SOCIEDAD • SUBNOTA › ENTREVISTA A ALEX FREYRE
› Por Soledad Vallejos
“Debido al amor y la admiración mutua que se profesan, y luego de cuatro años de vivir en pareja, los actores decidieron contraer matrimonio. Relatan que se conocieron en Mar del Plata, en marzo de 2005, en el marco de un encuentro en que actuaron como coordinadores.” Así comienza uno de los expedientes que bordeó el camino de Alex Freyre y José María Di Bello hacia la unión matrimonial. En su camino, además del amparo que dio lugar –finalmente– a la autorización de la jueza porteña Gabriela Seijas para que la pareja accediera al derecho a casarse en el Registro Civil, se cruzaron otros expedientes: una medida cautelar que sobre el último minuto impidió el casamiento el 1º de diciembre, una denuncia penal por haber desobedecido aquella suspensión al casarse en Tierra del Fuego, una presunta anulación del matrimonio celebrado y que ahora, de seguir lo dispuesto por la mismísima Corte a la hora de evaluar causas sobre matrimonio igualitario, posiblemente refiera un asunto en abstracto.
“Cualquiera se casa –dice Freyre–. La diferencia está en los aconteceres políticos que nos rodearon. Pero en el plano conyugal, quiero decir. Somos iguales que cualquiera. O mejor: tan distintos como cualquier pareja. Y lo digo porque en este tiempo nos han hecho muchas preguntas tontas acerca de las diferencias que pudiera haber entre nuestro matrimonio y otros.”
–¿Qué cosas les preguntaron?
–Por ejemplo, quién cocina. Hay una mirada heteronormativa sobre lo que es un matrimonio. Si bien nosotros nos casamos con las mismas obligaciones, los pactos de nuestra pareja pueden ser tan distintos como en cualquier otra. Lo digo porque por algunas preguntas te das cuenta de que, entre los heterosexuales, puede haber una negación fuerte sobre la identidad del otro.
–¿En qué sentido?
–En el tipo de libertades y derechos que cada persona tiene, pero que al casarse no debería perder necesariamente. José María, por ejemplo, viaja mucho y él ya viajaba mucho antes de conocernos. Eso es parte de él, no tiene por qué cambiar sólo porque nos casamos. Después, como no tengo empleo, el que cobró la asignación por matrimonio fue él. Pero esto pasa como en cualquier otra pareja donde uno tiene empleo y otro no.
–¿El casamiento influyó en sus militancias?
–Bueno, nosotros seguimos militando. Ya teníamos como 15 años de militancia encima, y el habernos casado no interrumpió eso.
–¿Pero las fortaleció?
–Sí, creo que incrementó las posibilidades de incidencia, las potenció en cierto modo por la visibilidad que nos dio, y el acceso a espacios, personas y organizaciones. Lo digo desde la Red de Personas Positivas, por las pensiones no contributivas para personas con VIH, por ejemplo. Desde la Fundación Buenos Aires Sida, yo trabajo con chicas travestis, muchas de ellas están en situación de prostitución. Cada tanto tengo que ir a una comisaría porque se llevaron a alguna de las compañeras, y ahí me reconocen, y todo se allana.
–¿Y en lo colectivo cómo evaluaría lo que pasó desde su casamiento hasta ahora?
–La cantidad de matrimonios y los pedidos de turno marcan la necesidad que existía en cientos de familias en todo el país. Era lo que decíamos nosotros. Nos emocionamos mucho cuando se fueron casando parejas de nuestros amigos, fuimos a muchos casamientos, y faltamos a otros tantos, por falta de tiempo y presupuesto, porque algunos eran lejos. Y también hemos dado charlas sobre matrimonio igualitario, a pedido de agrupaciones políticas, empresas multinacionales interesadas por la diversidad y centros de estudiantes. Durante las tomas en los colegios porteños, el centro de estudiantes del Carlos Pellegrini nos pidió dos veces que fuéramos a hablar sobre el tema, para reflexionar sobre lo que significó, para charlar acerca de cómo lo ven ellos. Y en los movimientos políticos también hay un interés; en los más kirchneristas también hay cierta apropiación de la ley como logro político, y ahora están muy interesados en profundizar con talleres sobre machismo. En esos sectores, pero también en otros, se nota que muchos han militado para la ley de matrimonio sin entender las dimensiones profundas que tenía eso, y con el tiempo se fueron dando cuenta de que estaban en el bando correcto, y por qué. Y están felices. También, claro, hay gente que militó con conciencia.
–¿Ustedes nunca fueron notificados de la supuesta anulación de su matrimonio?
–Nunca. Cuando lo hagan, apelaremos, si es que ocurre la notificación. Pero esa nulidad, hasta donde tenemos entendido, difícilmente vaya a prosperar. Lo más probable es que, llegado el caso, caiga en abstracto, porque ya existe la ley. Sabemos que algunos sectores no nos perdonan que el 28 de diciembre Bergoglio haya perdido para siempre la chance de ser Papa. Pero bueno, también hay que descomprimir un poco la novela: somos dos personas comunes que nos casamos, y después de casarnos, como corresponde, engordamos. Yo antes no tenía esta panza.
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