SOCIEDAD › LOS NUEVOS SERVICIOS TURISTICOS SURGIDOS CON EL BOOM DE EXTRANJEROS

Los de afuera son de oro

Están los que llevan a los turistas a la cancha de fútbol, los que los acompañan a hacer compras de alto nivel, los que los alojan en sus casas y hasta los que los llevan a pasear en bicicleta. En la Argentina posdevaluación los turistas extranjeros son el nuevo filón y cada vez más gente piensa cómo explotar la veta.

 Por Andrea Ferrari

Ricardo García es licenciado en Artes Plásticas y con un amigo arquitecto montó una empresa para pasear turistas en bicicleta. El historiador Ricardo Watson se asoció con varios colegas para ofrecer recorridos que proponen una visión diferente de Buenos Aires. Norma era profesora de folclore hasta que se dio cuenta de que su casona del año ‘30 era ideal para recibir extranjeros. Marcos Salusso trabajaba en el Ministerio de Economía, pero ahora creó una organización que trae al país estudiantes japoneses y norteamericanos y les ofrece desde clases de tango a pasantías. Son sólo algunos de los que se reinventaron a sí mismos al descubrir que los turistas, multiplicados tras la devaluación, no sólo dan de comer a los guías sino también a los que los miran con imaginación. La nueva oleada incluye a los “personal shoppers”, que acompañan a los turistas a hacer compras de alto nivel, a los guías de arte que los pasean por museos y galerías, a quienes ofrecen llevarlos a la cancha y cuidarlos mientras dure el partido y hasta a las señoras que proponen cenas para extranjeros en casas o countries. Lo importante es diferenciarse de lo masivo.
–Para nosotros el turismo de bus es una cagada –dice sin eufemismos Ricardo García–. Los guías son malísimos. En los recorridos en bicicleta nosotros mostramos otra cosa, les hablamos a la gente de los graffitis de Buenos Aires, de rock, de política. Vamos a La Boca, pero no sólo a ver Caminito, porque La Boca es mucho más que eso.
Ricardo y su socio Jorge Ramos estudiaron en La Plata, que se sabe, es una ciudad de bicicletas. La idea de los recorridos turísticos se les ocurrió después de que varios amigos que se habían ido a estudiar afuera les mandaran extranjeros con un pedido: que les mostraran Buenos Aires. “Todos se iban muy contentos y pensamos que podríamos hacer algo con esto”, dice Ricardo, que dejó su trabajo en un puesto de diarios e invirtió su capital en la compra de bicicletas y cascos. Citibike –así se llama la empresa– ofrece recorridos por la ciudad y las afueras que incluyen el equipo y un refrigerio, “algo rápido que mantenga el espíritu porteño: empanadas, pizza, choripán”.
El 90 por ciento de los participantes de sus recorridos, dicen, son extranjeros: “Nigerianos, sudafricanos, norteamericanos, españoles, italianos, hondureños, lo que se te ocurra”. En su mayoría tienen entre 20 y 40 años, aunque hubo excepciones. “Una vez me avisaron que había un grupo de franceses para un recorrido de cuatro horas. Cuando llego veo puros viejos: de 83, 84 años. Dije ‘lo que me espera, Dios mío’. Pero nada que ver: era gente que se dedicaba a la bici. Parecían pendejos, tenían unos tubos impresionantes”.
Cuenta García que lo que los bicituristas piden, sobre todo, es “joda, joda y joda”. “Preguntan dónde conocer gente, dónde escuchar música. Algunos piden marihuana y hay unos norteamericanos reelectrónicos que quieren ir a boliches, tomar pastillas y volarse la cabeza. Nosotros les damos información, pero no podemos meternos con cosas ilegales”, aclara por las dudas.
Entre los recorridos propuestos, hay uno nocturno. “Ese suelen hacerlo sociólogos, fotógrafos, antropólogos –dice García–. Nosotros les advertimos que es de noche y corren riesgos. Si les roban se tienen que hacer cargo. Vamos por la zona roja, Constitución, por La Boca. Igual yo conozco gente en los lugares jodidos. A veces les digo a los turistas que pongamos un peso cada uno, compramos unos cigarros. Entonces cuando hablamos con la gente de la hinchada de Boca, por ejemplo, les damos unos puchos, unos pesos. También eso es Buenos Aires”.

