SOCIEDAD › LA BUSQUEDA DE UN CHICO DE VEINTE AÑOS QUE SIGUE DESAPARECIDO DESDE EL ACCIDENTE
Sin dormir, agotada, su madre recorre hospitales y morgues tratando de encontrar a Lucas Menghini Rey, entre versiones falsas. Las hipótesis que pueden explicar su ausencia. La identificación fatal de otros desaparecidos.
› Por Soledad Vallejos
A un día y medio del accidente del tren 3372, casi todas las personas que en la noche del miércoles se hallaban desaparecidas habían sido identificadas en la Morgue Judicial. La excepción fue el joven Lucas Menghini Rey y algunas versiones del boca en boca añadían a la lista de personas por encontrar a Federico Bustamante, de 19, y a Nicolás Elías Villalba. Al cierre de esta edición, la madre de Menghini, María Luján Rey, su hermana Lara y amigos reclamaban por su paradero en la estación de trenes de Once. Durante el día, habían recorrido nuevamente los hospitales, escuchado que no había sido hallado en la nueva revisión de los restos del tren, comprendido que había sido una falsa alarma la versión según la cual su hijo había sido atendido en el hospital Piñero, verificado que no era suyo el cuerpo NN de la Morgue que, todavía entrada la noche, nadie había reclamado. (De ese cuerpo al que nadie parece extrañar trascendió solamente que es de un hombre en sus 60 años.) De Lucas, sintetizó en diálogo con este diario, “nadie sabe nada”.
“No estaba Lucas ahí”, contó su madre a Página/12 al caer la noche, mientras cubría el trayecto entre la Morgue Judicial y la estación de Once. Llevaba “cuarenta horas sin dormir”, pero “sin ninguna novedad” a pesar de haber recorrido nuevamente todo el circuito: los hospitales porteños, la morgue. Temprano en la mañana, bomberos y personal del SAME lo habían buscado nuevamente, sin éxito, entre los restos del tren. Extraoficialmente, fuentes gubernamentales cercanas a esa búsqueda adelantaron que sólo quedan tres hipótesis, a cual más compleja de chequear: o Lucas nunca subió al tren, o subió pero bajó antes de la estación Once, o bajó tras el choque, en estado de shock y se encuentra deambulando sin ser reconocido.
Entre tanto, su madre confía en que se encuentre “confundido, con el nombre cambiado por error, por alguna confusión, que haya aparecido con otro nombre en algún lado”. Durante el día, el subsecretario de Derechos Humanos porteño, Claudio Avruj, le había informado que Lucas, tras ser atendido en la guardia psiquiátrica del Hospital Piñero, se había retirado por su cuenta. El dato resultó ser una falsa alarma, “una confusión”, porque “en el afán de las noticias, de dar algún tipo de información, dieron información errónea”, explicó María Luján por la noche. “Yo entiendo sinceramente, por más mal que esté, por más agotada, yo entiendo, y quiero creer que todo es a causa de buena voluntad y por ahí apresuramiento y falta de cuidado, pero de buen corazón.” Anoche, tras la sentada en el hall de la estación y el reparto de volantes con la foto del joven y los teléfonos donde dar aviso si es visto, María Luján y su hija Lara se retiraban a su casa, en Padua, porque “mañana tenemos que seguir. Indefectiblemente tenemos que seguir”.
El destino de Graciela Beatriz Díaz, Roberto López, Marcela Gómez y Jonathan Báez fue otro: todos fueron hallados tarde en la noche del miércoles, tras más de doce horas de busca, en la morgue. Viviana, que junto con Diego había ayudado a buscar a Graciela Díaz, de 49 años, madre de una amiga, en los hospitales, contó que al caer la tarde “decidimos por nuestra cuenta ir a la morgue, para terminar de descartar”. Allí se encontraron con los dos hijos de la mujer, quienes dieron señas particulares. Tres horas después reconocieron el cuerpo. “Fue tediosa la espera. Es lo que quiero decir: la información la manejaron muy mal”, señaló Viviana a este diario. Graciela “estaba yendo al trabajo. Nunca iba a esa hora, pero ese día tenía que reemplazar a alguien”.
También en la noche del miércoles Roberto López, de 43, fue reconocido en la morgue por su mujer y su hijo Fernando. A Marcela Gómez no la podían hallar, contó Paola, su tía política, “porque había fallecido”. Sólo lo supieron a las doce y media de la noche, en la morgue de Chacarita. Una hora más tarde, en el mismo lugar, Paola reconocía a su hermano Jonathan Báez, de 27. Habían recorrido más de una vez “todos los hospitales, agotamos el último recurso, que era ir ahí. Y estaba. Nunca estuvo en ningún hospital”.
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