SOCIEDAD
› CUATRO JOVENES ESTAN PRESOS POR
HUIR DEL MALTRATO EN UNA INSTITUCION
El peor tratamiento para un adicto
Los chicos habían sido derivados por un juez, a pedido de sus familias, desde Tucumán a una comunidad terapéutica bonaerense que no estaba habilitada. Allí, denunciaron, los torturaban. Para escapar, amenazaron con un cuchillo a los coordinadores. Los acusan de un delito no excarcelable.
› Por Horacio Cecchi
Que la droga es un viaje de ida lo pudieron comprobar cuatro adolescentes de entre 18 y 20 años, y cinco menores, de entre 16 y 17, luego de fugar de una comunidad terapéutica de Tortuguitas, en la que habían sido internados para un supuesto tratamiento de adicciones y de la que huyeron para eludir supuestos malos tratos incluidos en la terapia. Los mayores fueron detenidos y se encuentran hacinados en una comisaría. Se los acusa de haber amenazado con cuchillos a los coordinadores y de haber robado una mochila con ropa, un celular y unos 70 pesos. El delito no es excarcelable y pueden ser condenados a penas de entre 5 y 10 años. Lo curioso es que buena parte de los fugados pagaba su internación y la mitad había sido derivada por el juez de menores Oscar Ruiz, de Tucumán. Ruiz los enviaba para su internación a la Fundación Hoffman, en territorio bonaerense y no habilitada para esos efectos. Hoffman, a su vez, los derivaba a la comunidad terapéutica Volver a Empezar, clausurada por trucha por la Municipalidad de Malvinas Argentinas luego de las detenciones. Tan trucha que uno de sus fundadores retiró a su hijo de la internación por no estar de acuerdo con los métodos empleados para la cura: encierro en pozos, simulacro de ahogo en una pileta, saltos de rana. Para definir las humillaciones y malos tratos, uno de los internos describió al sistema como “igual que la colimba, pero peor”. Intervinieron las secretarías de Derechos Humanos y de Adicciones bonaerenses. Entretanto, la Justicia investiga cuánto sufrió el coordinador con las ataduras y si los fugados deberían continuar su programa educativo en una escuela superior: la penitenciaría.
El hecho que desató las detenciones y la intervención de Héctor Scebba, fiscal de San Martín, y del juez de Garantías Oscar Quintana, no es la fuga de Volver a Empezar, ocurrida en la madrugada del 1º de abril, sino que para lograrla algunos de los jóvenes amenazaron con palos y cuchillos tomados de la cocina a un coordinador y a dos o tres colaboradores, los ataron y encerraron, y se llevaron ropas, un celular y alrededor de 70 pesos. Los 9 fueron detenidos a las pocas cuadras, sobre la Ruta 197 y Acceso Norte. Alojados en los calabozos de la comisaría de Tortuguitas, no hubo dudas a la hora de calificar su delito como robo agravado por el uso de armas, no excarcelable y con penas no menores a los 5 años. Ninguno negó el delito cometido pero todos le dieron la misma justificación: querían escapar del maltrato.
En 2004, varios padres retiraron a sus hijos de una comunidad terapéutica de San Martín y armaron su propia institución. Le pusieron el nombre de Volver a Empezar y alquilaron una quinta en una zona residencial de Tortuguitas, en Benito Lynch y Haití, y una casa en Neuquén 1041, de El Palomar, utilizada como sede de reinserción. Y como carecían de habilitación le pidieron la firma al psiquiatra Silvio Hoffman, quien los proveyó de recibos, firma y conocimiento médico.
Hoffman le explicó al fiscal de la causa que los padres de Volver a Empezar, “para recibir los chicos de Tucumán necesitaban ‘un resguardo’ de alguna institución, la cual en definitiva es la Fundación Hoffman”. En cambio, según el juez de Tucumán Oscar Ruiz, el vínculo era diferente: “Yo pedía la internación con Hoffman –les dijo a los padres–; no sabía que la fundación los mandaba a otro lugar”, lo que indicaría, como mínimo, un escaso interés del juez por sus tutelados.
Resulta curioso que en la fiscalía no le hayan preguntado a Hoffman si la Fundación podía internar chicos, porque la respuesta hubiera sido negativa y hubiera dado inicio al meollo de la cuestión. ¿Por qué estaban internados los tutelados por Ruiz en una comunidad trucha de otra provincia tan distante? Una de las hipótesis a analizar es si Volver a Empezar nació bajo el impulso dado por la propuesta de derivaciones desde Tucumán. Y, de ser así, si Hoffman podría sacar provecho de sus apariciones televisivas impulsando a un grupo de padres a conformar una comunidad donde él pudiera ocupar un lugar más preeminente. Si fuera así, no se trataría de un delito y sólo saldría magullado el prestigio del psiquiatra.
¿Por qué de Tucumán a Buenos Aires? “En Tucumán no hay centros de internación residencial –explicó a Página/12 Alfredo Miroli, ex titular del Sedronar y actual secretario de Adicciones de Tucumán–. En Salta y Córdoba hay algunos, pero centros que encierren compulsivamente no existen en el país.” Según varios especialistas consultados, la Fundación Hoffman vendría a ser la única que recibe pacientes para internación involuntaria. Miroli también sostuvo que “en el 90 por ciento de los casos, a los pacientes que sufren esta enfermedad se los quieren sacar de encima, y por eso la internación pasa de ser una terapia a ser un encierro, aunque no haya motivos para privar de la libertad a un enfermo. Los padres anhelan eso porque no saben cómo manejarse. Los jueces quieren encerrarlos para sacárselos de encima. El encierro, terapéuticamente, demostró que no sirve para la cura”.
Pero lo más sorprendente del caso, en lo que coincidieron tanto los fugados como otros testigos, fue en el programa educativo de Volver a Empezar: “Cuando alguno contestaba mal o hacía algo que no debía se lo ha arrojado a la pileta, para bajarlo y que se quede en la mitad de la pileta flotando –declaró Julio García, uno de los coordinadores–. El objetivo de las medidas educativas es que la persona reflexione”.
“Todo el tiempo los tiene en la mira –declaró uno de los menores refiriéndose a Mariano, uno de los coordinadores–, y cuando alguien se defiende o le contesta mal, éste los tira a la pileta y manda a los internos más antiguos a que se tiren a la pileta y desde abajo del agua los agarran de los pies para hundirlos más hasta casi ahogarse. Al dicente se lo han hecho y le agarra una desesperación total.” El chico dijo también que “tienen que obedecer por el temor a represalias”.
También les ordenaban cavar un pozo, en el que luego debían introducirse y les echaban baldazos de agua fría. Los mantenían encerrados bajo llave. Les prohibían mencionar los castigos a sus padres y si lo hacían eran castigados. Estas y otras escenas de la más avanzada línea educativa para recuperación de adictos fueron las voces que la Justicia aún no pudo escuchar, pese a que fueron declaradas ante funcionarios judiciales.