Un tango para Japón

Cuando tenía 17 años, Marcos Salusso fue a Japón y allí terminó el secundario. Ese dato sirve para entender por qué ahora, que es licenciado en Relaciones Públicas y tiene 26, pensó en los japoneses al crear el Grupo de Intercambio Cultural Argentino. La organización que montó propone una serie de programas educativos en Buenos Aires: español para extranjeros, clases de tango, pasantías no pagas en empresas, un curso de cocina argentina y hasta trabajo voluntario. “Lo del trabajo voluntario por ahora no tiene mucha aceptación –admite Salusso–, porque a la gente no le convence pagar para trabajar, ya que tienen que hacerse cargo del hospedaje. La propuesta es ayudar en el norte argentino: enseñar inglés en escuelas o trabajar en Parques Nacionales. Muchos preguntan, pero después no se anotan”. Los más exitosos son los programas más clásicos: las clases de español y las de tango, para las que tienen convenios con distintas instituciones.
Salusso trabajó cinco años en el área de comercio exterior del Ministerio de Economía antes de lanzarse en esta experiencia. “Al principio fue difícil –dice–, porque en Japón no saben nada de Argentina y les daba miedo la inseguridad. Pero después se expandió la cosa y ahora estoy promocionando esto en Estados Unidos”, dice por teléfono, precisamente desde California.
Como la mayoría de los que apuestan a captar turistas extranjeros, Salusso partió de una página en Internet para mostrarse al mundo. La excepción a esto es Norma, una señora que prefiere no dar su apellido ni su dirección exacta. Tampoco tiene página Web ni busca publicidad. Pero recibe turistas, sencillamente por el método del boca a boca. “Por una cuestión de seguridad no quiero hacer publicidad –explica–. Esto empezó con una periodista holandesa, que fue mi primera huésped. Después siguieron otros estudiantes extranjeros”. Como cada vez hacen más familias, Norma abrió a los visitantes su casa, un petit hotel de 300 metros cuadrados en Montserrat, que data de 1930: “A los turistas les impresiona mucho –dice–, está muy bien mantenida”. Ahora tiene cuatro habitaciones preparadas para recibir visitantes, que son casi todos del norte de Europa.
Para ella, ex profesora de folklore, los turistas fueron un cambio. “Es muy agradable recibir huéspedes, se da una muy buena relación. Hubo un brasileño que me invitó a conocer su casa en el sur de Brasil. Viajamos con otro huésped, un alemán. Esa fue la experiencia más grata”.
Una visión más escéptica es la de Marcela, profesora de inglés que en verano, cuando los alumnos escasean, se transforma en guía. Sucede que hay turistas de alto nivel que no quieren sumarse a la excursiones masivas en micro: entonces piden en los hoteles un guía e intérprete particular. Y ahí aparece Marcela. “En todo se pagan comisiones –advierte–, yo le pago al conserje del hotel que me recomienda y muchos guías cobran en los lugares a los que llevan a los turistas. Yo no lo hago, pero hay quien les cobra hasta a los artistas callejeros de La Boca, por acercarles a los extranjeros”. Marcela dice que una de las quejas que más se oye entre los turistas es por el altísimo precio de las antigüedades, que suelen venderse sólo en cash y además, en negro. “Pero también es cierto que muchos creen que porque vienen a un país en crisis les tienen que regalar todo. A veces es enfermante: vienen en el crucero más caro de todos y se pasan dos horas regateando por diez dólares”.

Buenos Aires con otros ojos

Una mirada diferente de la ciudad es lo que propone Eternautas. La empresa fue fundada por tres historiadores de la UBA hace cinco años, pero los comienzos fueron difíciles. “Al principio armamos propuestas pensadas para gente de la propia ciudad –dice Ricardo Watson–. Pero a medida que se fue profundizando la crisis se ponía más negro el panorama, con losaltos costos del transporte se hacía muy difícil. A partir de la devaluación, en cambio, la situación se volvió mucho más alentadora para nosotros. Al haber una reconversión tan grande, las agencias empezaron a buscarnos para diferenciarse: hasta ese momento no nos daban bolilla”. En este tiempo, el grupo fue incorporando gente hasta armar un equipo multidisciplinario que incluye historiadores del arte, una politóloga, un antropólogo y un licenciado en letras. Watson define la peculiaridad de sus recorridos tanto por el “armado a medida” como por la mirada: “La manera en que entendemos a la ciudad, como reflejo de una serie de procesos económicos, políticos, sociales y culturales. Uno puede hacer un city tour que parecería tradicional –agrega–, pero la diferencia está en el discurso: entender qué es Buenos Aires, por qué creció primero para el sur, después tomó un eje norte y ahora puede hablarse de una polaridad”. Además de los recorridos tradicionales, el grupo propone alternativas como “Evita y el peronismo” en las que incluso visitan la CGT: “La figura de Evita es muy marketinera –dice Watson–, la gente viene con la idea del musical. Nosotros intentamos que se lleven una idea bastante objetiva del peronismo”. “Buenos Aires judía”, otro de los recorridos, surgió tras constatar el interés de muchos turistas, especialmente norteamericanos de Nueva York. “Lo armamos con uno de nuestros guías, un antropólogo cuyo tema de investigación está ligado al judaísmo y solemos entrar en AMIA, en el Instituto de Estudios Yddish y en varios templos”.
A veces tienen pedidos poco tradicionales, como el de unos norteamericanos que quisieron ver una cárcel y una villa. “Por contactos pudimos ir a la Villa 21 y a la cárcel de Caseros. Pero fue algo excepcional. Es un poco jorobado, como aprovecharse de la situación de alguien para un negocio”, cuestiona.
Quienes pretendieron hacer un negocio redondo fueron lo que armaron la empresa Go Football. Se promocionaron en hoteles y montaron una página en Internet ofreciendo sus servicios: buscar a los pasajeros en sus hoteles, llevarlos a la cancha “con las mejores localidades” y traerlos de regreso. Pero al parecer la cosa no funcionó: “Estamos por cerrar, no nos fue bien, hay competencia”, informa desanimado Martín, que prefiere no dar su apellido. Ellos tuvieron que aprender que, aun en la posdevaluación, con los turistas no todo es hacer goles.

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