Lunes, 2 de septiembre de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › MAS DEL 70 POR CIENTO DE LA POBLACION EN ESTADOS UNIDOS SUFRE DE OBESIDAD Y SOBREPESO, AUNQUE LA TENDENCIA SE DETUVO
Es la primera vez que se entró en una meseta en el crecimiento de la población estadounidense enferma de obesidad o excedida en su peso. De todos modos, la tasa de obesidad es muy alta. Reconocen el fracaso de la autorregulación empresarial.
Por Pedro Lipcovich
Por primera vez en la historia, las tasas de obesidad en Estados Unidos –el país industrializado más afectado por el sobrepeso– dejaron de subir. Es poco en realidad, porque todavía no empezaron a bajar y, sobre todo, porque el 70,8 por ciento de la población de ese país sigue excedida de peso. Pero la noticia encendió una lucecita de esperanza y alimentó el debate sobre qué medidas pueden ser efectivas para enfrentar la epidemia. Un informe publicado por dos entidades dedicadas al tema destaca la incidencia del marketing de alimentos no saludables, especialmente dirigido al público infantil y a las clases más humildes, y “viralizado” también en Internet; el informe señala el fracaso de las iniciativas de “autorregulación empresarial” y la necesidad de acción regulatoria desde el Estado. También destaca la importancia de que los restaurantes y cadenas de comida ofrezcan informes nutricionales sobre lo que expenden, y subraya la eficacia de los “quioscos saludables” en escuelas. Pero un especialista (argentino) que dirige el Centro de Obesidad de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, observó que en ese país, “como la salud es totalmente privada, no es posible desarrollar un Programa Nacional contra la Obesidad”. El debate resulta oportuno en la Argentina, donde, desde el Ministerio de Salud, se advierte que las últimas estadísticas –más del 50 por ciento de la población con sobrepeso– señalan una tendencia en aumento.
“Después de tres décadas de incremento, en 2012 las tasas de obesidad en adultos permanecieron estables en todos los estados norteamericanos excepto uno, Arkansas”: así lo indica el informe anual generado por dos entidades: Compromiso por la Salud de Estados Unidos (TFAH son sus siglas en inglés) y la Fundación Robert Wood Johnson. De todos modos, “en cada uno de los estados norteamericanos, la tasa de obesidad supera el 20 por ciento, y en 41 de ellos supera el 25 por ciento. En 1980, ningún estado estaba por encima del 15 por ciento y, en 2000, ninguno por encima del 25 por ciento”. Sumando obesidad y sobrepeso, el 70,8 por ciento de los norteamericanos está excedido.
La industria de alimentos y bebidas gasta casi 2000 millones de dólares por año para vender productos no saludables a niños y adolescentes, según el informe, llamado F as in Fat (“G” como en grasa). El documento puntualiza que “la vasta mayoría de los productos en el mercado son poco saludables”, y recuerda que, en 2006, compañías de alimentos y bebidas crearon la Iniciativa sobre Publicidad a Niños de Alimentos y Bebidas, un programa de autorregulación para limitar el marketing insalubre dirigido a chicos. Pero los resultados no fueron buenos, ya que persistió la “irresponsabilidad corporativa”, especialmente en el “marketing de alimentos basura dirigido a niños”. Este mercadeo, señala el informe, se dirige en especial a los sectores sociales más pobres y vulnerables, mediante “productos diseñados especialmente para ellos, a precios que pueden afrontar, y promovido de manera que utiliza el lenguaje de los chicos, con iconos, imágenes y pautas culturales que los vinculan”. En 2012, “el gasto de la industria en medios digitales, como el marketing online y viral, se incrementó en un 50 por ciento”, y “más del 84 por ciento de los alimentos y bebidas publicitados para los niños no es saludable”.
Pero el informe puntualiza también que “la inefectividad de la autorregulación de la propia industria alimentaria llevó al Congreso a disponer la formación de un Grupo de Trabajo, integrado por distintas agencias gubernamentales, sobre el marketing de alimentos a niños”.
Otro aspecto que las entidades consideran importante es que en los menúes de los restaurantes se brinde información nutricional sobre los platos que ofrecen: sucede que “pocos dan información nutricional accesible a los clientes”. Y “los alimentos consumidos en establecimientos son más altos en grasa y sodio, los consumidores subestiman las calorías y las grasas cuando comen afuera y los chicos, cuando no comen en casa, ingieren casi el doble de calorías”. Por eso, “en los últimos años, algunos estados y comunidades locales han empezado a requerir a las cadenas de establecimientos alimentarios que incluyan información nutricional”, tal como lo recomiendan la Asociación Médica de Estados Unidos (AMA) y la American Heart Association. Y sucede que “la información nutricional en el menú ha estimulado a algunos restaurantes a ofrecer opciones más saludables”. La Asociación Nacional de Restaurantes de Estados Unidos admitió que “la información nutricional en el menú tiene el potencial de mejorar la salud de la nación”.
