Jue 06.11.2003

SOCIEDAD

El milagro del agua en el desierto y otros nueve proyectos solidarios

El presidente Kirchner entregó los premios del concurso Escuelas Solidarias, organizado por el Ministerio de Educación, a diez proyectos de todo el país. Página/12 recogió la experiencia de un grupo de alumnos mendocinos que recuperó el agua para su comunidad.

“Recuperar el agua para no perder la identidad.” Fue la premisa que guió a un grupo de alumnos de origen huarpe, una etnia originaria de Cuyo, a construir un acueducto con el propósito de transformar la realidad de su comunidad, San Miguel, en el norte de la provincia de Mendoza. Esta iniciativa resultó premiada junto con otros nueve proyectos en el marco del concurso Escuelas Solidarias 2003, organizado por el Ministerio de Educación de la Nación, en el que participaron 5500 estudiantes de todo el país. La entrega de diplomas se realizó en el auditorio de la Universidad Católica Argentina y estuvo a cargo del presidente Néstor Kirchner, quien destacó que “todos los trabajos presentados marcan el deseo de profundizar en la Argentina una nueva cultura solidaria”.
Rubén Sosa y Silvia Antequera, un matrimonio de docentes de la ciudad de Mendoza, decidieron, en 1992, presentarse a concursar para una beca ofrecida por gobierno provincial a los maestros que quisieran trabajar en escuelas rurales. Les tocó instalarse en el paraje de San Miguel, habitado por miembros de la etnia huarpe, en el departamento de Lavalle, cerca del límite con San Juan. Se encontraron allí con una escuela que no tenía agua ni electricidad y que poseía una matrícula de no más de veinte alumnos. “Nos mandaron a un lugar donde nadie quería ir. Pero no nos desanimamos y nos propusimos gestar un cambio, no sabíamos cuál, pero teníamos muchas ganas de enseñar y de aprender con los chicos de la zona”, señaló Silvia.
Durante los primeros años, lograron ampliar la cantidad de estudiantes del colegio, que actualmente tiene más de 130 alumnos, y construyeron, además de un comedor, un albergue, donde viven de lunes a viernes los chicos que deben recorrer grandes distancias para asistir a clases.
Hace tres años, como parte de una clase de lengua, un grupo de chicos presentó una biografía de la persona con más edad de San Miguel, Máxima Díaz. La anciana evocó en su relato cómo era la vida del pueblo cuando había agua. Recordó que por entonces los huarpes podían sembrar trigo, cebada y maíz, algo que resultaba imposible en el presente de ese desértico paraje: a principios del siglo XX, el agua que bajaba de las montañas fue trasladada hacia la capital y el área de San Rafael, la zona donde se encuentran los viñedos que proveen a las afamadas bodegas mendocinas. En cuestión de décadas, el departamento de Lavalle se fue convirtiendo en un desierto. “La mayoría de los chicos no podía creer la historia que contaba doña Máxima. Nunca habían visto un campo sembrado. Todos son hijos de pastores de cabras. Y pensar que sus antepasados trabajaban la tierra mucho antes de que llegaran los españoles. Esa biografía sirvió como disparador. Los chicos querían recuperar el agua para trabajar la tierra, necesitaban volver a sus raíces”, reseñó Rubén.
El matrimonio decidió, junto con los alumnos, diseñar un proyecto para construir un acueducto. La Asociación de Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales les otorgó un subsidio de mil quinientos pesos. Compraron caños de PVC y una electrobomba y cavaron una acequia de dos kilómetros, entre una laguna y el paraje. “Cuando el agua empezó a caer en el piletón que diseñamos para contenerla, la gente no lo podía creer. La mayoría lloraba de alegría. Nunca habíamos visto salir agua de una canilla. Siempre la habíamos juntado en tachos y caminábamos desde la laguna hasta el pueblo”, remarcó Duilio Díaz, un alumno de 13 años, que viajó por primera vez a Buenos Aires para recibir el premio. “Ahora pensamos llevar agua hasta otras comunidades vecinas y construir viviendas de adobe para reemplazar a las casas ranchos”, adelantó Sosa. La escuela ya cuenta con una huerta comunitaria donde los chicos adquieren, de a poco, los saberes propios de la agricultura. “Quiero cultivar la tierra como lo hacían mis abuelos. Quiero ser un huarpe”, puntualizó Duilio.
Producción: Leonardo Castillo.

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