SOCIEDAD › ORGANIZADA POR TRES ORGANIZACIONES BARRIALES

Los vecinos armaron la fiesta

Los domingos a la mañana la Avenida de los Patricios, en Barracas, es un desierto. Pero ayer las cosas cambiaron. A las 12, cuarenta payasos cortaron el tramo que limitan Olavarría y Lamadrid. Durante un par de semanas, tres organizaciones del barrio, el centro cultural Tierra del Sur, la agrupación vecinal “Construyendo” y la Asamblea de Parque Lezama Sur recolectaron donaciones de comida y juguetes para celebrar el Día del Niño. Trescientos chicos almorzaron, merendaron, jugaron y a las seis de la tarde, con el frío, recibieron el consabido regalo, los paquetes que encontraban al fin de la “búsqueda del tesoro”. “Estoy fusilado”, comentó un joven asambleísta mientras se acariciaba los rizos de la peluca lila. Lo que les queda por delante es menos placentero: para “Construyendo”, reacondicionar las casas destruidas por un incendio días atrás; para la Asamblea de Parque Lezama, debatir qué hacer con la información de que el Banco Comafi ha solicitado el desalojo de la vieja sucursal del Banco Mayo, donde sesionan desde hace un mes y medio.
El festejo empezó con el almuerzo. En Patricios y Olavarría humeaba una olla cuartelera con polenta. Aunque entrenadas en cocinar para muchas bocas, a las mujeres de les costó encontrara el punto exacto. Las vituallas se completaron con quinientas pizzetas y centenares de panchos. No había que preguntarse por qué milagrosa razón los niños obedecieron sin chistar a los coordinadores que los sentaron en círculo para comer: Barracas es un barrio empobrecido casi a la misma velocidad que las zonas del conurbano con las que limita; lo que fue un territorio fabril hoy es enclave de empresas cerradas y comercios vacíos. “Media hora de silencio absoluto. Comieron como si estuvieran en misa”, relató uno de los coordinadores. Con las actividades recreativas, retornó la algarabía: organizados en grupos identificados con insignias y con la calle dividida en áreas, los niños se abocaron a los juegos de la silla, de la papa, de la harina, de la soga (una cinchada) y la carrera de embolsados que los llevaba a un mural que debían pintar. Los padres colaboraban cuidándolos. Para los pocos momentos de descanso, una murga: Los Atorrantes de La Boca.
Pero el summum fue “la búsqueda del tesoro”: más de trescientos críos corrieron alrededor de la manzana buscando las pistas que los condujeran a los regalos. Atrás y sin resuello, los jóvenes malabaristas de Tierra del Sur, los asambleístas de Lezama y los vecinalistas de Construyendo (muchos de ellos viven del “cartoneo” y desde hace meses apartaban una parte de la ganancia para solventar la fiesta), irreconocibles aún para sus familiares debajo de los disfraces, los custodiaban y cargaban a los más pequeños: “El que se baja a la calle no participa más, de una se los digo”. El tesoro estaba en la sede de cada una de las organizaciones. Allí se habíam distribuido los juguetes. “Tengo dos chicos más”, pedía una mujer; “para el bebé que dejé en casa”, explicaba otra. “Son unos desalmados”, concluyó una pareja que no dudó en firmar el petitorio que le extendía un payaso. El clown acababa de explicarle que “el Banco Comafi, administrador del fideicomiso del Banco Mayo, pidió el desalojo de la vieja sucursal de Suárez al 1200. Tuvieron el inmueble lleno de mugre y ratas y se acordaron ahora que lo limpiamos, lo pintamos y lo usamos para dar clases y talleres. No queremos la propiedad. Sólo queremos que tenga una vida útil para el barrio hasta que lo vendan o lo alquilen”.

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