SOCIEDAD
› LOS ARGENTINOS QUE EMPIEZAN A CONSEGUIR PAPELES EN ESPAÑA
Salir de la sombra
Después de vivir años como ilegales, algunos argentinos están consiguiendo lo que ansían miles: los papeles que regularizan su situación en España. Aquí tres de ellos cuentan su experiencia. Pero según las organizaciones de inmigrantes, la mayoría de la gente quedará fuera del proceso por la negativa de los empleadores a blanquear los contratos.
Brenda entró a la página web del ministerio público y tipeó el código de expediente de su hermana Sabrina. Entonces lo vio en la pantalla: “resuelto”, decía, y allí estaba el flamante número de DNI de extranjera. Después de estar cuatro años como ilegal en Madrid, Sabrina Pereyra acababa de convertirse en una residente con papeles. Dicen ellas que no pararon de gritar, sobre todo porque enseguida vieron que también a Brenda le había salido la regularización. Lo mismo le sucedió a Gustavo Meza, quien presentó los papeles en Granada. Son tres argentinos que lograron lo que quieren varias decenas de miles en España: salir de la ilegalidad. Pero según las organizaciones de inmigrantes, estos casos son una excepción, ya que el proceso encarado por el gobierno de José Luis Zapatero corre el riesgo de hacer agua: la mayoría de los residentes ilegales no pueden cumplir con las condiciones exigidas y el número de expedientes presentados en un mes y medio es apenas el que esperaban para la primera semana. Por eso para el 2 de abril se prepara una jornada de movilizaciones en reclamo de condiciones más flexibles.
Las mayúsculas y los signos de exclamación de Gustavo Meza sonaron como un grito en un foro por Internet para argentinos en España. ¡¡¡ME APROBARON LOS PAPELES EN GRANADA!!!!!!!!! Así decía, y en seguida muchas manos anónimas tipearon felicitaciones y preguntas: ¿cuándo?, ¿cómo?
“Presenté los papeles el 18 de febrero y el 4 de marzo ya estaba resuelto”, le contó después a este diario. No era la primera vez: Gustavo tiene 28 años y lleva sólo once meses en España, pero ya había intentado legalizarse antes como empleado del hogar en Guadalajara, sin éxito: “Me dijeron que el trabajo lo podía hacer cualquier español”. Poco después se empezaba a hablar del proceso de regularización del gobierno socialista y decidió apostar a que esta vez sí le saldría. Al dejar Buenos Aires, dice, había renunciado a todo: a su trabajo en una empresa de administración de créditos, a su familia, a sus amigos. “Fue un cambio personal, quería probar en un país diferente.” En España buscó una oferta entre los pocos empleos a los que acceden los ilegales y lo tomaron en una casa cuidando a un anciano. “Pensé que no podía ponerme en exquisito, que tenía que tener la cabeza abierta. Necesitaba la plata y sentirme útil.” Pero también reconoce que ya estaba llegando a un límite: “Estaba deprimido, llorando, pensé que si no me salían esta vez los papeles me iba”. Ahora va a buscar un trabajo legal y mejor pago. Y en sus planes también figura un viaje a Argentina de vacaciones. Porque eso es lo primero en lo que piensa cada uno de los que obtiene los papeles: poder volver a visitar a la familia sin el temor a quedar para siempre afuera de España.
Malditos contratos
“Yo diría que la regularización está fracasando –dice Diego Arcos, presidente del Casal Argentino en Barcelona– y que un 80 por ciento de los que podrían beneficiarse van a quedar afuera. El gobierno no reconoce que fracasa, pero está aflojando en ciertos aspectos. Por ejemplo a los empleadores de servicio doméstico no les pide un mínimo de ingresos, por lo cual hay casos en que una persona que gana 300 euros aparece contratando a otra por 500.”
Según Arcos, desde que se inició el proceso “se presentaron en todo el estado 162.000 expedientes. El 45 por ciento son por servicio doméstico. Y en el 95 por ciento de los casos son aprobados. El problema es que hay pocas presentaciones: la cifra alcanzada en este mes y medio se esperaba en la primera semana”.
Los tres requisitos exigidos –seis meses de empadronamiento, antecedentes penales y un empleador que presente el contrato– plantean diversos problemas. Para muchos extranjeros conseguir los antecedentes penales significa ir a sus países a tramitarlos, con las dificultades que esto implica tanto por los costos como por la inseguridad de no poder regresar. En el caso de los argentinos, dice Arcos, ese problema fue salvado, ya que “el servicio consular ahora está funcionando muy bien”.
