SOCIEDAD › EL PROGRAMA CONECTAR IGUALDAD, COMO HERRAMIENTA DE INCLUSIóN, EN ZONAS RURALES DE JUJUY
Son adolescentes de la escuela con orientación agropecuaria de Los Hornillos, en Tilcara. Las netbooks los ayudan a trabajar en la escuela y en sus casas. Los vinculan con el mundo y los estimulan a terminar sus estudios.
Desde Tilcara
Elías se levanta temprano y camina tres kilómetros hasta el río. Todos los días vuelve a su casa, en los cerros de la Quebrada jujeña, con un balde cargado de agua para riego de verduras. Vive con su familia en una finca pequeña donde tampoco llega la electricidad. Semana de por medio, de lunes a viernes, se va en colectivo a la escuela de alternancia donde come, duerme y estudia el cuarto año de la secundaria. En abril, sus docentes le entregaron la netbook del Plan Conectar Igualdad, su primera computadora, que sueña con quedarse cuando termine los estudios. “La batería dura cuatro horas, la cargo antes de irme y me apuro a hacer la tarea”, cuenta durante uno de los recreos. Como él, muchos de sus compañeros –la institución tiene 160 estudiantes– aprovechan la modalidad porque les asegura el plato de comida los días en que no trabajan. La computadora, dicen, los incentiva a recibirse y los abre al mundo.
Acaba de sonar la campana. Desde el kilómetro 1764 de la Ruta Nacional Nº 9 se pueden ver los chicos que salen del edificio amarillo de la Escuela de Alternancia Nº 4, un bachillerato con orientación agropecuaria. Se encuentra en el Paraje Hornillos del departamento de Tilcara, a unos 80 kilómetros de San Salvador de Jujuy, encajada en medio de los colores de la Quebrada de Humahuaca, Patrimonio de la Humanidad. Elías Sajana se sentó al sol con sus amigos. A lo lejos se ven unas gallinas que picotean el suelo y a Luisa Inés, la llama del colegio y último tema de investigación que los alumnos del cuarto año googlearon en sus netbooks.
“Primero la computadora no me gustaba, sentía que iba a meter mano y arruinaría todo, no la entendía”, recuerda uno de los compañeros de curso de Elías, Ezequiel Salas, de 19 años, que vive en el pueblo de Tilcara, ubicado a 5 kilómetros de la escuela. A Franco Velázquez (16) le cuesta utilizarla todavía. Vive a 10 kilómetros de la escuela, en Yacoraite, Huacalera, donde trabaja en una quinta familiar. “Nunca habíamos usado Internet así, en el aula. Está bueno porque usamos la señal satelital para conectarnos y encontramos la información que nos piden sobre la llama o las enfermedades más comunes, pero a veces no sabemos si es falsa y nos vamos igual a la biblioteca. Después podemos hacer presentaciones en power point, usamos el Seman Tool o el Cronos para hacer una línea de tiempo. Yo quiero seguir estudiando cuando termine el colegio y creo que la netbook me podría ayudar.”
“El 90 por ciento de los estudiantes de la Escuela de Alternancia Nº 4 son de familias de escasos recursos, que vienen de parajes rurales, muy alejados en la zona de la Quebrada. Hay chicos de Yavi, a 200 kilómetros de la escuela”, en la frontera con Bolivia, explica Rafael Santillán –nada que ver con El Perro–, que dirige hace siete años la escuela. “A diferencia de un chico de ciudad, la mayoría hizo la primaria en escuelas rurales plurigrados muy chiquitas, donde un docente atiende a 40 chicos de primero a séptimo grado en la misma aula y cuesta nivelarlos. En este tipo de sistemas escolares nos conocemos mucho porque convivimos con el chico y conocemos sus casas, porque vamos a las casas a conocer a las familias. Suelen ser chicos muy callados, tímidos, a los que les cuesta participar. Y las netbooks les abren posibilidades que no soñaban.”
Según Daniel Maidana, administrador de redes de la escuela, sólo el 15 por ciento del alumnado tenía computadora de escritorio. “Antes, los chicos trabajaban en la sala de informática que tenemos hace seis años, pero ahora se trabaja en todas las materias, por lo que los docentes también tuvieron que ser capacitados. La primera capacitación se hizo acá y después se hicieron en forma virtual, según las áreas curriculares. A diferencia de las escuelas tradicionales, los docentes no tienen posibilidad de estar en contacto con los chicos durante la semana porque la conectividad en sus casas es muy baja. La netbook les sirve para todo, a veces los ves en un recreo que están sacándose fotos o filmando, actividades que en otros estratos sociales los chicos podrían hacer con un celular.”
Los chicos regresan al aula. Del salón de cuarto, pizarrón de tiza y espacio para unos veinte alumnos, suena una cumbia. A Ezequiel lo que más le gusta de su netbook es que puede escuchar la música que él quiere. “Cuando hay algún lugar con Internet, descargo cumbia o folklore y después puedo llevarla a mi casa. Antes no podía.” Sentado en la segunda fila de pupitres, pide a Página/12 que le envíe la nota por mail. Se hizo su primera cuenta de correo electrónico hace poco más de un mes, pero no tiene con quién utilizarla, “salvo con los compañeros de banco. Es que no conocemos muchas personas que lo usen”.
El director Santillán constató que el programa “es una herramienta de inclusión muy fuerte”. “El cuarto y quinto año mejoraron. Cuando les explicamos que si terminan quinto la netbook es de ellos, la enseñanza se movilizó mucho. Nueve de cada diez familias no pueden comprarle esa tecnología. Entonces, ellos la cuidan porque es una herramienta de trabajo en casa, en el aula y para el futuro. El problema es que en sus hogares muchos no tienen energía eléctrica; e Internet, menos. Pero confiamos en que con el tiempo esa brecha se vaya acortando. Para nosotros esto ha sido un verdadero cambio porque son pibes muy excluidos, y con su netbook yo los veo contentos. Esa esperanza también es muy importante.” El profesor de Historia entra al aula y Ezequiel apaga la música. La netbook quedó sobre el banco.
Informe: Rocío Magnani.
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