SOCIEDAD › POR QUE NACHA GUEVARA
Del Di Tella al Fondo
Por A. G-Y.
Para más de una generación, Nacha Guevara es un personaje que ha estado siempre entre nosotros. Y para muchos representa una variedad de cosas: la muchacha del Di Tella, la voz de los años ’60 y ’70, la cantautora cuyos inicios están ligados al actor Norman Briski y luego con el músico y compositor Alberto Favero, la mujer cuyo primer long play se asocia con el de su contemporáneo, Las canciones del gusanito del finado pintor y cantor Jorge de la Vega. También es la cantante que logró grabar No llores por mí, Argentina, de la opera Evita en España y luego en Buenos Aires sin que le tiraran una bomba. Hoy es la imagen que mantiene viva la llama de un aspecto benévolo de los años, hace casi cuatro décadas, cuando la Argentina se debatía entre la dictadura militar y la revolución, para luego caer en el terror. En ese rubro, quizá lo que no se conoce tanto, es su valor personal, su solidaridad con amigos, su fuga del país, amenazada, con sus tres hijos varones, dos de ellos bastante pequeños, su intento de regreso (en 1975) y luego su partida definitiva, ausencia que sólo terminó con el fin de la dictadura.
También es para muchos el símbolo de la salud física mediante dietas vegetarianas y lecturas alternativas. Su calidad humana siempre se impuso: no es diva (por lo menos, no demasiado), no es excesivamente mediática, y por lo tanto conquista con su voz, cálida y bella.
Pero debe haber muy poca gente para quienes Nacha Guevara (nombre original, Clotilde Acosta, 63 años, tres hijos, seis nietos) puede identificarse con la funcionaria pública. Quizá por eso el nombramiento que se anunció en junio, como directora del Fondo Nacional de las Artes, nunca se concretó. Este diálogo recorre los vaivenes del nombramiento fallido, sus planes, su labor hoy.