Pero el obstáculo principal es otro: la mayoría de los empleadores no quiere hacer contratos y hay muchísimas denuncias por despidos. “Acá se les está pidiendo a las víctimas de la economía sumergida que sean ellos quienes resuelvan el problema. Es como pedirles a las mujeres violadas que solucionen el problema de los violadores –sostiene Arcos–. El empleador que se acostumbra a pagar el 40 por ciento de lo que debiera no quiere pagar el resto. El otro día lo pudimos ver esto en un caso concreto: una persona vinculada al Casal trabajaba en la empresa de un albañil. El tipo tenía un empleado legal y diez ilegales. Si tiene que pagar la seguridad social a los diez trabajadores no puede seguir, tiene acostumbrado a su público a precios por debajo del mercado. Entonces cerró: esa gente se quedó sin el contrato, pero también sin el trabajo.”
Es por esa actitud de los empleadores que muchos optan por presentarse como empleados domésticos, siempre que haya ciudadanos españoles dispuestos a sostener que les dan trabajo. “Es un coladero, basta con conseguir tres personas que firmen que trabajás para ellos, ya que la seguridad social la paga el empleado doméstico”, dice Arcos y cuenta el caso de una abogada argentina que trabaja asesorando a extranjeros en Madrid. “Por su trabajo tuvo una reunión con el responsable de Extranjería, que era quien tenía que firmar la residencia de esa abogada como personal de servicio doméstico. El tipo se reía, porque sabía que ellos están favoreciendo que la gente se regularice así.”
Lo cierto es que muchos inmigrantes ven que la posibilidad de legalizarse se les escapa de las manos. Según Arcos, entre los argentinos (se calcula que hay unos 80.000 ilegales) “pasó la etapa de la angustia, en que iban como locos de un lado a otro en busca de papeles y vino la resignación. La gente está harta. Pero cuando llegue el final del proceso, el 7 de mayo, va a venir el escándalo”. Por eso están organizando movilizaciones de reclamo el próximo 2 de abril, junto con las casas argentinas de otras localidades y más organizaciones de inmigrantes.
No me jodas
Las hermanas Pereyra tuvieron suerte porque su empleador, el dueño de un restaurante de Madrid, aceptó presentar sus papeles. Sabrina tiene 26 años, los cuatro últimos pasados en España. Ya había intentado varias veces la regularización, pero siempre le habían cerrado la puerta. Fue por ella que llegó Brenda a Madrid hace un año y medio, con el empleo de camarera ya acordado en el mismo restaurante. Dicen que aún como ilegales ganan mejor que en Argentina, donde Sabrina trabajaba en una heladería y Brenda en un shopping. “Acá podés salir a la noche, el dinero te rinde más, hay otras posibilidades.”
Pero ser ilegales pesaba. “Una vez –cuenta Brenda– llegaron unos policías al restaurante y tuvimos que salir corriendo. El miedo siempre está, aunque los argentinos pasemos más inadvertidos.” No se atrevían a viajar, ni siquiera a las Canarias, porque habían oído que allí los controles eran más estrictos. Pero lo peor era no poder ir de visita a la Argentina. “Uno oye que alguna gente lo hizo y logró volver a entrar, pero a nosotras nos daba demasiado miedo.”
Una vez que juntaron todos los requisitos, presentaron sus papeles el 17 de febrero. Dice Brenda que se enteró casualmente de que el trámite podía controlarse a través de una página de Internet. Entonces el miércoles pasado se conectó, escribió el número de expediente de su hermana y saltó.
–¡Sabrina, ya está!
–No me jodas –le contestó su hermana, pero miró. Después gritaron un rato las dos. Como para completar el cuadro, al día siguiente el novio de Brenda, que llegó a España dos meses después que ella, también supo que su trámite estaba aprobado. En su caso, le facilitó las cosas el tío de una amiga, un argentino dueño de una empresa de construcción que aceptó presentar su contrato. “No lo podemos creer, estamos muy felices”, vuelve a decir una y otra vez Brenda. Sabrina cuenta:
–Lloramos tanto de alegría que tenemos la cara toda hinchada y una sonrisa de oreja a oreja.
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