SOCIEDAD • SUBNOTA › EL ROL DEL BANCO MUNDIAL
› Por Cledis Candelaresi
Desde Copenhague
”Nosotros somos fideicomisarios. Tenemos que velar por que los fondos se utilicen según ciertas reglas, por ejemplo, cumpliendo normas ambientales o evitando la corrupción”, explica ante este diario Walter Vergara, el jefe del Programa para Cambio Climático del Banco Mundial. En los últimos meses, la entidad ganó la potestad de administrar multimillonarios recursos para la protección del medio ambiente en ese nuevo rol, adicional a los que manejaba antes.
Las dos líneas nuevas son el Fondo de Tecnologías Limpias, un paquete de 6000 millones de dólares que se presta a 0 tasa de interés. La primera prueba piloto será en México, donde de esa fuente se volcarán 200 millones de dólares para la reconversión de parte del transporte de esa ciudad, una de las que tienen mayor polución en el planeta.
Otra línea es el Piloto Programático para Problemas Climáticos, que tendría la forma de subsidio y que se sostiene con recursos de donaciones hechas por algunos gobiernos, como el británico o el japonés. Bolivia está entre las naciones candidatas a recibir esta subvención que también administrará la entidad que preside Robert Zoelick. También hay conversaciones con Argentina para financiar algún proyecto que modere el impacto que el calentamiento tendrá sobre la zona de Cuyo, aunque aún no se definió bajo qué forma.
El rol de administrador de estos primeros recursos que los desarrollados aportan para mitigar el problema en el resto del mundo es modesto en relación con el que le quieren otorgar las naciones desarrolladas en Copenhague. Estos países aspiran a que sea el Banco Mundial el que se ocupe de canalizar el gran paquete de dinero para la adaptación y mitigación que ahora se esta discutiendo en esta cumbre. Aún no hay ni monto definitivo ni prorrateo del esfuerzo entre los aportantes ni detalle de quiénes y cuánto se beneficiaran.
Los subdesarrollados prefieren que sea una dependencia de la propia Naciones Unidas la que se encargue de eso. La fórmula no es fácil. El BM acredita experiencia, aunque no siempre de la buena. Más de un economista en esta convención da fe de que este organismo multilateral opera por doble vía: presta para proyectos limpios con la misma soltura que financia la compra de una nociva usina alimentada a carbón.
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