Dom 10.04.2016

SOCIEDAD  › ARIEL GOOBAR, EL CIENTIFICO CORDOBES QUE LLEGO A LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS DE SUECIA

Un argentino en el corazón del mundo Nobel

Profesor de astrofísica en la Universidad de Estocolmo e integrante del equipo que ganó el Nobel de Físca en 2011, el investigador acaba de ser elegido por sus pares para sumarse al comité de Astronomía y Ciencias Espaciales de la Academia. Aquí, cuenta cómo es estar en un espacio fundamental para las ciencias y por qué es tan optimista acerca del futuro de las investigaciones.

› Por Soledad Vallejos

Es el primer argentino en formar parte de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, la misma que cada año entrega los premios Nobel. El 9 de marzo, en una asamblea general, fue elegido como integrante de la Clase –como se llama a los campos de investigación en que se organiza la entidad– de Astronomía y Ciencia del Espacio. Desde Estocolmo, el profesor de física de astropartículas Ariel Goobar habla de medir la intensidad de la luz de una estrella como quien cuenta al pasar su fin de semana. La diferencia, claro, está en el fervor: dice “espeluznante” para ponderar con emoción el estado actual de las investigaciones que se dedican a “las preguntas fundamentales de la ciencia, no a las aplicaciones prácticas”; plantea –no tan en chiste– que “cada vez hay que dormir menos”, porque todo roba tiempo a las prioridades, que son muchas.

Emigrado de Argentina a los 13 años, cuando su familia debió exiliarse “de rompe y raja” y ya no volvió, habla con una tonada tan intacta que bien podría estar hablando desde su Córdoba natal. Pero en realidad su formación de grado y su trayectoria científica transcurrieron enteramente en el exterior, entre Inglaterra, Suiza, Estados Unidos. “Cuando voy, en Argentina, sólo estoy de paseo”, explica. Hace más de 15 años, en una entrevista concedida durante una de esas escapadas, advirtió que estaba por comenzar la “época dorada” de la astrofísica.

–Qué grata sorpresa saber que dije eso. Y creo que la pegué. Fijate en los premios Nobel otorgados en los últimos años, ha sido una cosa espeluznante en astronomía y también en cosmología. Se desarrolló muchísimo el estudio del contenido del universo, el estudio de las microondas cósmicas, todo eso que nos da a entender lo que ha pasado en el universo desde el comienzo hasta ahora. Creo que en el 99 ni siquiera lo podría haber imaginado. Ni hablar de lo que pasó en febrero de este año (N. de R.: la detección, por primera vez, de ondas gravitacionales, algo que comprobó una predicción de Albert Einstein y que, como explicó una de las científicas involucradas en la investigación, Alicia Sintes, “marca el inicio de una nueva era de la astronomía”), en lo que también hubo un argentino involucrado. El descubrimiento de las ondas gravitacionales fue espeluznante. El problema que veo ahora es que han pasado tantas cosas que ahora se pone difícil: ¿cómo le ganás a eso? Todo lo que ha pasado ha sido tan espectacular. Una vez que descubrís muchas cosas, después otras cosas te pueden parecer que no son tan importantes.

–¿Y entonces cómo se sigue?

–Por suerte, la ciencia está llena de sorpresas. Lo mejor es no tener muchas predicciones, tratar de tener los ojos abiertos y sin prejuicios. Las cosas a las que me dedico creo que son las grandes preguntas de la ciencia contemporánea, que se refieren al contenido de lo que se llama materia oscura. El universo consiste en un 95 por ciento en materia oscura que no sabemos lo que es. Ni hablar de que cualquier progreso en esa área, desde el punto de vista de la ciencia fundamental, va a ser un paso gigantesco.

–¿Por qué?

–No perdamos de vista que hablamos de ciencia fundamental, no de cosas prácticas sino de grandes preguntas conceptuales. Por ejemplo: ¿cómo se puede entender la teoría de la gravedad a la par de otras teorías, como el electromagnetismo, la fuerza fuerte, la fuerza débil? No hay un contexto donde se puedan entender, no hay un contexto en común. El microcosmos y la física del macrocosmos no se juntan.

–Son campos de estudio e investigación independientes.

