Dom 05.01.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA  › ENTREVISTA AL COORDINADOR DE INVESTIGADORES DE LA UBA

“Se fue generando un efecto contagio”

› Por Alejandra Dandan

Gabriel Fajn es coordinador del grupo de investigación de la carrera de Sociología de la UBA que tomó como objeto de análisis este año el fenómeno de las fábricas recuperadas. Durante seis meses, unos quince sociólogos y comunicadores sociales organizaron una base de datos con los registros de 107 empresas y cooperativas recuperadas y trabajaron sobre veinte casos en profundidad. Como punto de corte tomaron el 18 de agosto del año 2000, el momento en el que 53 obreros de Gip Metal de Avellaneda entraban a la fábrica para comenzar seis meses de toma. “A partir de ese momento –dicen– empieza la seguidilla de quiebras o fábricas abandonadas que son retomadas por sus trabajadores de formas similares.” Consideran diciembre de 2001 como un punto que actuó como articulador inédito de distintos actores sociales y el desempleo como el estímulo que reemplazó en esta época a la ideología de otros momentos.
–¿Por qué Unión y Fuerza tiene para ustedes el carácter de originador de este proceso?
–En realidad los comienzos son arbitrarios, uno puede ponerlo en los ‘90 con Yaguané o con el IMPA, pero nos parece que desde Unión y Fuerza se abrió un nuevo panorama donde se desarrolló un modo de replicar métodos distintos de resolución de conflicto. A partir del año 2000 empieza a haber una seguidilla de fábricas tomadas. Lo atípico es que no fueron casos aislados: en menos de dos años tenemos una gran concentración de fábricas recuperadas en todo el país.
–El proceso logró visibilidad después de diciembre de 2001. ¿Ustedes consideran que esa visibilidad aceleró el movimiento?
–Me parece que sí, generó un efecto contagio y de animosidad porque de algún modo, para cierto colectivo, estas experiencias se volvieron factibles. Pero hay que remarcar que existía un germen y que después del 19 y 20 tomaron una dimensión mayor. Las asambleas comenzaron a apoyar a las fábricas, intervinieron los piqueteros; los vecinos generaron enlaces que hasta ese momento no se daban.
–En estos años se han desarrollado dos grandes modelos de gestión obrera, el de las cooperativas nucleadas fundamentalmente alrededor del Movimiento Nacional de Fábricas recuperadas y aquel modelo de Control Obrero con Brukman y Zanon como referentes. ¿En qué se han diferenciado?
–Las cooperativas por ejemplo tienen niveles de desarrollo interesantes en su lógica organizacional, desarrollaron dinámicas internas de horizontalidad, niveles de democracia interna muy altos, tomas de decisiones colectivas, prácticas asamblearias; es decir, una serie de prácticas democráticas ejemplares. Las de control obrero tienen un funcionamiento bastante parecido en ese aspecto, pero el grado de articulación con el afuera es mucho mayor. Se vincularon con piqueteros, con asambleas y no sólo durante el conflicto sino que esta dinámica fue parte de una política muy inteligente y estratégica en su crecimiento.
–¿Cómo se materializa este nuevo tipo de relaciones en las fábricas?
–Si bien hay prácticas que pueden tender a burocratizarse, en la gran mayoría de los casos existen asambleas semanales o quincenales, trasparencia de información y de los estados contables, revisión de las cuestiones jerárquicas anteriores y, por lo tanto, en lugar de tener marcos de jefaturas jerárquicas tienen figuras de supervisión y coordinación.
–¿Todas las tomas fueron forzadas?
–A grandes rasgos, puede decirse que un 80 por ciento de los casos, las fábricas fueron ocupadas con medidas de fuerza, en el resto de los casos la medida se tomó después de una negociación con los dueños.
–Por la experiencia de Unión y Fuerza, puede intuirse que la reactivación incluye varias etapas. En ese sentido, ¿cuál es la situación general de las fábricas?
–Es necesario leer la reapertura como un proceso en el que la producción pasa de un momento de mayor dependencia a mayor autonomía. Una parte importante de las fábricas ha pasado de la etapa de trabajo a façón, donde sólo venden mano de obra a partir de la materia prima que le dan los clientes. Y la mayoría ya combina el façón con cierta capitalización y trabajo autónomo.
–¿Cuál es el grado de compromiso de los obreros con cada uno de los proyectos?
–Este es un punto interesante, puede decirse que el grado de participación es directamente proporcional a las dimensiones que ha tenido el conflicto en esa fábrica. Vimos que existen diferencias marcadas por el tipo de conflicto. En aquéllas donde cualitativamente el conflicto fue mayor, o por los días o por la represión, el nivel de participación aumenta. Puede decirse que las características del conflicto se van a inscribir de distinto modo en las relaciones posteriores.

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