SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Pablo Reyner *
En medio de la crisis económica, una de las más importantes de la historia del capitalismo, todos tenemos la certeza de que nada volverá a ser igual. Los grandes actores económicos comparten con los sindicatos la visión de que la crisis es una oportunidad para transformar y mejorar la calidad de vida de todos.
El problema reside en que ambos tienen miradas distintas y muchas veces opuestas sobre cuál debería ser el camino de salida de la crisis. Y en ambos casos la solución deberá atender la problemática de los casi 12 millones de jóvenes entre 18 y 29 años que habitan en nuestro país.
Según datos propios de la juventud de la Central de los Trabajadores de la Argentina, sólo el 50 por ciento de los/as jóvenes de esa franja etaria tienen un empleo formal y participa plenamente del mercado laboral. El otro 50 por ciento se debate entre trabajos precarios y el desempleo. Según nuestros datos, esos 6 millones de jóvenes que padecen problemas de empleo se subdividen en 2,5 millones de trabajadores jóvenes precarizados; 2,5 millones desocupados; 1 millón que están definitivamente por fuera del sistema económico y social. Es decir, sin trabajo, sin educación, sin cobertura médica y sin acceso a la vivienda.
La solución a este flagelo o saqueo laboral tiene que venir de la mano de una propuesta integradora, que además de resolver los problemas de desocupación laboral restituya a los/as jóvenes a una vida cotidiana ligada a la dignidad más que a la supervivencia. Por ello, el año pasado, la juventud de la CTA presentó en el Congreso de la Nación el proyecto de Ley “Primer Empleo y Formación” que apunta a resolver el problema laboral y la desocupación juvenil. Proyecto de ley que duerme en los despachos de nuestros legisladores.
Aunque destacamos que la situación de los/as jóvenes no se circunscribe sólo en lo laboral, también detectamos dificultades en el acceso a la educación, la salud y graves déficit en el acceso a la vivienda.
Nos parece que la sociedad debe dejar de mirar al costado o dejar de subir los vidrios de sus autos cuando en cada esquina, o en cada senda peatonal se encuentra con la realidad juvenil. Hay que empezar a hacerse cargo de la realidad, las organizaciones juveniles sean de trabajadores, sociales o culturales ya lo estamos haciendo, pero la verdad es que no alcanza.
Necesitamos romper con la hipocresía y sentarnos a resolver nosotros, los trabajadores, los problemas que acucian a nuestra sociedad. Porque los personeros del establishment se nutren de estos conflictos para su supervivencia. Es como pedirles a las patronales del campo que distribuyan su renta extraordinaria entre las escuelas más pobres de nuestro país.
Para que el día de mañana la cultura del trabajo, hoy desdibujada, no sea un eslogan abstracto sino una realidad para todos los y las jóvenes argentinos.
* Director Nacional de la Juventud de la CTA.
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