SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Roberto Samar *
“Instalaron nuevas cámaras de seguridad” es un titular que hemos visto reiteradamente en los últimos años como una forma de generar tranquilidad en una población atemorizada.
Actualmente esas cámaras de seguridad son grandes generadoras de contenidos de nuestra televisión. Ese formato televisivo construye una idea de transparencia. Es lo que pasa, aquí y ahora. Es la realidad que se mete en tu casa como si fuera en vivo y en directo. Los golpes, robos y peleas son contenidos económicos que sirven para mantener la atención en los canales de noticias.
Sin embargo estas cámaras poco aportan en materia de seguridad. En el mejor de los casos, las cámaras de seguridad disuaden el delito callejero en el lugar específico donde se filma. Pero como el delito muta, rápidamente se trasladará a una calle cercana. Lo que no muta tan fácilmente es la estigmatización a un sector social. En ese sentido, la asociación de los jóvenes con la violencia es un lugar común en nuestra agenda informativa.
En ese marco, esta selección de imágenes refuerza la discriminación social y, en consecuencia, un miedo que profundizará la exclusión.
Como el mago que muestra un objeto para ocultar otro, las cámaras nos ponen el foco de atención en cierto delito, el delito común, sin dejarnos ver los problemas de fondo. Como sostiene el magister en Criminología Mariano Gutiérrez, “el robo de un auto no tiene sentido si no hay quien compre lo robado”. Asimismo, “la droga que vende un ‘quiosquero’ en la villa de emergencia no sólo depende de un aparato de criminalidad organizada internacional, sino del ‘permiso’ o sociedad con la policía, y ésta, del permiso o sociedad con ciertos actores de la política barrial, etc. Pero además hay delitos muy graves y muy dañinos, que sí son patrimonio exclusivo de los poderosos: ¿cuántos empresarios son responsables de envenenar para toda su vida a centenares de miles de personas –entre ellos bebés y niños– que viven, por ejemplo, en la vera del Riachuelo?”.
En el contexto actual, equivocando el eje del problema, seguimos financiando cámaras de seguridad como una solución lineal y mágica, las cuales no resolverán la violencias, ni los delitos, sino y sólo por un segundo canalizarán nuestros miedos. Hasta que prendamos la tele y los miedos se vuelvan a reforzar.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de la UNRN.
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