SOCIEDAD
› YA SON 24.000 LOS MUERTOS POR EL TERREMOTO
EN EL OCEANO INDICO. HAY 30.000 DESAPARECIDOS
Una tragedia con epicentro en los chicos
En el peor desastre natural de la historia moderna, un tercio de los muertos son niños. Las playas idílicas de la zona se convirtieron en morgues al aire libre. Un alerta que podría haber salvado miles de vidas no fue escuchado por las autoridades. Crónica del horror del día después.
Por Gloria Torrijos *
Desde Tokio
Los equipos de rescate buscan a contra reloj y en penosas condiciones a decenas de miles de desaparecidos, después de que un gigantesco maremoto devastara el sudeste asiático dejando al menos 24.000 muertos, un tercio de ellos niños, y unos 30.000 desaparecidos a su paso, según los cálculos de Unicef (ver aparte). El vicepresidente indonesio admitió que sólo en ese país las víctimas fatales podrían llegar a los 25.000. Los problemas de comunicaciones para hacer llegar la ayuda a los sobrevivientes, el peligro de propagación de epidemias –debido a la putrefacción de los cuerpos– y la escasez de agua agravaron ayer la ya dramática situación. En Indonesia, Tailandia, Malasia, las islas Maldivas, Sri Lanka, India y Bangladesh, los países más afectados, las calles e idílicas playas con palmeras parecen morgues al aire libre, plagadas de cadáveres hinchados que el mar arroja cuando baja la marea. Los hospitales están saturados y escasean las medicinas y el material sanitario así como el espacio, por lo que muchos cuerpos sin vida se amontonan en cualquier lugar. A esto se le añaden los enormes problemas para hacer llegar la ayuda a los sobrevivientes por el destrozo de las infraestructuras en una situación en la que la rapidez de la asistencia decidirá entre la vida y la muerte de varios millones de personas. Hasta los damnificados intentan llegar los efectivos militares enviados a los lugares siniestrados a la vez que se esfuerzan en evitar saqueos de viviendas y otros establecimientos abandonados. “Huele tan mal... los cadáveres de personas están revueltos con los de animales muertos como perros, peces, gatos y cabras”, aseguró el coronel de la marina indonesia Buyung Lelana, jefe del equipo de evacuación de la provincia de Aceh, en Sumatra, la zona más cercana al epicentro del sismo. Para el coordinador de ayuda de emergencia de la ONU, Jan Egeland, “éste puede ser el mayor desastre natural en la historia moderna porque afecta a tantas áreas de costa tan pobladas, tantas comunidades tan vulnerables”, según indicó a la cadena estadounidense CNN.
“La gente me dijo que era como si Dios hubiera mostrado su enfado ante su pueblo”, señaló Haji Ali, un habitante de Patong Labu, cerca de la ciudad de Bireuen en el norte de Sumatra, donde las aguas pusieron fin a la vida de unas 5000 personas. El alcalde de esa localidad añadió que “muchos cadáveres fueron encontrados dentro de las casas. Con sus cabezas rotas, quizá golpeadas por las piedras”.
Las mareas de olas gigantes arrastraron al mar a la gente que estaba en las playas, arrojaron a tierra a los bañistas, hicieron naufragar embarcaciones, arrancaron árboles, destruyeron edificios y volcaron vehículos. Esas masas de agua, que se han cobrado el mayor número de víctimas en Sri Lanka, Indonesia e India, las causó un sismo de 9 grados de magnitud en la escala abierta de Richter, originado por el choque violento de dos placas tectónicas bajo el mar, cuyo fondo se vio desplazado 10 metros en sentido vertical. El terremoto, el mayor en 40 años en el mundo y el quinto en un siglo, tuvo lugar frente a la costa norte de Sumatra y fue seguido de varias réplicas, algunas de 7 grados de magnitud.
Las olas, con una gran velocidad de desplazamiento por el Océano Indico, tardaron una hora en abatirse sobre la costa de Tailandia y Malasia, y media hora más tarde ya estaban azotando Sri Lanka. Recorrieron 7000 kilómetros hasta la costa de la africana Somalia.
En Tailandia, el gobierno ha enviado buques de guerra a islas apartadas, mientras que en Sri Lanka y en India se han utilizado helicópteros para proporcionar medicamentos y alimentos a los damnificados.
“Las aguas retrocedían, retrocedían, retrocedían tanto que todo el mundo se preguntaba qué era aquello, si se había ido a la luna llena. Entoncesvimos a la ola venir y corrimos”, explicó la sobreviviente finlandesa de 27 años Katri Seppanen, que estaba en la popular playa tailandesa de Patong con sus familiares cuando la masa de agua los arrasó. Hasta dos horas más tarde de angustia y lucha por la vida no pudieron reencontrarse. Seppanen y los suyos tuvieron más suerte que los decenas de miles de fallecidos, entre los que, según fuentes oficiales de distintos países, hay turistas de Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, entre otros. El turista británico Gerard Donnelly, que se alojaba en Phuket cuando se produjo la catástrofe, relató que “al principio, pensábamos que era un atentado terrorista y luego llegó la ola y subimos por las escaleras para conseguir ascender hasta la zona más alta a la que pudimos llegar”. “No podía creer lo que estaba viendo. Estaba de pie cuando un coche pasó flotando hacia la recepción y volcó por la furia de la corriente de agua”, relató Boree Carlsson, hospedado en un hotel situado a medio kilómetro de la playa de Patong en Tailandia.
En ese mismo lugar, el turista australiano Stephen Dicks contó que “estaba sentado en el primer piso de un bar cerca de la playa, viendo jugar al cricket cuando, de repente, vi salir a toda esa gente gritando del mar. Miré alrededor y vi un gran muro de agua avanzando por la calle. Arrasó totalmente el suelo del bar. Todo ocurrió muy rápido, en pocos minutos”. En Tailandia, apareció sin vida el cuerpo de Khum Bhumi Jensen, de 21 años, nieto del monarca Bhumibol Adulyadej.
En numerosos hoteles desaparecieron las cajas fuertes con las pertenencias, como pasaportes y otros documentos, lo que dificulta la identificación de los turistas. En India, unos 500 turistas quedaron varados en una gran roca en medio del mar. En Indonesia, los soldados buscan cadáveres en las copas de los árboles, en las que fueron incrustados, y entre los escombros de edificios destrozados por las olas gigantescas, que transformaron el paradisíaco paraje de las playas en escenarios de dolor, muerte y desolación.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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