SOCIEDAD • SUBNOTA › CORTES DE RUTA POR LA FALTA DE ENERGíA
Las columnas de fuego suben espesas sobre el cemento. Es un fogón discontinuo que arde por metros en alguna goma y en los árboles que, derribados por el temporal, cortan ahora la autopista. La noche cayó con fuerza sobre Villa Urbana, Ingeniero Budge, Villa Fiorito y Puente La Noria, anexos todos ellos a la hilerita de faroles apenas iluminados de Camino Negro, en Lomas de Zamora. Los vecinos interrumpen el paso, como hicieron durante todo el día y, por momentos, desde el jueves pasado, en búsqueda de visibilizar el olvido al que, denuncian, están abandonados. El temporal dejó sin escuela a muchos chicos y se llevó la electricidad, el agua y, en más de un caso, las chapas en los techos. Ninguna cuadrilla se presentó a revertir la situación, los bidones de agua escasean y, explican, muchas enfermedades respiratorias se agudizaron.
A unos trescientos metros, la policía libera a eso de las 19 un segundo piquete realizado por los vecinos del asentamiento 17 de Noviembre y los autos llegaron disparados al corte de Camino Negro y la calle Baradero de Villa Urbana. “Quieren que nos enfrentemos nosotros a la gente”, se lamenta uno de los manifestantes, bastón en mano, mientras arenga a sus compañeros a tomar posición. “Esta es la lucha más genuina que hicimos y nadie nos da pelota”, grita, ya alejado.
Una veintena de jóvenes subieron al puente de metal para sacarle a las chapas ese ruido colectivo de las manos y palos golpeando. “Fijate toda la gente en la calle, los piquetes en cada esquina, las gomas encendidas, la policía que sólo se presenta cuando aparece el periodismo y el miedo”, dice Jorge, uno de los vecinos. “Porque acá la mayoría de las familias estamos armadas, no para hacer quilombo, para defendernos del choreo. Yo me dejé bien a mano la tumbera, una escopeta casera. ¡Si hasta mi hija de 18 años, que no es ninguna caída del catre, una estudiante de diseño gráfico, duerme con el revólver abajo de la almohada!” Los vecinos contaban que, a la tarde, el conductor de una moto a la que se le impedía el paso sacó un arma, disparó contra el piso e hirió de rebote a un nene de 8 años del barrio.
La tormenta del miércoles fue “devastadora”, dicen los vecinos, quizá repitiendo la posición oficial que expresaron varios intendentes del conurbano. A una cuadra del corte, los restos de una mueblería mayorista que se incendió hace un mes terminaron de irse abajo sobre la casa de Gabriela Robert, en Falliers al 2400. La planta alta le quedó a la intemperie, la calle está cubierta de cascotes y los postes que sostienen el tendido eléctrico quedaron sostenidos por los cables, a punto de caer. “Nadie vino. Ni a quitar los postes”, acusa.
Ninguno de los seis hijos de Gabriela tiene clases desde el jueves: cuatro de las escuelas del barrio están sin agua ni luz; algunas de ellas sin techo, como la 67. Otras, como la 65 de Santa Marta, se derrumbaron por completo, agregan los vecinos. En Lomas de Zamora, señala la referente de ATE-Sur Silvia Zapata, “el Consejo Escolar municipal determinó que hay 40 escuelas que a la fecha (por ayer) no retomaron las clases”.
Cae el sol y José María Cabaña apura el paso sobre la calle Campana. Entre las calles Miró y Piobaro, también quedó sin electricidad el edificio donde funcionan la Escuela Media 22 y el Instituto Superior de Formación Docente 103, de cuyo centro de estudiantes es presidente. “Estas situaciones fomentan que los pibes abandonen la escuela y generan mucha incertidumbre en el barrio”, resopla cabizbajo.
Barrio adentro, las familias ubicaron un piquete estratégico para evitar que los autos que evaden el corte de Camino Negro lo superen por las primeras cuadras. Arremolinada sobre un fuego, Alicia Arias describe que a partir del temporal, los vecinos no sólo están sin luz ni agua, sino que la mayoría de los colectivos dejaron de pasar por la zona no bien oscurece, muchos techos quedaron destruidos y recrudecieron algunas enfermedades. “Aquí, la mayoría de los chicos sufre de broncoespasmos por la contaminación del Riachuelo y hay gente insulinodependiente que pierden la medicación, que tiene que estar guardada en frío.”
Diego Fernández, de 23 años, vive en la casa de arriba de la de Alicia. Su techo, de machimbre y tinglado, voló arrastrado por las ráfagas de viento. “Mis tres hijos sufren de enfermedades respiratorias y necesitan hacerse nebulizaciones. Isaías, el menor de mis nenes tiene 2 meses y estuvo internado a los 15 días de nacer. Ahora, tengo que pagar un remis que me cobra 50 pesos para ir hasta el (hospital) Garrahan.”
Ayer, la protesta llegó al centro porteño: organizaciones barriales y movimientos sociales de los municipios más afectados de la zona oeste y sur se manifestaron sobre la avenida 9 de Julio.
Informe: Rocío Magnani.
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