Mar 13.10.2015

SOCIEDAD  › OPINIóN

Riesgos que no se ven

› Por Mariana Carbajal

No fue casualidad. El mismo fin de semana que unas 60 mil mujeres se unían en Mar del Plata, llegadas de los más diversos lugares del país, para decir “basta” a las distintas formas de violencia machista, se registraron tres femicidios, su expresión más extrema. Dos de ellos en la misma ciudad balnearia que hizo de anfitriona del XXX ENM. Los principales sospechosos, ya detenidos, son parejas o ex parejas de las víctimas. Tres femicidios en el fin de semana. Pero no en cualquier fin de semana. Justo en este. Como un mensaje disciplinador para aquellas, todas, nosotras, que nos rebelamos a los mandatos patriarcales, que no queremos seguir estando subordinadas a los hombres en la sociedad, que pretendemos una sociedad con igualdad de oportunidades para unas, otros y otres.

Las víctimas

Julieta Mena, de 23 años, murió en la madrugada del domingo como consecuencia de los golpes de puño y las patadas que recibió en distintas partes del cuerpo. Según la autopsia, ese ataque feroz le provocó el estallido del hígado y los riñones. Estaba en el baño de la casa que compartía con su novio, Marcos Andrés Mansilla, de 33 años, en Ramos Mejía. Mansilla fue detenido. Claudia Sposetti, de 47 años, fue encontrada degollada el sábado a la tarde, sentada en el lugar del acompañante de su propio auto, a un costado de la ruta 11, en la zona de Los Acantilados, al sur de Mar del Pata. Rosario del Carmen Salinas fue asesinada también el sábado de 11 cuchilladas. Tenía 38 años.

Los riesgos

En el caso de Rosario del Carmen Salinas, la fiscal que interviene en la causa, Andrea Gómez, admitió que el presunto femicida tenía una restricción judicial para acercarse a su ex esposa porque había protagonizado en varias ocasiones maltratos y situaciones de violencia. Pero esa orden no alcanzó. No es la primera vez que una víctima de femicidio es atacada ferozmente por su pareja o ex pareja, con esa orden en la cartera. Es hora de discutir seriamente de qué otras formas se pueden/deben proteger a las mujeres que denuncian violencia machista. Ya hay sobradas evidencias-cuerpos inertes de mujeres de que “ese papelito” que ellas llevan como escudo protector no es más que eso: un papelito.

La naturalización

Desconsolada, la mamá de Julieta Mena contó ayer a la mañana a la prensa que no conocía antecedentes de violencia de parte del novio hacia su hija, que no había habido golpes, ni denuncias previas. Pero a continuación describió las siguientes características de Mansilla: “Era muy celoso, celoso de nada. Julieta llegaba un minuto después y era un escándalo. Era insoportable. No sé en qué momento lo iba a estar engañando. Al contrario, era todo para él. No supo valorar lo que lo amaba mi hija. Había peleas todo el tiempo. Hubo algún zamarreo. Y el temor era que fuera peor, y lo peor ya pasó”, se lamentó la mujer.

Como le pasa a la mama de Julieta Mena y tal vez le ocurrió a la joven, distintas manifestaciones de la violencia machista están tan naturalizadas en nuestra sociedad, que no son percibidas como tales, ni siquiera por la propia víctima. Y el riesgo se soslaya. Les pasa a otras mujeres, tantas. Por eso es fundamental que persistan las campañas en los medios masivos de comunicación de concientización sobre las expresiones más sutiles de la violencia de género y se trabaje en la prevención de los noviazgos violentos en las escuelas, desarmando también estereotipos, como parte de la educación sexual integral. Una encuesta realizada por el Ministerio de Educación de la Nación –que se presentó oficialmente hace pocos días– encontró que las temáticas de género todavía son de las más resistidas por docentes para abordarlas en sus clases como parte de la ESI: violencia, abuso sexual, diversidad.

La sordera judicial

A veces –y es más grave aún– el nivel de riesgo al que está expuesta una mujer en una relación de pareja violenta, lo ignoran los propios operadores de la justicia, que las deben proteger. Hay un caso paradigmático sobre el cual se pronunció en los últimos días la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal y que merece difundirse. El tribunal –integrado por los jueces Alejandro Slokar, Angela Ledesma y Pedro David– confirmó el 6 de octubre la condena a 10 años de prisión de E.A.R., un hombre que intentó matar a su esposa de un puntazo en la ciudad de Buenos Aires. En el voto de Slokar se menciona especialmente el historial de violencia, el trato burocrático de la denuncia previa, la falta de respuestas institucionales y las obligaciones de los pactos de derechos humanos relacionados con el deber de prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer. La víctima había concurrido tres meses antes de la agresión –que casi la mata– a la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema: ese día, el 16 de febrero de 2010, solicitó una prohibición de acercamiento. Tras escucharla, personal de la OVD evaluó que la mujer se encontraba en “riesgo alto”. El “expediente papel” que se sustanció por el delito de amenazas quedó radicado ante el Juzgado Correccional 9 de la ciudad de Buenos Aires, que decretó su incompetencia en razón de la materia a favor del Juzgado en lo Criminal de Instrucción 29. Este último, a su vez dictó el sobreseimiento del cónyuge el 26 de abril de 2010. Es decir, el agresor fue sobreseído en tiempo record. Menos de un mes después, el 15 de mayo de 2010, el marido intentaba matar a la mujer en la vía pública, con un cuchillo. Paradójicamente, la medida restrictiva fue dictada 17 meses después de la solicitud, cuando la tentativa de homicidio ya había tenido lugar.

En el fallo se destaca que una buena estrategia de prevención debe mitigar los factores de riesgo y consolidar las instituciones que pueden suministrar una respuesta efectiva. En su voto, el juez Slokar advierte sobre la inacción judicial en ese terreno: “Es indiscutible que –no pocas veces– cuando se persigue la violencia de género se termina discriminando aún más y no se protege lo suficiente (o directamente, se desprotege) a las víctimas, mientras lo indispensable en estas hipótesis es identificar los factores de riesgo y dar una respuesta estatal efectiva e inmediata ante ellos”.

La complejidad

El primer paso para enfrentar con seriedad el problema de la violencia hacia las mujeres –si realmente hay voluntad política– es entender su complejidad. Y trabajar con respuestas integrales. Los refugios para víctimas –la respuesta que, percibo, más les gusta dar a los funcionarios y/o candidatos, como si con ese dispositivo se solucionase el problema, sin ver que son ellas las que quedan encerradas y ellos, en libertad–, debería ser solo una de las respuestas. Las demandas del colectivo #Niunamenos resumen las medidas que marcan una senda necesaria.

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