› Por Marta Alanís *
Fue admirada como líder, como hacedora de cambios, como impulsora de luchas, como brillante oradora que persuadía a las mismas piedras, pero fue amada por su familia, por sus amigxs y por tanta gente que la amaba porque a pesar de tanto sufrimiento nunca fue una persona resentida. Compartí con ella momentos felices y otros, donde la discriminación feroz a su condición travesti tanto de machos como de feministas pretendía expulsarla de espacios de mujeres y yo ponía mi cuerpo disimuladamente y mi presencia a su lado, como un escudo. Eso pasó en el Encuentro Nacional de Mujeres en Mendoza, cuando hicimos una reunión de feministas y fue discriminada: como impulsada por un instinto trava, me levanté y me paré a su lado, otras lo hicieron y logramos bajar la actitud. Recuerdo también un Encuentro Feminista en México, donde las travestis fueron cuestionadas y humilladas y yo lo único que hacía era abrazar a Lohana y a otras y se sumaban compañeras para imitar el gesto y parar la intolerancia.
Muchos días y horas escuché sus relatos de niña y me maravilló su fuerza, su capacidad, su claridad, su inteligencia y su amor.
Pude verla en estos días y despedirme. Ella me llamó. Respiré profundo varias veces y entré a la sala, ella con voz tenue y entrecortada me transmitió su diagnóstico y que no tenía solución, que nada podía hacerse y que estaba en el final.
Le dije que no hablara, que me dejara hablar a mí y hablé, un poco fuerte mi voz, y le recordé todo lo que logró, toda la admiración y sobre todo el amor que le tenía tanta gente, que podía partir en paz, que todxs partiremos temprano o más tarde. Y me dijo que estaba en paz y que no se olvidaría de los momentos felices, de lindos momentos, las travesuras, las comidas compartidas. Le pedí que durmiera y descansara. Ella era una persona de fe y supe que le escribió una carta al papa Francisco pero nunca recibió respuesta, ella como católica no quería ser discriminada en la Iglesia. Vivió la discriminación eclesial cada vez que moría una mujer travesti.
Mujer travesti de convicciones, fuerte, amorosa, frágil, inteligente y comprometida con todas las causas. Vivió humildemente y a veces con privaciones porque ayudaba a sus pares. Pero es la persona que más me enseñó sobre prostitución, sobre el mundo trava, sobre discriminación y fue la persona con la que más disfruté la vida y me he reído hasta desfallecer, llorábamos de la risa por mil motivos y cuando salíamos a caminar parecíamos dos locas llevadas por el viento con nuestros cuerpos grandes que nos reíamos por la calle porque la vida nos hacía felices, sobre todo los últimos doce años, donde nos convencimos juntas de que nunca jamás ni un paso atrás. No puedo imaginar las marchas, los encuentros, las reuniones, la vida misma sin Lohana. Compañera de lucha, amiga entrañable, cómplice siempre, solidaria, lúcida, crítica y llena de humor hasta en el momento último de la despedida.
* Católicas por el Derecho a Decidir.
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