SOCIEDAD
Un científico dice que le robaron el Premio Nobel
Raymond Damadian pagó solicitadas en EE.UU. por 200 mil dólares para protestar por el Nobel de Medicina. Dice que él ideó el invento premiado.
Por Javier del Pino (*)
Desde Washington
La publicidad ocupaba una página entera en The Washington Post y The New York Times. Era, por supuesto, publicidad pagada; semejante privilegio cuesta 80.000 dólares en el diario de la capital y 122.000 en el periódico neoyorquino. El científico Raymond Damadian pagó la factura para poder tener una página para él solo el viernes pasado en los dos diarios más importantes de Estados Unidos. La página, idéntica en los dos periódicos, arrancaba de esta manera: “Un error vergonzoso que debe ser corregido”. Se refería al último premio Nobel de Medicina. El Instituto Karolinska de Estocolmo, en el que está la asamblea que nombra a los premiados con el Nobel de Medicina, acababa de decidir que el galardón de este año en ese campo sería para los doctores Paul Lauterbur y Peter Mansfield por haber inventado el sistema de inspección interna por resonancias magnéticas (MIR), que permite diagnosticar desde enfermedades musculares hasta algunos tipos de cáncer de tamaño minúsculo. Damadian dice que Lauterbur y Mansfield le han robado el premio. Asegura que se quedó duro cuando escuchó que su nombre no se había incluido entre los premiados con el Nobel de medicina porque fue él, según su criterio y el de otros muchos científicos, quien realmente ideó el invento premiado.
El anuncio incluía testimonios de científicos que reconocen la aportación de Damadian, y recordaba también que su trabajo ya mereció la concesión de la Medalla Nacional de Tecnología de Estados Unidos por haber sentado las bases del sistema por el que otras dos personas van a recibir ahora el Nobel. En un país que adora la publicidad, el anuncio concluía en el más puro estilo americano: incluía un cupón recortable para que los lectores indignados pudieran enviarlo a la Academia Sueca para mostrar su solidaridad con el médico injuriado. Así se considera él: insultado, ofendido y ultrajado. “Si yo no hubiera nacido, hoy no existirían los MIR”, dice Damadian en una declaración falta de modestia pero, según la mayoría de la comunidad científica, llena de razón. En sus investigaciones a finales de los años ‘60, descubrió que había una manera de reproducir gráficamente el estado y la condición de los órganos humanos internos mediante una especie de sonar capaz de detectar la salud de las células. Habló en sus primeros trabajos documentados en la revista Science de una “tecnológica de escaneo basada en resonancias nucleares magnéticas”. En marzo de 1973, Damadian patentó su descubrimiento.
Siete meses después, Lauterbur y Mansfield inventaron un sistema de reproducción gráfica basado en los descubrimientos de Damadian. Y fue él quien el 1977 ideó y fabricó la primera máquina capaz de realizar análisis MIR en hospitales y centros médicos. Hasta puso un nombre a la máquina: “The Indomitable” (“La Indomable”), un nombre, si bien algo petulante, muy llamativo a la hora de exponer el aparato en museos. La máquina es ahora propiedad del Museo Nacional Smithsoniano de Historia Americana, cedido a una exposición de Ohio que muestra algunas de las invenciones más importantes del último siglo.
Damadian, por tanto, puede tener razón. Pero la Academia Sueca no admite correcciones porque está más acostumbrada a premiar la paz que a provocar batallas, aunque sea “sólo” entre científicos. Según Hans Jornvall, secretario de la Asamblea Nobel que concede los premios de medicina, el comité mantiene su criterio y el galardón va a quienes tiene que ir. “No es la primera vez que he oído cómo alguien compra publicidad para quejarse. La ciencia es mi vida. Me gustaría que todo culminara felizmente, pero esta situación claramente no es feliz”, dice Jornvall con lógica científica. “Lo han hecho conscientes de la maldad que cometían”, dice Damadian en las múltiples entrevistas que ha concedido en los últimos días. “Tenían sitio de sobra para premiar a tres personas pero fueron expresamente a excluirme”, asegura el científico, que posiblemente no hapagado de su bolsillo el precio de la publicidad sino con los fondos la empresa que dirige, Fonar Corporation, una valiosa multinacional de la industria médica.
Obviamente Damadian es consciente de que en medicina, como en todo, los premios son dinero, no por los 1,3 millón de dólares que Lauterbur y Mansfield recogerán el 10 de diciembre sino por la prosperidad que disfrutarán sus negocios médicos con semejante reconocimiento. Damadian entiende que tiene pocas posibilidades de que el “error” se corrija pero insiste en que tenía que expresar su furia “porque la gente tiene que saber que la institución de los premios Nobel funciona por encima de la ley y no rinde cuentas a nadie. No se les debería permitir actuar como árbitros de la historia científica”.
(*) De El País, especial para Página/12.