SOCIEDAD › ARGENTINA ES EL PAIS CON MAYOR PROPORCION DE MUJERES ASTRONOMAS EN TODO EL MUNDO
Un asteroide lleva su nombre, es referente internacional del campo, dirige un instituto de astrofísica. Gloria Dubner explica por qué en ningún otro país del mundo hay tantas mujeres en astronomía como en Argentina y cómo hizo una científica de elite para conciliar vida personal y laboral cuando nadie hablaba de eso.
› Por Mariana Carbajal
De niña, se maravillaba con el cielo estrellado de su pueblo entrerriano, Chajarí, y podía pasar horas observándolo durante el verano junto a su padre y sus hermanos. Años más tarde, cuando buscaba tema de tesis y se venía otra noche, Gloria Dubner encontró en la astrofísica y en el Observatorio Astronómico de La Plata, un “refugio” para aislarse del contexto represivo que imperaba en la década del setenta. Era otra oscuridad la que la rodeaba. Así inició el camino a su gran pasión: la astronomía. Hoy, Dubner es investigadora del Conicet y dirige el Instituto de Astronomía y Física del Espacio, con sede en Ciudad Universitaria, y es parte de un fenómeno que distingue al país en esta rama de la ciencia: Argentina tiene la mayor proporción de astrónomas del mundo. Según las estadísticas de la Unión Astronómica Internacional, en la última década, en el total de profesionales dedicados al rubro, pasó de 35 a 42 por ciento, muchísimo más que en países desarrollados como Alemania y Japón, que tienen porcentajes muy bajos de mujeres –12 y 7 por ciento, respectivamente– en un número total importante de astrónomos, detalló Dubner.
Suena extraño, pero un asteroide lleva su nombre, una distinción que le otorgó la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) en reconocimiento a sus aportes en la investigación de Supernovas, su tema de estudio. Dubner es una de las dos astrónomas argentinas que han recibido ese galardón. En esta entrevista de Página/12, esta destacada científica explicó sus hipótesis sobre el llamativo porcentaje de astrónomas en el país, y contó cómo pudo conciliar la maternidad –tiene tres hijos– y el matrimonio –tiene marido– y su intensa vida laboral, en un contexto poco amigable a la presencia femenina, como lo era el astronómico hace cuatro décadas, cuando ella iniciaba su carrera. Entre otras anécdotas, recuerda que la primera vez que fue al Observatorio de Cerro Tololo, en Chile, en 1982, no había baño para mujeres en el sector del telescopio de mayor dimensión.
Su bunker está en Ciudad Universitaria. Pero a lo largo de su fructífera carrera ha viajado mucho para ver los confines del universo a través de telescopios de la India, Estados Unidos, Canadá, entre otros países. Dubner revisa las últimas estadísticas de la Asociación Argentina de Astronomía (AAA) que reúne a la mayoría de la gente activa en investigación en astronomía y astrofísica en el país. Son datos de marzo de 2015: de un total de 220 profesionales con doctorado completo, el 40 por ciento son mujeres (89); de los 112 estudiantes de doctorado (ya licenciados en física, astronomía o ciencias afines), el 46 por ciento son mujeres (52). Si se toman los registros de la IAU –para formar parte se requiere tener doctorado–, hay 46 por ciento de mujeres sobre un total de 145 miembros argentinos. La de la IAU es la única base de datos mundial. En ese ranking, Argentina figura como el país con mayor proporción de astrónomas.
–¿Sorprende en otros lugares del mundo esta particularidad?
–Donde el porcentaje es bajo no creo siquiera que se lo pregunten. Está como naturalizado que así funciona ese ambiente... –responde Dubner.
Cuenta que su doctorado se demoró porque no había profesores, ni se dictaban las materias de posgrado. Era la década del 70, y las universidades habían sido diezmadas por los militares. Su tesis y su doctorado los hizo ya casada y con una hija. “Mi segundo bebé nació unas horas después de defender mi tesis”, apunta. “Tuve que pedir una silla porque el jurado, que eran todos hombres, me tuvo una hora de pie y tenía las piernas tan hinchadas que ya no podía más y tuve que decirles: ‘por favor, me dejan sentarme’. Volví de la Universidad manejando desde La Plata a Buenos Aires y unas horas después nació mi bebé. Tuve una tesis de 3 kilos y medio y un bebé sobresaliente”, dice y se ríe. Embarazada de su tercer bebé, Dubner se presentó a un concurso para convertirse en profesora. Era diciembre y las clases empezarían en marzo. Otra vez el jurado eran todos hombres. El interrogatorio fue más o menos así, recuerda:
–¿De cuántos meses está?
