Dom 25.07.2004

SOCIEDAD  › DANIEL BORRILLO, EL JURISTA ARGENTINO QUE PROMOVIO EL POLEMICO CASAMIENTO HOMOSEXUAL EN FRANCIA

“Los países con unión civil van hacia el matrimonio”

Daniel Borrillo, profesor en la Universidad de París, fue uno de los gestores del movimiento que empezó con un manifiesto publicado en un diario y terminó con el primer casamiento gay en Francia. Ahora asesora a la CHA en el proyecto de unión civil nacional.

› Por Andrea Ferrari

Profesor de derecho privado en la Universidad de París e investigador en temas de discriminación, el argentino Daniel Borrillo fue uno de los gestores del movimiento que terminó con el primer casamiento de dos hombres en Francia el pasado 5 de junio. La piedra que puso en marcha ese movimiento fue un manifiesto por la igualdad que Borrillo ideó junto al filósofo Didier Eribon, firmado por buena parte de la intelectualidad francesa y publicado en Le Monde. Quien recogió el guante fue un alcalde del Partido Verde que decidió celebrar el matrimonio, un hecho que disparó un debate nacional y proyectos de ley que serán tratados este año. Ahora Borrillo fue convocado por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) para formar parte de la comisión de juristas que los asesora en la elaboración del proyecto de unión civil nacional que presentarán antes de fin de año. De paso por Buenos Aires, habló con Página/12 del debate que las uniones homosexuales están generando en buena parte del mundo.
Borrillo pone el acento en lo que considera uno de los aspectos más interesantes de este debate: que “el movimiento gay lésbico está poniendo otra vez sobre la mesa los grandes temas clásicos sobre la dominación”. Históricamente, dice, “hubo un momento de la discriminación racial y de la igualdad de los derechos cívicos en los años 60, luego vino el gran movimiento feminista y el tema de la igualdad real de las mujeres en los años 70. Me parece que hoy en día, para los que nos interesamos en cuestiones de discriminación e igualdad, el gran tema de discusión internacional es este movimiento universal sobre la igualdad en la orientación sexual”.
–¿Cómo se inicia en Francia el movimiento que culmina con el matrimonio celebrado por el alcalde de Bègles, Noël Mamère?
–Surgió después de una agresión muy fuerte contra un hombre llamado Sebastián Nouchet. Hace varios años lo venían persiguiendo y acosando, y terminó cuando un grupo de siete u ocho personas lo quemaron vivo. Fue a parar al hospital, en coma. Esto provocó una reacción muy fuerte por parte de la sociedad francesa. En ese momento, la derecha reaccionó de manera positiva, diciendo que era increíble que en Francia pudiera haber este tipo de agresiones. Se empezó a hablar de concentrarse en cuestiones de discriminación y homofobia. A mí me pareció que se estaba creando un consenso según el cual luchar contra la homofobia es impedir que los homosexuales sean quemados. Me parecía que era una manera un poco grosera de tratar la cuestión, que había una homofobia más sutil de la que no se hablaba en Francia. En esos días nos invitaron a una ceremonia de homenaje a este chico, y allí me encontré con el filósofo Didier Eribon. Decidimos hacer un manifiesto por la igualdad, que publicó Le Monde el 17 de marzo. Lo firmaron entre otros Jacques Derridas, Paul Veyne, Michel Perrot, Alain Touraine, Jean Birkin, muchos intelectuales y artistas franceses. Fue un gran evento. Allí decimos que es también homofóbico no dar la igualdad de derecho al matrimonio, no dar acceso a procreación asistida a las lesbianas, no dar derecho a la adopción. Decimos que se podría seguir el ejemplo de lo que había hecho un intendente en San Francisco y si había un alcalde dispuesto a casar a una pareja de homosexuales, eso podía ser un gesto político importante.
–¿La posibilidad de casar a dos hombres era por un resquicio en la ley?
–Tenía que ver con un artilugio. Yo había trabajado a partir de la desobediencia civil: hay muchas corrientes que utilizan fallas de la ley para dar derechos a las minorías. Dijimos que no hay una definición de matrimonio, es decir el código civil da un mínimo de edad para el hombre y la mujer, pero no dice que la unión deba ser entre un hombre y una mujer. Dice “el hombre a los 18 años y la mujer a los 16 años pueden contraer matrimonio”. El derecho es una cuestión de interpretación y jugamos con la interpretación del código civil. Noël Mamère, que es alcalde de Bègles y diputado nacional del Partido Verde –fue candidato a la presidencia por los Verdes–, tomó el desafío y casó a una pareja homosexual. Ahora él presentó un proyecto de ley para cambiar el código. Es decir que hizo al mismo tiempo el acto político de casar la primera pareja gay y el acto parlamentario de presentar un proyecto para modificar el código.
–¿Y por qué primero ese casamiento “de choque” en lugar de empezar por el debate legislativo?
–Porque en ese momento no había ninguna fuerza política, ni siquiera en la izquierda, dispuesta a debatir sobre el matrimonio. En 1999 se dictó la Ley de Unión Civil y se creó un consenso de que eso era lo máximo que se puede dar a las parejas del mismo sexo. En eso estaban todos de acuerdo por acción u omisión. Los socialistas no querían hablar de matrimonio ni de adopción. La derecha estaba en contra. Creo que nosotros provocamos un debate que no estaba en la agenda política.
–¿Cómo fue la reacción social?
–Nosotros sabíamos que la reacción social iba a ser positiva porque conocíamos los sondeos de opinión, que muestran que entre 55 y 68 por ciento de la opinión pública francesa es favorable al matrimonio. Es distinto en cuanto a la adopción; las opiniones favorables son menores. Y sabíamos que dentro de la tradición del Partido Verde se podían comprometer, aunque no esperábamos que fuera una figura tan importante como Noël Mamère.
