Dom 07.01.2007

SOCIEDAD

A falta de protección, organizaron un sindicato

El movimiento de Niños y Adolescentes Trabajadores (NATs) llegó a la Argentina. Obligados a trabajar por razones económicas, sus integrantes luchan por mejores condiciones laborales. Polémica entre ONG dedicadas a la niñez.

Ellos prefieren autodenominarse NATs. En realidad, es la sigla de un movimiento social en pleno auge en países del Tercer Mundo, que nuclea a Niños y Adolescentes Trabajadores. Aunque la Argentina se integró tarde a esta corriente, con fuerte presencia de Perú o Chile, en la actualidad unos 200 chicos de entre 6 y 18 años de todo el país se unieron al movimiento para luchar por mejores condiciones laborales. Este fue el motor que impulsó a pibes y pibas de Mar del Plata, y casi al mismo tiempo a los de Córdoba y Jujuy, a crear este espacio donde se reconocen como niños trabajadores. Para algunas organizaciones, digerir esta realidad es imposible ya que es contraria a la ley que defiende los derechos del niño. “No podemos combatir el trabajo infantil dando al niño un mameluco y un casco”, sostienen. Para otras ONG, que colaboraron en el surgimiento de la organización, la sindicalización de los chicos es una herramienta necesaria para “acceder a una fuente de trabajo digna”.

Ariel Zapana es representante del Movimiento NATs en Jujuy y delegado por la Argentina en el Movimiento Latinoamericano de Niños Trabajadores (Molacnat). Es consciente de la contradicción que encierra la consigna que los aglutina. Sin embargo, se resigna al saber que los principios que rezan en la Convención Internacional por los Derechos del Niño, por ejemplo, se convierten en letra muerta ante las penurias cotidianas. “Somos conscientes de eso. Pero lo que ustedes no ven quizá es la situación que se vive en mi barrio, en mi casa. Tengo que trabajar para ayudar a mi familia porque existe una necesidad”, se justificó.

El se gana la vida desde los 7 años. Empezó limpiando vidrios y botas en San Salvador de Jujuy y hoy, con 18 años, es artesano. Con lo que gana, Ariel puede colaborar con su familia. Ellos viven en Belgrano, uno de las barrios más pobres de la ciudad. Hoy ya no es un integrante más del movimiento sino un educador, tarea a la que lo habilita sus 18 años recién cumplidos.

“Estamos reclamando por algo justo. Queremos trabajar y no queremos ser explotados”, sostiene Ariel. “Ahora queremos difundir en todo el país lo que somos. Esto nos permite conocer nuestros derechos, la situación de otros chicos de la Argentina. Nos da las herramientas para hacernos escuchar”, agrega el chico, que es uno de los encargados de organizar el encuentro nacional que se realizará a fines de febrero en su ciudad natal.

Con esta organización, la Argentina se suma a un movimiento con fuerte crecimiento en América latina. La cuna de la corriente es Perú, donde hay 14 mil menores organizados. También está presente en Paraguay, Chile, Venezuela y Colombia.

En Mar del Plata, la ONG Centro de Reciliencia replicó lo que habían aprendido en un encuentro de NATs realizado en Bolivia en 2001. Aunque desde la organización aclararon que no promueven el trabajo infantil sino que capacitan a niños en diferentes habilidades. “Es bastante difícil la organización del movimiento, pero esto es parte de nuestra cultura. En países como Perú esto es aceptado por la sociedad. Es más, el movimiento está encolumnado detrás de los gremios. En la Argentina todavía causa dolor y espanto y los gremios se encolumnan con la OIT en lucha por la erradicación del trabajo infantil”, comparó Alejandra Murillo, integrante del centro.

“No escandalizarse ante el trabajo infantil es un tarea de sinceramiento que debe hacer la sociedad”, sostuvo. “La realidad es que todos los días se ve a niños saliendo a cartonear con sus padre, a otros limpiando parabrisas. Por ello, creemos que el primer derecho que hay que cumplir es el derecho a la vida y si ellos no salen a trabajar no pueden vivir ni estudiar”, enfatizó. La asociación Conciencia coincide en que “para resolver este problema hay que prevenir y concientizar a través de la educación. Es una problemática muy compleja que requiere de una agenda pública”, enfatizó Susana Finger, directora del Programa Porvenir, que busca erradicar la explotación de niños en la actividad tabacalera de Salta y Jujuy.

Otras organizaciones rechazan esta forma de organización. Basan su posición en los principios establecidos en la Convención por los Derechos del Niño y en el Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que establece que la edad mínima de empleo es de 14 a 18 años. “A un chico que trabaja y que tiene sus derechos vulnerados no se lo ayuda dándole un mameluco y casco sino reclamando que se garantice su derecho a la educación”, aseveró Susana Santomingo, representante de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur integrada por la CGT y CTA.

La dirigente acusó a las ONG, que propician la incorporación de los chicos al movimiento, y a un sector de la Iglesia de capitalizar “la condición de vulnerabilidad de los niños para acceder a financiamiento de organismos internacionales y de esa forma mantener la situación de pobreza”. “Aceptar que los chicos se organicen no sólo naturaliza el trabajo infantil sino que además no obliga al Estado a gastar energías en cumplir su rol”, sostuvo.

Desde el otro sector rechazaron las acusaciones. “Son los mismos chicos los que quieren luchar por un trabajo digno”, responde Esteban Ricci, educador en Mar del Plata.

Informe: Elisabet Contrera.

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