SOCIEDAD › UNA MULTITUD EN LA DESPEDIDA AL PARROCO JUAN VIROCHE EN TUCUMAN
Pese a que la autopsia y los peritajes determinan que se trató de un suicidio, nadie quiere creer y apuntan a las amenazas.
La multitud que participó ayer en la despedida a los restos del cura Juan Viroche, no parecía convencida de lo que los resultados de la autopsia y los peritajes sostienen cada vez con más certeza: que se trató de un suicidio. En la ceremonia hubo llantos, aplausos, reclamos de justicia y una suelta de globos. Como en la fábula del pastorcito mentiroso, a la justicia no se le cree pese a que diga la verdad, habitualmente desinteresada en su torre de marfil. Tampoco a su pata investigadora, las fuerzas de seguridad, provinciales y estatales, caracterizadas por lo violentas y no por su proximidad a la gente.
El cortejo fúnebre partió de la iglesia Nuestra Señora del Carmen en la localidad de Posse, donde el féretro fue envuelto en una bandera papal y otra del club de fútbol San Martín, que disputa el torneo de la Primera B Nacional y del que el cura era hincha. Miles de personas, incluyendo familias completas y niños, formaron parte de una larga caravana compuesta por motos, autos y colectivos repletos, y que acompañó los restos de Viroche por el frente de la Parroquia Nuestra Señora del Valle de La Florida, donde el cura se desempeñaba y también fue hallado muerto. Finalmente, el cortejo llegó hasta el cementerio Cevil Pozo, al este de la ciudad de Tucumán, donde los presentes se expresaron con lágrimas, aplausos y pedidos de justicia mientras hacían una suelta de globos de color blanco y amarillo.
Poco a poco, la certeza sobre la mecánica de la muerte se fue abriendo paso entre las incógnitas: la autopsia no reveló que el Viroche haya sufrido otra violencia que la de soltar el peso de su cuerpo, atado al cuello por una soga, desde la altura. Ni golpes, ni fracturas, ni heridas que coincidieran con las fotos de sangre que circularon ayer con fines más amarillos que otra cosa. Además, el representante legal del Arzobispado de Tucumán, Facundo Maggio, aseguró Viroche había sido oficialmente notificado de su traslado el pasado viernes, ya que él mismo había requerido ser asignado a otro sitio debido a que “sentía ciertas presiones por un trabajo que realizaba con la comunidad”. Y según surge del propio Arzobispado, Viroche se tomó unos días para efectivizar el traslado.
Pese a la aclaración, y las certezas de la fiscalía, en la multitud que se agolpó para asistir al velatorio muchos descreían de la hipótesis del suicidio. “El padre fue asesinado y están inventando que tenía mujeres para ensuciarlo”, manifestó apesadumbrada María Rosa, una de las fieles que se acercó a la capilla ardiente instalada en la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en la localidad de Posse. La mujer hacía mención a varias versiones que daban cierto soporte al suicidio, según estas versiones, motivado por desencuentros amorosos.
“Mienten porque a él lo mataron los delincuentes que están en el negocio de la droga”, agregó la mujer, en coincidencia con otros fieles y vecinos que durante toda la mañana se acercaron a despedir al cura.
Otra vecina de la zona de La Florida, que se identificó como Soledad, sostuvo que “todo esto es una pesadilla”, ya que “el padre Juan no merecía morir de esta manera. Él siempre nos ayudó en todo y sentía un cariño especial por nuestros chicos. Queremos justicia y que se sepa la verdad porque lo están diciendo es todo mentira”. Otra mujer sostuvo que “el padre Juan era una excelente persona, con un corazón inmenso, lleno de vida, y sería incapaz de matarse”.
En la iglesia, el arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, ofició una misa. Llegó acompañado por el obispo de Concepción, José María Rossi, y por el cardenal Luis Villalba para dar la misa previa a la inhumación de los restos del sacerdote. Al hablar con la prensa, el obispo Rossi pidió “prudencia y respeto” por la familia de Viroche y por la comunidad de La Florida y llamó a “esperar que la Justicia logre esclarecer el hecho”.
Rossi reconoció que con el trabajo de algunos sacerdotes muchas veces “molestamos a ciertos sectores” porque está destinado a combatir el narcotráfico y luchar contra la pobreza que afecta a muchos argentinos.
Menos tímidamente, el obispo de Merlo-Moreno, Fernando Maletti, comparó la muerte del sacerdote tucumano Juan Viroche con la del cura Carlos Mugica, asesinado en 1974, mientras que el padre “Pepe” aseguró que su par fue “víctima de la mafia”. A la lista se agregó Juan Carr, quien aseguró que al párroco “lo mataron, era un tipo jugado por los más humildes y los más golpeados por las adicciones” y que lo demás “es un debate”, porque se trata de “la muerte de alguien del mundo popular, del mundo social”.
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