–¿Cuáles son los límites de la Ley de Unión Civil francesa que ya existe, el PACS?
–No modifica en nada la cuestión de la filiación, es decir no da derecho a adopción. Además, los derechos no son inmediatos, sino que hay plazos. Para que un extranjero acceda a la carta de residencia hay que esperar tres años, mientras que con el matrimonio es inmediato. No hay derechos sucesorios fuera del testamento (aunque permite hacer un testamento pagando muchos menos impuestos). Un tema fundamental es que no está reconocido en otros países: si una pareja se va a otro país, no reconocen sus derechos. En cambio en el matrimonio sí. Da derecho a la seguridad social, pero no en cambio a la pensión por viudez.
–¿Cómo es la ley en otros países europeos en este momento?
–En Holanda hubo una ley de unión civil más completa que la francesa en el año ’97 y sin embargo se debatió el matrimonio y desde abril de 2001 dan los mismos derechos a las parejas homosexuales. La única diferencia que hay es que no se pueden adoptar niños extranjeros, pero sí holandeses. El segundo país que abrió el matrimonio fue Bélgica, en el 2003, pero sin derechos de filiación, sólo alianza. Por vía jurisprudencial, está la decisión de la Corte Suprema de Ontario, Canadá, que consideró inconstitucional no abrir el matrimonio a parejas homosexuales y otras en Massachusetts, y la Corte de Québec. Y está en debate en Suecia. Recientemente, Zapatero prometió abrirlo en España. La tendencia es que los países que tienen ya unión civil van hacia el matrimonio.
–¿Cómo reaccionó la clase política al matrimonio celebrado por Mamère?
–La reacción política fue positiva a pesar de la retórica. La retórica de los profesionales de la política era decir algo como “estamos de acuerdo sobre el fondo pero no sobre la forma”. Yo creo que se sintieron despojados de la cuestión, como si la sociedad civil hubiera modificado la agenda política y esto les cayó mal. Pero todo cambió cuando vieron que esto se tornó muy positivo para la figura de Mamère, que se convirtió, como él mismo dijo, en una suerte de Martin Luther King de gays y lesbianas en Francia. Evidentemente ahora todos los políticos están de acuerdo y el Partido Socialista ya dijo que en otoño presenta una propuesta de ley. La derecha, que originalmente estaba contra el PACS ahora quiere mejorarlo: la estrategia para bloquear el matrimonio es decir “mejor hablemos del pacto”. Entonces se cambió el consenso: conseguimos correr el consenso hacia la izquierda.
–En Argentina van a presentar una ley de unión civil nacional, en vez de reformar la Ley de Matrimonio, como están haciendo ahora en Europa. Se oyen argumentos en uno y otro sentido: por un lado que sería más igualitario que la institución matrimonial sea aplicable a todos y por otro que así no se reivindica una institución arcaica.
–Sí, siempre está esa tensión. Yo siempre digo que en la igualdad hay una dimensión conservadora, porque cuando la mujer reivindicó el derecho de voto, estaba reivindicando participar en una sociedad machista y patriarcal como era la de los años 40. Pero lo que también hay es que la reivindicación produce una modificación en la institución reivindicada. Por otro lado, cuando se debate la unión civil se está poniendo de manifiesto esa dimensión arcaica del matrimonio, con esta definición de roles esclerosada. Las dos lecturas se pueden hacer. Lo concreto es que la unión civil no da los mismos derechos del matrimonio. Lo que es cierto también es que nunca se fue directo al matrimonio: todos los países pasaron por la unión civil.
–¿Cómo ve el debate del tema en Argentina?
–Me parece interesante. Lo que pasó en Buenos Aires permitió tener una primera visión de cómo están las cosas. Se ve que la ley local es importante simbólicamente, pero desde el punto de vista de los derechos que otorga es un poco frágil, tal vez no satisface las expectativas de lo que la gente creía que podía dar la ley. Creo que lo interesante es que permitió que se instale en la cabeza de la gente de una manera pacífica la idea del reconocimiento institucional de la pareja homosexual. Me parece que si un día se llega a debatir el matrimonio, esto va a generar las mismas crispaciones que se dieron en el mundo, en Francia, en Estados Unidos. Abrir el matrimonio a las parejas homosexuales es decir que la homosexualidad es tan legítima como la heterosexualidad y no sé si la sociedad lo puede todavía aceptar.
–¿Cuál será su rol en este proyecto argentino?
–Tuve discusiones con los dirigentes de la CHA y queremos hacer una reunión con otros juristas involucrados. Lo que esperan de mí es que les hable de los problemas con que se encontraron las leyes en Francia, Holanda, Canadá, Estados Unidos. Puedo explicar qué puntos generaron problemas a nivel patrimonial, social, internacional, etc.
–Aquí llamó la atención al cabo del primer año que hubo un número bajo de parejas que se unieron. ¿Sucedió en otros países?
–Sí, en general el primer año es de desconfianza, hasta que la gente lo conoce. Lo que producen estas leyes es una especie de salida del armario de la pareja y eso tiene un costo social, familiar. Otra explicación es la ausencia de cultura familiar en el mundo gay lésbico, las relaciones se hacían en la clandestinidad: el cambio de cultura lleva tiempo. De todas maneras, me parece que es como una trampa analizar las cosas a nivel cuantitativo. Yo no sé cuantos negros se beneficiaron en 1813 de la ley del fin de la esclavitud, de hecho había pocos, o cuántas personas en Francia se beneficiaron de la abolición de la pena de muerte, ya casi no había condenas, pero hay leyes que tienen una dimensión simbólica y uno no puede detenerse tanto en los números.

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