Desde Copenhague

“Somos guerreros, no se metan con nosotros”, advertía Hugo Chávez, medio en serio, medio en tono de chanza, con un abrazo lateral a Evo Morales en el escenario de la conferencia de prensa que ambos mandatarios improvisaron para anunciar su retiro de la cumbre porque ya no habría un documento de consenso. La decisión fue presentada como del bloque Alba, la Alianza Bolivariana, iniciativa promovida por el mandatario venezolano y a la que adhieren otros como Ecuador, Cuba y Nicaragua. Los discursos de los funcionarios se centraron en la denuncia al capitalismo y eludieron cuestiones técnicas.

Fue la ministra de Patrimonio Natural del Ecuador quien hizo una síntesis de la denuncia formulada por el bloque, y aclaró que Brasil, China y la India comulgan con esta postura, aunque no estuvieran presentes allí. “Denunciamos las prácticas antidemocráticas, violatorias de los procedimientos de Naciones Unidas. No podemos aceptar que países de elite tomen decisiones que nos involucren y quieran imponérnoslas”, sentenció Marcela Aguinaga.

Aludía a la posibilidad, luego concretada, de que se presentara al final del evento un documento distinto a cualquiera que pudiera haber surgido del trabajo que durante días realizaron los dos grandes grupos de negociación: el que discutió una prórroga del Protocolo de Kioto y el que intentó construir las bases de un acuerdo totalmente nuevo. En rigor, la misma maniobra que objetó el presidente de Brasil durante su vehemente exposición del mediodía.

“Hay que reforestar el planeta. Tenemos que frenar la depredación capitalista”, sintetizó el venezolano cuando una periodista brasileña le preguntó específicamente su opinión sobre los avances técnicos del grupo Redd, aquel que se aboca a analizar las complejas alternativas para combatir la deforestación del planeta. A esa inquietud expresada en portuñol le siguieron otras varias en inglés, que el canciller nicaragüense –erigido en moderador del encuentro–, hizo formular de corrido, habilitando extensas respuestas que finalmente no iban a la médula de la pregunta planteada.

“Lo que está en debate son las dos formas de vida: la del capitalismo que no respeta a la Madre Tierra, y la del socialismo, que intenta armonizar la vida con ella”, consideró Morales. La colaboradora del presidente Rafael Correa lo asistía como intérprete, mientras una joven traductora hacía lo propio con Chávez, quien en cuanta ocasión tuvo aludió a un juicio de Fidel Castro plasmado en una nota en su poder. Allí el líder de la Revolución Cubana calificó de “ingloriosa” la clausura de este encuentro sin un documento consensuado.

Pero en el mismo estrado estaba el vicepresidente cubano, Salvador Ceren, quien en tono cansino, totalmente ajeno a la premura que impone el ritmo frenético de una sucesión de conferencias de prensa de este evento, detalló cómo la revolución isleña limita las emisiones de carbono “enseñando a los muchachos” a organizar la agricultura. Chávez lo interrumpió prometiendo contar en un minuto lo que le llevó diez: cómo en su país se crían “animalitos” (bacterias) que devoran plagas sin necesidad de fumigar, cuidando de ese modo el ambiente.

El presidente de Bolivia eligió conceptos contundentes. “No se trata sólo del clima. Se trata del hambre y del racismo. Se trata de las desviaciones del capitalismo.” La funcionaria ecuatoriana, en tanto, fue más precisa aun con el remate de su intervención. “Cuestionamos la falta de compromiso real de reducir las emisiones de los países desarrollados. Se están olvidando de la deuda histórica de contaminación que contrajeron.” Fuera del salón, en tanto, se buscaba desesperadamente algún papel que evitara la clausura ingloriosa, según los términos de Fidel.