SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Claudia Jacinto *
Los y las jóvenes, por su lugar de buscadores de primeros trabajos, resultan ser uno de los grupos más afectados por la crisis global del mundo del trabajo. En especial los/as más vulnerables padecen mayores problemas para insertarse laboralmente y para alcanzar un “trabajo decente”. Más allá de la crisis, las nuevas formas de la organización del trabajo y los modelos de acumulación permiten a ciertos individuos movilizarse, y “venderse” en un mercado cada vez más competitivo. Pero esto está permitido sólo a ciertos individuos: aquellos que poseen recursos, reservas, diferentes capitales, no solamente económicos sino también culturales, sociales, relacionales.
Una de las razones es que los más pobres son aquellos que tienen menores posibilidades de terminar la escuela secundaria. Pero más aún, también son según los datos disponibles, quienes menos aprenden en su paso por las escuelas. Para afrontar este problema primero debe reconocerse la múltiple implicación entre las políticas económicas, las sociales y las educativas, y en ese marco, el papel central del Estado como proveedor de servicios educativos de calidad para todos. Mayor flexibilidad institucional y curricular, aprendizajes situados y atractivos para los jóvenes, apoyos diversos desde económicos hasta tutores, calidad de la infraestructura y de los equipamientos y materiales, apertura de la escuela a la comunidad parecen claves para el difícil desafío de incluir a todos en la escuela.
Existe un consenso acerca de que la contribución de la educación secundaria general para la inserción laboral debe centrarse en el desarrollo de conocimientos y competencias generales y transversales. No obstante, en la última década han surgido perspectivas e iniciativas que plantean que la escuela secundaria debe brindar además algunas herramientas más específicas para el trabajo. Se trata de rescatar el valor pedagógico de la formación para el trabajo como fuente de aprendizaje situado, pero también como contribución a la orientación de los jóvenes en sus procesos posteriores de inserción laboral. En efecto, la escuela secundaria es, en el mejor de los casos, el último nivel que tiene posibilidades de terminar la mayoría de los/as jóvenes.
No se trata de formar para un determinado empleo ni de examinar si la educación se ajusta a un empleo en particular. Se trata de formar una visión amplia, reflexiva y crítica sobre el mundo del trabajo que permita colocarlo desde sus dimensiones éticas, políticas, sociales y legales como objeto de conocimiento y de desarrollo de competencias. Asimismo, facilitar el desarrollo de saberes laborales tanto generales como específicos, incluyendo pasantías, emprendedorismo, orientación educativolaboral y articulaciones con la formación profesional. Ahora bien, mejorar las oportunidades de buenos empleos para todos implica esencialmente generar más empleos decentes en el marco de un desarrollo más inclusivo.
* Investigadora del Conicet e integrante de la Red de Educación, Trabajo e Inserción Social (Red ETIS)-IIPE-Unesco.
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