SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Enrique Samar *
Carteles, abrazos a las escuelas, manifestaciones, encuentros en plazas... De una y mil formas, padres, docentes y alumnos de las escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires salimos a la calle a defenderlas.
Nos oponemos al cierre de grados en la primaria o en la secundaria. Esta política apunta claramente a destruir la escuela pública y seguir apuntalando la escuela privada.
Vale la pena aclarar qué es una escuela pública y cuál es la diferencia con las escuelas privadas.
Las escuelas públicas de gestión estatal o de gestión privada sólo existen en los papeles o en la imaginación de funcionarios de distintos gobiernos y de algunos dirigentes gremiales. En la realidad hay escuelas públicas y escuelas privadas.
La escuela pública se caracteriza porque es de todos; todos los niños y niñas son aceptados sin hacer ningún tipo de selección ni de diferencias. Los docentes se designan por puntaje, es decir acceden a los cargos por listados o concursos sin discriminaciones de ningún tipo. Se intenta promover la solidaridad, la educación intercultural, la educación sexual integral, la formación en derechos humanos y ciudadanía. La educación pública nos equipara, nos coloca como ciudadanos en un mismo plano, nos enseña que todos tenemos los mismos derechos, nos ayuda a fortalecer la integración y a reconstruir el tejido social.
Las escuelas privadas son las que la Ley 1420 llamaba particulares. El concepto de educación privada es el de una educación para unos pocos, nos segmenta, nos divide en clases, se fomentan el individualismo y la competencia. Las maestras y maestros son designados a dedo. El concepto que subyace es el del paradigma consumista: ser es tener. Para acceder debo pagar y como pago soy un cliente, y cuanto más pago mejor sería el servicio.
Todos nosotros con nuestros impuestos financiamos las escuelas privadas. Las escuelas públicas están perdiendo su característica principal de un espacio democratizador y son cada vez más sólo para los sectores más marginados. Por este camino se profundiza la desigualdad.
En la ciudad de Buenos Aires podemos dar algunos ejemplos de los subsidios que reciben las escuelas privadas. En el año 2008, el Instituto del Sagrado Corazón recibió 1.100.000 pesos, el Colegio Marianista 700.000 pesos, el Colegio Calasanz 760.000 pesos. En el 2010 las escuelas ORT cobraban una cuota mensual de 980 pesos y recibían un subsidio de 458.000 pesos. El Colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con su predio ubicado en Las Cañitas, recibía un aporte mensual de más de 80.000 pesos y cobraba una cuota de 720 pesos el primario y 885 el secundario. Más ejemplos, al Instituto Las Nieves, que cobra 1000 pesos la matrícula, el Estado le paga el 80 por ciento de los sueldos docentes y cargas patronales. El Plácido Marín recibe la totalidad de sus sueldos. El Mogas, con 800 pesos de matrícula para secundaria, se beneficia con un ciento por ciento de subsidios.
El Gobierno de la Ciudad destinará este año 2012 la inmensa suma de 1.332.869.952 pesos a subsidiar las escuelas privadas. Es escandaloso que con la plata de nuestros impuestos se financie a las escuelas privadas.
Y ahora, además, el gobierno macrista en lugar de construir más escuelas públicas, jardines, escuelas primarias y medias en la zona sur, donde más se necesitan, se dedica a cerrar grados y hacinar niños y adolescentes en aulas repletas.
Las fundamentaciones del Gobierno de la Ciudad están adornadas por falsedades y mentiras que el maestro Federico Mercado describió con detalle:
“1a mentira: se enuncia que ‘las políticas educativas (...) son diseñadas con la finalidad de asegurar a la ciudadanía el ejercicio pleno del derecho a la educación’; no existe tal diseño de políticas educativas, cada una de las acciones del ministerio esconde fines económicos (caso pizarras interactivas y netbooks), que no tienen sostén pedagógico alguno, o fines autoritarios (como la prohibición de material pedagógico por ser ‘ideológico’ o la prohibición a los docentes de hablar con los medios de comunicación). Por otra parte, el derecho pleno a la educación es negado al existir condiciones indignas de enseñar y aprender en cientos de escuelas de la ciudad –primarias y medias– que se han comprometido a resolver y nunca resuelven.
“2a mentira: que ‘la integración propiciada contempla una nueva reasignación de espacio físico (...), que posibilitará la apertura de 52 salas de educación inicial’. El problema de la falta de jardines de infantes se viene planteando desde hace años. Lo que se necesita es la construcción de espacios acordes a las necesidades del nivel inicial, no una reasignación de espacio físico. Y por otra parte esas salas de educación inicial, cuando lleguen a primaria, ¿a dónde irán si los grados han sido cerrados?
“3a mentira: que la integración propiciada permitirá el desdoblamiento de cursos con matrícula saturada en los distritos de la zona sur: no se explica cómo fusionar grados en algunas zonas de la ciudad permitirá desdoblar aulas superpobladas en la zona sur. Si se desdoblaran aulas, tales grados nuevos no tendrían lugar donde ubicarse, porque la superpoblación obedece a la falta de nuevas escuelas (en los últimos años se han construido complejos de edificios por todos lados y ni una sola escuela). La solución a la superpoblación es la construcción de escuelas nuevas (no una cada cuatro años).”
Señor Macri: la educación no es un servicio, sino un derecho que el Estado debe garantizar.
Ahora bien, si evitamos el cierre de grados, si logramos que se construyan nuevas escuelas en la zona sur, si obtenemos que el dinero que se destina a subsidiar las instituciones privadas se destine a la educación pública, ¿solucionamos todos los problemas?
No. Por supuesto que no. Debemos modificar la estructura vertical y los rasgos autoritarios que abundan en educación, formando cuerpos colectivos de elaboración, de evaluación y de gobierno. Necesitamos tiempos para la reflexión, para el intercambio y para la capacitación en el marco de la jornada laboral. Hacen falta equipos interdisciplinarios en todas las escuelas públicas. Es necesaria una profunda horizontalización del sistema educativo y valorizar la experiencia de los maestros que están todos los días con la tiza. Es necesario trascender el plano de las declaraciones y los buenos deseos para pasar a la operativización pedagógica del concepto de interculturalidad a fin de impregnar el quehacer cotidiano de las escuelas, abordando de un modo intercultural los contenidos.
Seguiremos defendiendo la escuela pública contra esta política que pretende destruirla. Seguiremos construyendo espacios de alegría, de placer por compartir, por estudiar y aprender, por vivir, espacios donde reinen la poesía, el arte y la solidaridad.
* Director Escuela 23 Distrito Escolar 11. Docente del Encuentro por la Democracia y la Equidad (EDE).
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