SOCIEDAD › UNA RECORRIDA POR RECOLETA
“Parece un chiste, llamamos al Gobierno de la Ciudad y mandaron a Defensa Civil con un equipo electrógeno que todavía están intentando hacer funcionar”, dice a Página/12 Jorge, encargado de un edificio en avenida Las Heras al 1900, en una de las manzanas más afectadas por el corte de suministro eléctrico. El parecido con un chiste no le causa gracia a ninguno de los vecinos de Recoleta y Palermo, que desde el martes están sin electricidad y, como consecuencia, sin agua. Ayer fue el tercer día de corte de luz en Barrio Norte y Recoleta, luego de que el martes una máquina tunelera de la empresa Ibercom –subcontratada por Telmex, a su vez contratada por el gobierno porteño–, dañó dos cables de alta tensión. Si bien el 80 por ciento de los afectados ya recuperó el suministro eléctrico, todavía son entre 17 mil y 22 mil los vecinos que carecen de energía eléctrica y por lo tanto de agua, ascensores y demás.
Llevar y traer baldes de agua, improvisar cableados para tener un mínimo de electricidad y visitar vecinos mayores que viven solos y no pueden bajar las escaleras. Estas son algunas de las tareas que Jorge debe organizar en su edificio. Un móvil de Defensa Civil estacionado sobre avenida Las Heras, se acercó a asistir a un vecino insulinodependiente y llevó un grupo electrógeno para activar las bombas y que de ese modo el agua llegue hasta los últimos pisos. “Los encargados hacemos lo que podemos, pero nos organizamos solos. Recién hoy, después de que se acercaron muchos medios mandaron camionetas con un generador que, bueno, no es de gran ayuda hasta que no lo puedan prender”, agrega Jorge, rodeado de vecinos expectantes por el equipo generador de electricidad.
En la zona de Facultad de Medicina los carteles en las puertas de los locales se repiten: “Cerramos, no tenemos luz”. Para los comercios de ese barrio el perjuicio se extendió, ya que algunos de ellos tuvieron electricidad por la tarde pero con la facultad y los consultorios del barrio cerrados, no pudieron reanudar el trabajo. “Para nosotros fue una pérdida grande, hubo que tirar mercadería y se perdieron tres días de trabajo”, sostiene Héctor, dueño de un kiosco ubicado en la calle Uriburu, que –calcula– perdió 20 mil pesos entre mercadería que hubo que tirar y tiempo sin poder trabajar.
En medio de la oscuridad que avanzaba, un supermercado chino ilumina la cuadra de Ayacucho entre Las Heras y Vicente López. En la vereda zumba el aparato que alimenta los tubos fluorescentes, las heladeras y los freezers. Adentro, los vecinos se abastecen de todo lo que necesita la cadena de frío que se rompió en sus casas y la pareja dueña del local se muestra contenta por la última adquisición en la que invirtió el comercio. “El martes se cortó la luz. Después de tirar todos los helados decidimos comprar estos equipos. Ya nos quedan para futuros cortes”, sostiene Mario a Página/12.
La vuelta a casa después del trabajo se dio en un ambiente complicado por la combinación de hora pico y semáforos fuera de servicio (alrededor de las 7 de la tarde, 70 de ellos seguían sin funcionar). En las veredas, los encargados conversan con vecinos, los vecinos se quejan con otros vecinos y los autos, que no pueden organizarse en las esquinas y se desesperan por pasar, no dejan de tocar bocina. Con paciencia provinciana, Federico, a cargo de un edificio que tuvo luz “un par de horas y volvió a irse” le cuenta a este diario que lo peor del corte es el malhumor de la gente: “Los que se fueron no pueden ayudar a asistir a los vecinos, y los que se quedaron están molestos por no haber podido irse. Yo tengo más ganas de irme que ninguno”.
Informe: Paz Azcárate.
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