transporte de la Nación, la causa habría sido “un desperfecto con los frenos”. El maquinista, agregó Juan Pablo Schiavi, es un hombre joven, que estaba descansado y permanece en terapia intensiva. “A la altura de Caballito se notaba que desaceleraba demasiado antes de llegar a cada estación, como que no podía frenar y el tren iba repleto, vi gente lastimada por el piso, por todos lados”, contó Marcelo, un sobreviviente. Anoche, cientos de personas peregrinaban por los hospitales y las morgues. El gobierno nacional y el porteño declararon dos días de duelo y la Presidenta envió un mensaje de condolencia a los familiares de las víctimas.
“Al momento del choque hubo una pequeña explosión. Fue el sonido que hizo el segundo vagón, que era un furgón, cuando se incrustó por casi siete metros dentro del primero, donde suele viajar más gente para bajarse cerca de la salida”, detalló a este diario el vocero de la Policía Federal, Fernando Sostre, cerca de los molinetes de la Estación Once. En total, la formación llevaba ocho coches y pretendía estacionar en el andén número 2, cercano a la calle Mitre. Viajaban alrededor de 1200 personas.
Schiavi reveló que, de acuerdo con el equipo GPS instalado en el tren, a 10 cuadras de la terminal la velocidad de la formación pasó de 47 a 39 kilómetros por hora; luego, cuando faltaban 300 metros, bajó a 27 y al entrar al andén iba a 26. El último registro muestra que a 40 metros del tope desciende a 20 kilómetros por hora. “Eran velocidades habituales. Ahí está la parte de incógnita y de responsabilidad. No sabemos qué pasó porque el conductor estaba en su lugar de trabajo y el tren no paró”, dijo Schiavi.
Durante la conferencia, el secretario de Transporte informó que el maquinista Antonio Córdoba, de 28 años, tiene “una foja de servicios impecable” y tomó la cabina en Castelar. “Era su primer servicio del día y estaba descansado”, agregó. Córdoba quedó internado en la clínica Fitz Roy y según Omar Maturano, del gremio de maquinistas La Fraternidad, estaba consciente pero muy schokeado: “Nadie pudo hablar con él porque no hablaba”. Los rescatistas tardaron dos horas para sacarlo.
Tras el impacto y luego de que la mayor parte de los pasajeros bajara, las tareas de los bomberos, agentes de Defensa Civil y de la Policía Federal se centraron en el primer vagón, 2149, y el segundo, 2618, donde la mayor parte de las víctimas falleció aplastada. Entre las escenas más desesperantes estuvo la de un joven de remera azul, aprisionado entre cadáveres, que aguardaba ser rescatado mientras tomaba el agua que le alcanzaban los rescatistas. También se veía personas con medio cuerpo fuera, que luego saldrían en camilla, con las piernas fracturadas.
Sobre el cruce de la calle Mitre y la avenida Pueyrredón, el operativo fue creciendo con las horas: había decenas de ambulancias, carros de bomberos, helicópteros que trasladaban a los pacientes más urgentes y un gran despliegue de la Policía Federal y la Metropolitana. “Tuvimos que sacar mucha gente por el techo, usando roldanas y un trípode”, comentó Sostre en el hall de la estación, minutos después de que allí se viviera una situación extrema: un niño que acababa de ser rescatado falleció en la camilla, pese a todos los esfuerzos de los médicos por reanimarlo.
“Las estructuras de los trenes son muy complicadas y rígidas, se complicó mucho moverlas, las personas estaban atrapadas y aprisionadas entre sí. El trabajo de Bomberos fue tremendo y angustiante por algunos momentos”, admitió Daniel Russo, director de Defensa Civil del gobierno porteño. Además de Schiavi y Russo, por la Estación Once pasaron el ministro porteño de Seguridad, Guillermo Montenegro, y el de Salud de la Nación, Juan Manzur, quienes revisaron el operativo conjunto.
Cerca de las escaleras que dan a la calle Mitre, dentro de la estación, se estableció una primera parada para los heridos, que eran divididos por su gravedad, se les colocaba cuello ortopédico en algunos casos y en otros simplemente se los calmaba hasta la derivación. Casi todos los centros de salud porteños recibieron pacientes. La mayor parte fueron derivados a los hospitales Durand (194), Ramos Mejía (50) y Rivadavia (44). También hubo heridos en el Penna, Fernández, Piñero, Argerich, Tornú, Zubizarreta, Alvarez, Santojanni, Vélez Sarsfield y Pirovano.
“Estoy buscando a Sonia Torres. Se subió en Moreno, soy la tía. No responde el celular y tenía que venir a trabajar conmigo, hacemos limpieza en varias casas. Ni siquiera sé cómo estaba vestida, pero tenía la costumbre de viajar adelante”, decía a Página/12 María Elena Rolón, su tía, en la puerta del Hospital Ramos Mejía. La situación se repetía en casi todos los centros de salud. Por los pasillos circulaban “los caranchos”, esos abogados dedicados a comenzar litigios tras accidentes.
Pasado el mediodía, con la situación controlada y decenas de guantes de látex tirados sobre el asfalto, la policía científica comenzó a retirar las cadáveres cerca de la salida de la calle Perón. A 400 metros, sobre la misma calle, se veía un perfil del colectivo 92 arrollado por un tren en un paso a nivel del barrio porteño de Flores, el 13 de septiembre pasado, en el que fallecieron nueve personas.
Entre las víctimas fatales, según informó Schiavi, hay más mujeres que varones y hay mucha gente joven. Gustavo, un sobreviviente, mencionó una hipótesis ante los periodistas apostados en el Hospital Ramos Mejía: “Mucha gente iba a Once a comprar útiles, mochilas y guardapolvos para las clases y ropa para los chicos”. Entre los 50 fallecidos hay un solo menor de edad. De los sobrevivientes que están internados, 50 están graves, con fracturas expuestas y de tórax. A varios debió amputársele alguna extremidad.
Con el panorama más definido, varios dirigentes sindicales plantearon que hay deficiencias del servicio de trenes operados por la empresa TBA. El delegado Rubén “Pollo” Sobrero aseguró que la formación que chocó fue revisada en el taller un día antes. Horacio Caminos, vocero de La Fraternidad, indicó que algunos de esos vagones son de los años ‘60 y denunció la supuesta desinversión de TBA: “Los trabajadores todos los días tienen que poner los trenes en condiciones para poder salir”.
Por el mismo medio, Facundo Moyano, titular de la Juventud Sindical, consideró como “macabro” lo ocurrido y denunció que “la falta de control estatal y la desidia empresaria costó 50 trabajadores muertos”. Ambos pidieron que el gobierno nacional quite la concesión a la empresa. TBA emitió por la tarde un comunicado: “La compañía lamenta el accidente y envía sus condolencias a los familiares de los pasajeros fallecidos y se mantiene muy preocupada por el estado de salud de todas las personas lesionadas”. Los voceros de la empresa evitaron atender llamadas.
“Queremos ver si es un accidente y si fue un accidente queremos ver la responsabilidad, por lo que significa para el sistema ferroviario, donde se ha invertido muchísima plata en los últimos años”, sostuvo Schiavi. Luego insistió en que hay “mucho material” para la investigación que lleva juez Claudio Bonadío: el audio de las comunicaciones entre la cabina y el control, el GPS y las cámaras dentro y fuera del tren, entre otras pruebas. En las morgues continuaban identificando cuerpos.
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