SOCIEDAD
› FUE SECUESTRADO EN UNA OFICINA Y EL CUERPO APARECIO EN SU AUTO
La misteriosa muerte del financista
Era prestamista. Un hombre lo secuestró en Lomas y apareció muerto horas después en su auto. Sería un ajuste de cuentas.
El hombre, Gustavo Adolfo –como el poeta– y Rodrigo –como el Potro–, con su muerte hizo más honor a su nombre que a su apellido. Lo suyo no fue un accidente. Habría sido, según los investigadores le dijeron a Página/12, un ajuste de cuentas. Prestamista, de 35 años, dueño de una pequeña fortuna con la que “hacía de inversionista”, y de un auto Toyota Corola gris topo, Gustavo Adolfo Rodrigo fue asesinado en la noche del miércoles después de haber pasado algunas horas secuestrado. Se lo llevó un solo hombre de una oficina de Lomas de Zamora cuando trabajaba de su oficio: terminaba el acuerdo de pago de una deuda con su abogado y la representante legal de una papelera de Lanús. “Vaya a saber en qué líos se había metido, o con quién”, pensó en voz alta ayer una fuente policial ante este diario. “El negocio de los financistas se puso duro con la crisis”, apuntó.
Eran las 19.45 cuando Rodrigo junto al abogado que durante los últimos cuatro años le manejó sus asuntos jurídico económicos y la abogada que representaba a una papelera de Lanús –cuyo nombre la policía no quiso entregar– “acordaban un plan de pago de una deuda contraída con el prestamista”. El estudio, al que antes ya había ido la víctima ya que a la abogada la conocía hacía dos años, está ubicado en el barrio Parque Bernal, de Quilmes. Para el hombre que se lo llevó fue un trámite sencillo. Tocó el timbre. Le abrieron la puerta. Era un hombre de entre 30 y 40, petiso, tez blanca, pelo negro corto.
“Quiero la llave del auto que está afuera” pidió armado con un calibre alto que hasta ayer no había sido determinado por los testigos.
El auto estacionado en la puerta era el Toyota de Rodrigo.
Su abogado fue quien le recomendó:
–Dale la llave del auto.
Rodrigo pudo haber pensado que el ladrón tenía demasiada información, que esperaban a que llegara con su importado para robárserlo, que el seguro podría cubrirlo. Pero según los abogados testigos que declararon ayer ante la comisaría 8ª en una causa a cargo del fiscal de Quilmes Pablo Pérez Marcote, dijeron que el financista quedó estupefacto cuando el supuesto ladrón dijo:
–No, ahora venís conmigo.
La policía sostiene que “esta gente quedó asustada dentro de la casa pensando que había sido un robo o un secuestro. Pasó un rato hasta que llamaron porque no sabían si afuera andaba otro vehículo controlando la situación”, le dijo una fuente de la investigación a este diario. La policía comenzó entonces a trabajar en una privación ilegal de la libertad y un robo. “Fue pasando el tiempo y primero creíamos que lo encontrarían pronto sin el auto. Después se esperó un llamado para ver si pedían rescate. Finalmente encontraron el cuerpo”, describieron la jornada.
Fue recién a las cinco de la mañana cuando la policía de Parque Barón recibió un alerta a través de un canal de TV local sobre un auto abandonado. El Corola había quedado a un costado de la ruta a 4800 metros de la Avenida Juan XXIII, cerca de la Universidad de Lomas de Zamora. La zona es la ideal para no dejar huellas. Está entre un descampado y un viejo edificio abandonado. El auto tenía las luces de baliza puestas y un cadáver sentado del lado del conductor, recostado hacia el asiento lateral. Era Gustavo Adolfo Rodrigo con la cara golpeada y un tiro calibre 22 en la frente. No había, según los pesquisas, mensajes en el auto. Simplemente el tiro de gracia.
“Nosotros hablamos con el padre de la víctima y no se desprende por ahora ningún enemigo con nombre y apellido. Claro que somos conscientes de que se trató un ajuste de cuentas por dinero”, admitió ante Página/12 una fuente cercana a la causa. Según los investigadores Rodrigo vivía solo en un departamento de Villa Urquiza y hacía dos meses que se había separado de la última mujer con quien estuvo en pareja. Había estado casado, pero se había separado hacía cinco años. Tenía dos hijos, uno de meses y unaniña de cuatro años. “Vamos a cruzar los datos que tenemos para ver si no hay nada pasional, pero por lo que hay en la causa todo apunta a su actividad”, concluyó un investigador.