SOCIEDAD
› OPINION
Chabán y Callejeros
› Por Raúl Kollmann
Es casi seguro que el miércoles próximo queden en libertad los dos hombres ligados a la banda Callejeros que hoy están presos: el manager Diego Argañaraz y el más distante Lolo Bussi, que estuvo en el grupo de control de los músicos. Al mismo tiempo, Omar Chabán y su jefe de seguridad, Raúl Villarreal, seguirán presos.
El diagnóstico surge del razonable dictamen realizado por el fiscal de la causa, Juan Manuel Sansone, que consideró que no son las mismas responsabilidades las de unos que las de los otros. Al dúo Chabán-Villarreal le carga la mayor de las culpas y lo acusa de homicidio simple con dolo eventual. Esto significa que sabían de antemano el enorme peligro que se corría y no les importó, al punto que tenían cerrada la puerta de emergencia con un candado, les decían a todas las bandas que Cromañón tenía una capacidad habilitada para 4000 personas y habían decorado el local con material inflamable. “No sean pelotudos. No tiren bengalas. Acá hay 6000 personas y no quiero que pase lo de Paraguay. Si alguien prende algo nos morimos todos”, gritó por el micrófono Omar Chabán después de la primera bengala, según coinciden decenas de testimonios transcriptos en el expediente judicial. Esto prueba que Chabán sabía que Cromañón era una bomba de tiempo y aun así tenía la principal vía de escape clausurada.
A los hombres de Callejeros, en cambio, el fiscal les imputa homicidio culposo, lo que significa provocar muertes, sin intención, pero por imprudencia o ineficiencia. Es un delito cuya pena mínima es de dos años y por lo tanto es excarcelable. De allí el diagnóstico de que lo más probable es que queden en libertad, aunque la última palabra la tendrá el juez Julio Lucini, quien seguramente tendrá el mismo criterio.
No han faltado quienes argumentaron que Chabán y Callejeros son igualmente responsables y pretendieron llevar la cuestión a un debate sobre quién cacheaba a la gente o quién estaba a cargo de la seguridad. Es un ángulo equivocado: la clave no estuvo en que pasaron las bengalas –que siempre pasan, incluso cuando los cacheos, como en Córdoba, los hace la policía–, sino en que la puerta de emergencia estaba cerrada, los materiales eran inflamables y el explotador del local les decía a todas las bandas que la capacidad habilitada era de 4000 personas. Todo ello era responsabilidad de Chabán. Y hasta lo más probable es que sólo con la puerta de emergencia habilitada, la tragedia se hubiera evitado.
Callejeros pudo haber cometido una grave imprudencia, porque debió percibir que había peligros en realizar un recital en un lugar cerrado como Cromañón. Pero incluso llevaron a sus familias y perdieron seres queridos, lo que indica que no tenían noción total del peligro y mucho menos sabían que la puerta de emergencia estaba clausurada. Es otro nivel de responsabilidad que el de Chabán.
Falta un tercer protagonista de esta historia: los inspectores de la ciudad y los responsables de que Cromañón no estuviera clausurado. Es hora de que la causa judicial también se mueva hacia allí.