SOCIEDAD
› LA CASONA DEL ESCRITOR, EN RIESGO DE DEMOLICION
Mansilla, contra las torres
Vecinos y asociaciones de Belgrano quieren preservar la casa que perteneció a Lucio V. Mansilla, construida en 1892. Fue sede de una escuela y ahora quieren construir un complejo de torres.
Emblema de la Generación del ‘80, sobrino de Juan Manuel de Rosas, combatiente en las batallas de Cepeda, Pavón y en la Guerra del Paraguay y, por si fuera poco, uno de los grandes escritores argentinos del siglo XIX: el fantasma de Lucio V. Mansilla vuelve al presente de la mano de un grupo de vecinos del barrio de Belgrano, que se resisten a que la que fue su casona, construida en 1892 y declarada Monumento Histórico Nacional, continúe abandonada y bajo el riesgo de ser demolida. “Hace años que nadie se hace cargo de esta casona, que iba a convertirse en un complejo de torres. Queremos que el Gobierno sea consecuente con su política cultural y la rescate para la comunidad”, dijo Juan Molina y Vedia, profesor consulto de la Facultad de Arquitectura de la UBA y uno de los vecinos que intenta que la casa, una de las únicas construcciones neoclásicas del barrio, no termine en escombros.
En el casco fundacional de Belgrano, sobre la calle Golfarini, entre Olazábal y Blanco Encalada, se ve una casona con paredes agrietadas, vitraux rotos, rejas oxidadas y graffitis con distintos colores ya desteñidos: imágenes del olvido de lo que hace 110 años fue el palacio soñado de Lucio V. Mansilla; desde 1915 hasta 1982 fue sede de la Escuela Normal Nº 10.
“La casona de Mansilla es un fenómeno concreto de la Argentina: el delirio de la época de la Generación del ‘80, la fantasía del palacio y al mismo tiempo la crisis del ‘90, que hace que esa cultura de fachada y espectacularidad se fuera al demonio”, contó a Página/12 el escritor David Viñas, autor de Literatura argentina y realidad política e investigador de la obra de Mansilla, “un antihéroe, un príncipe dejado de lado que siempre fue políticamente incorrecto”, según lo definió.
Mansilla construyó la casona entre 1880 y 1892. “No quedan edificios de esta índole en Buenos Aires. Es un estilo neoclásico en una versión simple, noble y bien hecha que tiene la marca italiana del Renacimiento. Es una arquitectura palladiana (por el arquitecto italiano Andrea Palladio del siglo XVI) con planos simétricos y distintas fachadas”, explicó Molina y Vedia, profesor durante 40 años de Historia de la Arquitectura en la UBA y bisnieto de Egidio Bastianini, el arquitecto que construyó el Palacio de las Aguas, el edificio de Obras Sanitarias, sobre Córdoba y Ayacucho.
A los 61 años, Mansilla se mudó a la casona de Belgrano, pero sólo vivió allí durante tres meses: ya se había agotado la primera edición de Una excursión a los indios ranqueles, había sido embajador plenipotenciario en Europa y enviado militar en Italia, Suiza y Francia; a su vuelta a la Argentina fue promovido general de brigada y luego ocupó una banca en el Congreso nacional. Sin embargo, la crisis económica de 1890 lo dejó en bancarrota y debió rematar sus bienes, entre ellos la casona.
“Su vida es una novela de grandeza y decadencia; hasta el año de su muerte, en 1913, estuvo pagando el embargo. La correspondencia lo muestra acosado por las deudas y muy deprimido. El remate de la casona fue publicado en los diarios La Nación y La Tribuna, y todas las mujeres de la oligarquía fueron a chusmear. Fue una tragedia para Mansilla”, explicó Viñas.
A 90 años de su muerte, los vecinos de Belgrano intentan que la casona sea rescatada del abandono. En el 2001, la Comisión de Defensa de la casona de Mansilla –integrada por ex alumnos y docentes de la Escuela Normal– pidió al gobierno porteño que expropie el edificio y lo convierta en un centro cultural. El año pasado, otro grupo de vecinos –que formaban parte de una asamblea barrial– intentó crear allí un comedor y “recuperar el predio abandonado para usarlo con fines sociales, culturales y recreativos”.
La familia Panelo, propietaria de la casona, intentó venderla para que en el terreno se construyera un complejo de torres, pero la operación se interrumpió cuando el Estado declaró al edificio como Monumento Histórico Nacional, lo que motivó una presentación ante la Justicia. “Los Panelo piden una expropiación inversa, es decir, que el Estado expropie la casona y los indemnice, ya que no pueden vender la casa ni demolerla”, contó una fuente que sigue de cerca el caso.
La causa está radicada en el Juzgado Nº 3 en lo Contencioso y Administrativo de la Capital a cargo de la jueza Claudia Rodríguez Vidal, quien aún no decidió sobre la expropiación, pero dispuso una medida cautelar en la que obliga al Estado –a través de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares históricos, dependiente de la Secretaría de Cultura– a que se haga cargo de la conservación de la casona.
“La Comisión no tiene fondos propios, tiene que ser el Ejecutivo el que invierta los recursos”, señaló uno de los arquitectos que integran la comisión. “¿Para qué sirve que haya sido declarado Monumento Histórico Nacional si no puede ser preservado? Los vecinos deben exigirle al Estado que cumpla con sus funciones porque la causa judicial va a demorar mucho tiempo”, replicó la fuente.
Por otro lado, la directora de General de Patrimonio del gobierno porteño, Nani Arias, dijo a este diario que el año pasado se presentó un proyecto para que la Legislatura porteña convierta la casona en un centro cultural y que esa zona de Belgrano sea declarada Area de Protección Histórica. Sin embargo, no informó sobre los avances de los proyectos.
“Recuperar la casona es una expresión de deseos patriótica. Es una forma no de santificar a Mansilla sino de recuperar su casa y crear un espacio público y gratuito para la comunidad. El gobierno porteño debe hacerse cargo”, reclamó Viñas. “La destrucción de la quinta de los Anchorena, en Vicente López (ocurrida semanas atrás), muestra que si las autoridades se duermen, las cosas salen mal. Vale la pena dedicar un esfuerzo para sacar esto adelante”, concluyó Molina y Vedia.
Producción: Gabriel Entin.
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