–Totalmente. Son incompatibles, no podés juntarlos. Cuando llevás al límite de una a otra, no funcionan. La gran esperanza –aunque a lo mejor me equivoco– desde el punto de vista experimental es que si entendemos qué es la energía oscura, muy probablemente eso nos vaya a dar un indicio importante de cómo se puede entender la fuerza de gravedad, cómo casar la teoría de la relatividad con la física cuántica. Muy probablemente estén relacionadas, pero hoy no tenemos idea de cómo. Hoy, si yo pudiera soñar algo, creo que es entender eso. Sería alucinante.

(No) estás (tan) igual

Hace 16 años, la vida cotidiana de un investigador no era tan diferente a como transcurre ahora, entrado ya el siglo XXI. Eso dice Goobar, que entonces, claro, ya estaba en actividad, y por eso tiene bien frescas y presentes las situaciones. Dice que de tanto en tanto se divierte “mirando artículos viejos, comparando. Las precisiones en las mediciones de los artículos de entonces y las de ahora parecieran ser de dos planetas distintos. Es curioso, porque no pasó mucho tiempo, y sin embargo la tecnología ha avanzado tanto”.

–En el 99, ¿qué hacía? Mi vida no era muy distinta, pero desde el punto de vista científico el tipo de herramienta que usamos ahora es distinta. Hay una cambio dramático en lo técnico. En el 99 nos dedicábamos exclusivamente a hacer una medición, y ahora tenemos cuatro, cinco, seis técnicas simultáneas que nos confirman si una medición es confiable o no. Ahora sabemos muy bien si podemos confiar en una medición porque tenemos distintos tipos de técnicas independientes que confirman algo.

–Con las técnicas deben cambiar las preguntas, también.

–Claro. Por ejemplo, nadie esperaba realmente el descubrimiento de las ondas gravitacionales. De pronto, dos agujeros negros que pesaba cada uno 30 veces la masa del sol, ¡zácate!, chocaron. Nadie lo había pensado. Hasta que escuchamos eso, en febrero, nadie siquiera discutía la posibilidad, no es un rango de masas que la gente espera el de los agujeros negros de masa de 30. Entonces, de pronto, hay problemas distintos, como ¿cómo llegaron estos agujeros negros a existir, a coexistir en un lugar y chocar? Es un campo lindo para trabajar, porque con un poco de suerte yo voy a llegar a ver cosas nuevas.

–¿En qué investigación está involucrado ahora?

–Estoy muy ilusionado porque estamos por arrancar un proyecto nuevo. Hay un proyecto en el que nos dedicamos a estudiar fenómenos que varían en el tiempo. Por ejemplo, ¿qué varía? Una estrella que explota. Un día tenés una estrella, y al día siguiente tenés una explosión en una estrellita cualunque, como el sol. De pronto, la iluminación es tan potente que parece una galaxia entera, miles y millones de estrellas. A esos prouectos me dedico. Bueno, junto con un equipo, porque somos un grupo: estamos nosotros, en Estocolmo, también el grupo de California –de CalTech– y el grupo de Israel. En total, es un grupo de 30 personas, más o menos, pero cada subgrupo tiene su especialidad.

–¿No convergen?

–Compartimos el instrumento. Para que ese instrumento funcione, hay tareas conjuntas. El telescopio tiene que andar, los datos tienen que ser reducidos, analizados. Depende de lo que surge cada noche, yo le paso a otro los datos. El telescopio está en California, entre San Diego y Los Angeles. Una vez que pasa algo allí, inmediatamente tenemos contacto con todos los telescopios del planeta, y generamos observaciones que funcionan como disparadores. Con las mediciones que hacíamos a mediados del 90, descubrimos la expansión acelerada del universo, cuando las supernovas (N. de R.: Goobar es parte del Supernova Cosmology Project). Entonces, ¿por qué tengo ahora una ilusión? Porque ese descubrimiento, el de la expansión del universo, lo hicimos cuando conseguimos hacer mediciones repetidas. Miramos algún lugar del cielo y reiteramos las observaciones una vez por semana. Observás hoy y observás el mismo día pero la semana que viene. Entonces enseguida descubrís si algo cambió: si entre esos dos días una estrella explotó, la ves. La tecnología que tenemos ahora es superior, y a partir del año que viene vamos a poder hacer mediciones de todo el cielo pero tres, cuatro, cinco veces por noche. Es una animalada completa. Vamos a poder descubrir fenómenos que ni podemos imaginar ahora. Vamos a poder ver sucesos en escala de minutos, horas, no de semanas; cosas de las cuales no tenemos idea hoy. Tenemos muchas ideas de qué puede llegar a ser, pero en lugar de especular nos dedicamos a empezar a investigar. Llamame en un año y te cuento.

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