Mar 03.04.2007

SOCIEDAD

Un preso que había denunciado un encargo fue asesinado en Campana

Un jefe de la Unidad 3 le había encomendado el trabajito de atacar a puntazos al defensor Gabriel Ganón. El preso denunció el encargo ante la Justicia. Apareció muerto a fin de marzo.

› Por Horacio Cecchi

La preocupación del Servicio Penitenciario Bonaerense por el trabajo de sus internos con miras a la readaptación es indiscutible. Precisamente, a fines del año pasado, a uno de ellos –el interno Juan Gómez Ramírez de la Unidad 3 de San Nicolás– se le encargó un trabajito que debía realizar a dúo, con un colega de pabellón, el interno Alvarez Centeno. El trabajo consistía en lastimar al defensor general nicoleño, Gabriel Ganón, por sus permanentes ocurrencias de presentar hábeas corpus, amparos, visitar cárceles, denunciar la corrupción y demás palos en la rueda al inexorable camino a la limpieza final. Como todo trabajo estatal, al dúo se le proveería de herramientas de trabajo (facas). Ocurrió que ambos se negaron a la práctica y, para colmo, la denunciaron ante una fiscalía entregando las herramientas estatales. Ramírez ya había denunciado a sus patrones en enero de 2005 y repitió en Nochebuena de 2006. Con semejante historial, el 25 de marzo pasado, Gómez Ramírez fue despedido a cuchilladas hasta la muerte. Las autoridades dejaron trascender que murió en una pelea entre presos. Curiosa deducción la del Servicio: el preso se encontraba en su celda individual, a las 7 de la mañana, un horario en que las puertas se encuentran cerradas con candado. Obviamente, por fuera.

Juan Gómez Ramírez se encontraba en la Unidad 21 de Campana a fines de 2004 y principios de 2005, cuando el defensor general de San Nicolás, Gabriel Ganón, y la defensora oficial de San Isidro María Gómez visitaron esa cárcel de improviso. Allí, además de la desastrosa situación de las comidas y del hacinamiento, recibieron testimonio de una inmensa cantidad de presos. Entre ellos, Juan Gómez Ramírez, alojado en un buzón de castigo por una falta que negaba haber cometido: el SPB lo acusaba de haberle encontrado una faca en su poder.

A fines de noviembre, la Defensoría General nicoleña recibió el llamado de un preso de la U3, de San Nicolás. Era Alvarez Centeno, que intentaba advertir que le habían encargado herir a Ganón. A los pocos días, otro interno recibió el encargo y desistió. El 1º de diciembre, Alvarez Centeno y Juan Gómez Ramírez denunciaron ante la fiscal Franca Padulo que les habían encomendado atacar a Ganón y presentaron unos bisturíes que les habían entregado para cumplir con el encargo. Ambos apuntaban contra el mismo oficial (de apellido Roselli) señalado en la denuncia anterior. Padulo abrió la causa 108.311.

En Nochebuena, Gómez Ramírez fue testigo de una golpiza generalizada encabezada por Roselli, y de cómo disparaban contra un preso mal visto por la oficialidad. El Día de los Inocentes el propio Ramírez supo que denunciar un trabajito tiene sus costos en negro. El mismo lo declaró en otra denuncia: “Escuché cuando me estaba bañando ‘ahora, ahora’ y siento un golpe en la cabeza con algo de goma y caigo al piso”. Lo patearon, lo llevaron a una oficina “donde me esposan a la silla y empiezan a golpearme. Después uno de ellos me pone una bola en la cabeza y la cierran mientras me siguen golpeando. Me empieza a sangrar la nariz y entonces me sueltan y siento que me inyectan algo en el brazo. Quedé dormido como 24 horas. Cuando me despierto me llevan de nuevo a la oficina, me vuelven a golpear y me inyectan plancha. Después me dijeron que no dijera nada porque me mataban”.

El 25 de marzo pasado, Ramírez se encontraba encerrado por protección en la celda 18 del pabellón 1 de Campana 21. Ese mismo día, por la tarde, las agencias noticiosas repetían la información provista por las autoridades: “Un preso murió al ser atacado por otro convicto con una faca”. Según esa información, el hecho se produjo alrededor de las 7 de la mañana de ese domingo y fue consumado por un solo preso que “ya fue identificado”.

Lo curioso en sí mismo de la información provista es un agravante de la ya de por sí muy seria gravedad del asunto: a las 7 de la mañana todas las celdas deben estar cerradas. Con lo que ningún preso podría circular sin autorización. Mucho menos entrar a una celda ajena y cerrada por fuera. O le entregaron la llave o no era un preso.

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