–De seis meses.
–Entonces, cuando empiecen las clases va a estar de licencia.
–Sí, va a nacer mi bebé, pero ahí no se termina mi carrera –dijo ella. Y ganó el concurso. “Son preguntas que, claro, no les hacen a los varones”, dice Dubner a este diario.
Para la directora del IAFE, la presencia de mujeres casi desde el inicio del desarrollo de la Astronomía en la Argentina puede ser una de las claves para entender la diferencia en relación a otros países. “Ha habido modelos femeninos fuertes en la astronomía argentina desde bastante tiempo atrás y eso ayuda a atraer otras mujeres. Alguien muestra que es factible ese camino. Luego, al haber mujeres en puestos de decisión –como comisiones asesoras para becas, cargos, subsidios, etc.–, todos se cuidan más de no hacer discriminación visible. En Alemania y Japón, por ejemplo, me imagino que los ambientes dominados por hombres aparecen en varios aspectos de la vida y no sólo en la profesión de astrónomos”, analiza Dubner. “La producción de una mujer no es regular. Cada vez que tiene un hijo o un evento familiar que la demanda –a veces es una enfermedad de los padres– siempre la que está ahí es la mujer, hay una caída en la producción. Cuando, pasados unos meses, retoma, es notable el repunte. Un hombre tiene una curva bastante normal de producción. Una mujer, en cambio, una vez que los hijos llegaron a la edad escolar, es impresionante su producción, porque una desarrolla una capacidad de multitasking, multitareas. Se atiende todo con naturalidad y hay menos distracción. El tiempo que se está en la oficina o en el observatorio es de concentración profunda, a lo mejor menos horas”, describió.
Históricamente, la carrera de astronomía se estudió en las universidades nacionales de La Plata y Córdoba. Más recientemente, a mediados de los 90, se sumó la de San Juan. También se puede ser licenciado en Física de cualquier universidad y hacer el doctorado en astrofísica, como hizo Dubner. ¿Cómo es la vida de una astrónoma? Depende, aclara Dubner, de si su área de investigación es observacional o teórica. Las “teóricas” trabajan en oficina principalmente: estudio, cálculo, computación, más estudio, y luego comunicar los resultados en congresos y a través de la publicación de artículos. Las “observacionales”, estudio, cálculo, observaciones con telescopios en la Tierra o en el espacio, más cálculos y comunicación de los resultados. “Suena más entretenida la vida de las observacionales. Yo particularmente soy de este último grupo, así que en mi vida recorrí bastante del mundo yendo a los telescopios que necesitaba para mis investigaciones. Ahora se hacen muchas observaciones remotas o los telescopios son tan complejos que el astrónomo no pone mano, lo hacen los asistentes y después te mandan los datos, o los datos de telescopios espaciales que también te los mandan. Así que se puede trabajar desde el escritorio y sólo se viaja para los congresos o encuentros con otros especialistas”, dice la astrónoma. Tanto las teóricas como las observacionales pueden sumar a su trabajo, la docencia.
A lo largo de su extensa carrera, Dubner vivió distintas situaciones donde se pone en evidencia la discriminación por su condición de mujer. Por ejemplo, durante la primera vez que fue a un radiotelescopio en West Virginia en Estados Unidos, parte del National Radio Astronomy Observatory. “Iba a utilizarlo para un proyecto mío, que yo había concursado y ganado el tiempo de uso del telescopio. Fui con un colega varón que me secundaba en el proyecto. Antes de iniciar las observaciones nos reunimos con un asistente que nos tenía que enseñar a usarlo y darnos un breve entrenamiento. Este chico sólo miraba a mi colega hombre, aunque él le decía que la investigadora a cargo y la que tomaba las decisiones, era yo, no me miró ni se dirigió a mí ni una vez. ¡Hasta me tapaba los tableros dándome la espalda! Mi colega, una persona muy amplia, se puso nervioso por esa discriminación obvia. Le dije que no se preocupe, que lo importante era que entendamos rápido como hacer bien el trabajo, que desde la segunda fila yo también podía aprender; al final lo que importaba era que salgan bien las observaciones, y salieron tan bien que la principal publicación astronómica de EE.UU. la destacó en la tapa cuando salió el paper con los resultados.”
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