Dom 08.12.2002

SOCIEDAD • SUBNOTA  › LA BRONCA POR LA DIFUSION DE DATOS

Contra los medios

La presencia de los medios es incómoda. Tal vez ése es el único acuerdo claro entre quienes fueron secuestrados. Pueden diferir sobre las formas de encarar una negociación, sobre la relación con sus captores, pero para todos el tema de los medios es un interrogante que deben resolver. La crítica lanzada por Antonio Echarri después de su liberación funciona para quienes pasaron por una situación semejante como referente. Es así para los Vaccaro, para los Stefanich e incluso para Jorge Milito, uno de los que estuvo a punto de perder su propia negociación como consecuencia de los datos difundidos mientras estaba detenido.
“No sé qué medio fue –dice Milito–, pero a mí se me complicó la vida: de repente me dieron un culatazo para reclamarme la guita por un contrato de Gabriel con Independiente.” A esa altura del encierro, Milito había convencido a sus secuestradores de que pedían demasiada plata. Les había contado cuánto ganaban sus hijos en los clubes y por los contratos. Con esos datos, había logrado desinflar el volumen exigido para el rescate. A la madrugada y mientras su familia hacía cuentas con un anotador y lapiceras en uno de los cuartos de la casa, algún programa de televisión lanzó a modo de hipótesis los números del contrato de Gabriel con Independiente. “A ver –le dijeron entonces–, ¿dónde tenés lo que se llevó tu hijo Gabriel?”
Uno de los temas que más criticó Antonio Echarri después de su secuestro fue la difusión de las grabaciones de las conversaciones telefónicas que supuestamente existieron entre su hijo Pablo y los captores. Milito padre también tuvo acceso a ese material, escuchó sus conversaciones cuando lo convocaron en el juzgado para la declaración. “Estaba todo –se exalta–, todo, media hora después que me detuvieron, pero yo sé que todo eso se destruyó. Con lo de Echarri no sé qué pasó, pero no me cabe duda de que se pagó muy buen precio.”
Dos días después del secuestro de Claudio, María de Stefanich oyó la primera información pública del caso en el programa que por entonces conducía Daniel Hadad. “Mi marido estaba secuestrado –dice– y lo tenían con los ojos vendados pero con el televisor las 24 horas prendidas, cuando escuchó la noticia casi se muere.” La familia no sabe si la difusión del caso prolongó el cautiverio, pero después de aquel día Claudio estuvo secuestrado seis días más. Meses después, cuando seguían los avances del caso Echarri, escribió una carta a alguno de los medios. “Me daba asco –dice–, te lo juro, no lo podía creer.”

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