SOCIEDAD › LA ZOMBIE WALK ANDUVO POR BUENOS AIRES
Entre cinco mil y veinte mil, cantidad difícil de determinar porque eran zombies, recorrieron las calles de la ciudad, aterrando a pequeños, adultos y cronistas. Hasta llegar al Obelisco no se detuvieron.
› Por Horacio Cecchi
“A mí haceme como a él, en el cuello, sí, sí, así, pero más abierto y con más sangre. ¿No se puede así y que te chorree toda la ropa?” La piba estira el cuello, sentada en el banco de la Plaza San Martín. El joven saca un bisturí... no, a ver... una polvera, y le empieza a maquillar un horrible desgarro, carnes abiertas. Tiene los ojos amarillos con rayos negros hacia la pupila y no es por hepatitis, bah, se supone que son lentes de contacto, pero no está muy claro. No sé por qué pregunta si se puede manchar la camisa, si está toda estropeada, si los pocos jirones que le quedan chorrean rojo. No es la única, hay otros muy lastimados. Están a la miseria. Me parece que se dieron cuenta de que no soy de ellos, se ve que ni con los anteojos oscuros pude tapar que no tengo ojeras. Me empiezan a olfatear. Es tiempo de ir a recorrer la plaza.
Una fila de unos doscientos de ellos espera a ser atendida en la carpa de Metamorfosis, Academia de Creación Fantástica, dice en el logo. Nati, medio ojo izquierdo salido, la cara sangrando y una cajita tipo alcancía en la mano que estira hacia mí. Doy un paso hacia atrás, aterrado. No sé qué hay adentro, quizás salga un monstruito como vi que le salía a la chica del vestido de novia sangrante y el hacha clavada en la espalda, que caminaba bamboleándose 20 metros antes de la carpa. “¿Querés hacer una donación?”, me pregunta Nati y la verdad que quería decir que sí, pero me dio cosa que por ahí había que pasar adentro de la carpa y me comían el cerebro. Porque era la consigna, se la escuché al líder de esta multitud de zombies que brotaban de la plaza (muchos vi que llegaban efectivamente de bajo tierra, salían como monstruos –bah, se supone que lo son– de las bocas subterráneas de la línea C).
Desde los colectivos miraban azorados, aterrados. Algunos pasajeros quizá con ánimo de denuncia o descripción, sacaban su celular y tomaban imágenes del horror. Horror y olor. A podredumbre. Nati retira la caja, pero dice que hacen una “base, se marcan las ojeras, para dar el efecto cadavérico, pómulos y sangre. Más no se puede porque son muchos”. Metamorfosis tiene como director al organizador de la movida (de tierra), Reynaldo se llama o llamaba. Lleva corona, una remera que dice “Reynaldo Rey del Copo”, en la mano lleva un palo con copos de azúcar, obvio, porque es el rey del copo. El azúcar está un poco pasada: tienen formas de rostros que aúllan y uno se le puso tan viejo que sale una mano. El leitmotiv de Reynaldo y los, no sé, ¿cinco mil?, ¿diez mil?, ¿veinte mil zombies? es comer cerebros. Difícil de saber cuántos son porque la misma tierra de donde unos aparecen se traga a otros. Están los zombies del gobierno de Macri. No, en serio, no es una crítica política, están los muchachos de negro y letras amarillas. Igual, este amarillo parece más pálido, para mí que son más zombies que siempre.
También hay un patrullero de la Federal. Bueno, en fin, Un gordito de azul le pone la gorra a un zombie civil y posan junto al patrullero para la foto que está sacando una punkie con una herida purulenta en la mejilla. Debe haber una epidemia bajo tierra porque están todos con heridas purulentas. Ah, dicen acá que es un virus que ataca. Hay unos chiquitos, uno con la camiseta de River, tiene ojeras oscuras, no está claro si estaba en la marcha o viene de Núñez.
Un padre, con una cuchilla que le atraviesa el cuello, ensangrentado por completo, se bambolea tratando de avanzar con el cochecito de un bebé. El bebé, también zombie, mira aterrado a su padre, pero él da más miedo. La madre lo lleva a upa, pero el brazo que lo sostiene se le va a caer en pedazos si la lepra sigue avanzando. Un asco.
De tanto zombie, hay uno más zombie que todos, vestido de marine. Casco, uniforme de combate, botas, anteojos oscuros, un fusil ametralladora seguramente con visor nocturno, chaleco antibalas. Este zombie está bien caracterizado: no tiene una sola mancha de sangre.
La reunión de terror incluye una suelta de globos por la donación de sangre, organizada por la Asociación Argentina de Hemoterapia e Inmunohematología. Además, bajo el lema “Sea un zombie solidario”, se pide donar un alimento no perecedero para donar a la fundación “Sol Naciente”. Ellos, los zombies, comen cerebros y si están podridos, mejor; pero eso no quiere decir que otros estén obligados.
La marcha empieza, la Zombie Walk Argentina 2012. Empiezo a caminar, me encuentro con los restos de Creatures Factory, los que le abrían el cuello a la zombie de más arriba. Uno de ellos le ofrece un producto rojo a otro. Creo que es algún néctar, algún agua saborizada, jugo de frutilla, de tomate. “¿Qué es?” “Sangre, es comestible”, aclara. No le creo, en fin, puajjjj. Me alejo, creo que el asco me traicionó. Uno se me abalanza pero lo esquivo. Son fáciles. Pero son muchos. Me empiezan a rodear, ugh... arf... ugh... arf... uaaaaaaaa (con tono tipo aullido en la penúltima a), ugh... arf...
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