Pero no es suficiente: TFAH y la Fundación Wood Johnson sostienen que “la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos (FDA, equivalente a la Anmat en Argentina) debería emitir regulaciones sobre información nutricional en los menúes”.
Otro aspecto que el informe considera clave es la acción contra la obesidad en los establecimientos educativos: “Las escuelas deberían efectuar a sus alumnos la medición del índice de masa corporal (IMC) u otros exámenes relacionados con el peso, para contribuir a establecer las tasas de obesidad infantil y evaluar el grado en que los programas de actividad física ayudan a los estudiantes a lograr un peso saludable”. Dado que “las recomendaciones nacionales requieren que niños y adolescentes tengan al menos 60 minutos de actividad física por día”, es necesario “el acceso a instalaciones recreacionales en las escuelas por fuera del horario de clases”.
El informe reconoce avances: “A partir del Acta por Niños Saludables y Sin Hambre, de diciembre de 2010, las comidas en las escuelas incluyen más frutas, vegetales, granos enteros y lácteos bajos en grasas. Los alumnos tienen ahora acceso a agua corriente durante las comidas”, lo cual se considera muy importante para reducir el consumo de bebidas azucaradas. Y “el gobierno federal reembolsa a las escuelas por las comidas que cumplen los nuevos estándares”.
Sin embargo, el 27 de agosto pasado –con posterioridad a la publicación del informe F as in Fat– se dio a conocer que algunos distritos escolares empezaron a retirarse del programa federal de alimentación saludable –que abarca a 31 millones de alumnos–, con el argumento de que los alumnos consumen menos y las cafeterías pierden dinero, pese a la compensación del gobierno federal. Janey Thornton –subsecretaria del Departamento de Alimentos, Nutrición y Servicios al Consumidor de Estados Unidos– explicó que “muchos de esos chicos jamás habían probado o visto las frutas y vegetales que se les ofrecen, y les lleva un tiempo adaptarse y aprender”, y destacó que “la vasta mayoría de las escuelas en el país cumple con éxito los estándares de comida saludable”.
El informe finaliza recordando que, “a medida que crecen las tasas de obesidad, sube exponencialmente el riesgo de desarrollar problemas de salud como diabetes tipo 2, enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular, hipertensión, artritis y cáncer”. Y advierte que “reducir la obesidad disminuirá los costos del sistema de salud, al conducir a menos consultas médicas, menos testeos, menos prescripción de medicamentos, menos días por enfermedad, menos visitas a las guardias de emergencia, menos internaciones”. Es que “los adultos obesos requieren un 42 por ciento más de gastos en salud que las personas con peso normal”, y “las hospitalizaciones de chicos y jóvenes con diagnóstico de obesidad casi se duplicaron entre 1999 y 2005”.
Benjamín Caballero –especialista argentino que dirige el Centro Global de Obesidad Infantil de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos– comentó que “como es la primera vez que, tratándose de obesidad, las tasas no han subido, la gente se entusiasma, pero nadie sabe exactamente a qué se debe: hay muchos programas al mismo tiempo. Intendentes, gobernadores, líderes comunales, directores de escuela, muchos deciden hacer cosas, pero cada uno hace algo diferente: uno elimina la máquina de vender gaseosas, otro hace más actividad física en el recreo, otro promueve que los chicos vayan caminando a la escuela. Es difícil saber qué tuvo efecto o si, como algunos piensan, es sólo que el potencial genético de acumular grasa está llegando a su límite en la población; siempre habrá gente resistente a la obesidad.
–De todos modos parece haber una movilización de la sociedad norteamericana al respecto –observó Página/12.
–Eso es cierto contestó Caballero–. Es que ya el 70 por ciento de la población tiene exceso de peso; suben la diabetes y la hipertensión, todo esto genera miedo y la necesidad de hacer algo. Michelle Obama, la primera dama, ha tomado la obesidad como tema prioritario, y esto es un símbolo mediático que eleva la conciencia sobre el tema. Pero, como acá el sistema de salud es totalmente privado, no hay posibilidad de que el gobierno tome medidas como un programa nacional contra la obesidad: cada ciudad o estado decide hacer algo pero con muy poca coordinación y dependiendo de la presión política en cada lugar.
Caballero advirtió que “la obesidad va en aumento en la mayoría de los países del mundo. Y los siete países donde más aumentó son naciones en transición económica, como China, México, Brasil o Indonesia. Hoy el 70 por ciento de las causas de discapacidad y muerte en el mundo tiene que ver con la obesidad y las enfermedades crónicas vinculadas. Los políticos empiezan a darse cuenta del impacto enorme de esta enfermedad, que, cuando se presenta, continúa durante muchos años”.
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