SOCIEDAD • SUBNOTA › ENCUENTROS EN UN PUB
› Por Soledad Vallejos
Los segundos martes de cada mes, un pub del microcentro ve llegar a –por lo menos– diez, veinte señores con porroncitos que pueden tener etiqueta, aunque perfectamente también pueden prescindir de llevar marca. Básicamente, porque lo importante es lo de adentro: para el caso, la cerveza artesanal producida por la misma persona que la cargó hasta allí. Todos esos señores portadores de porroncitos se reconocen como miembros de una asociación sin más membresía que la participación y el entusiasmo: el de Cerveceros Caseros, un mundo de aficionados que a veces se profesionalizan, pero siempre intercambian experiencias y comparten datos por Internet, en cerveceroscaseros.com.ar.
“La web nació en el ’98, época prehistórica”, bromea el fotógrafo y catador profesional de cerveza Gustavo Velázquez. “Era muy poca la gente en Capital Federal, bah, en Argentina en general, que hacía cerveza. En ese momento no había proveedores locales, nada. Como mucho, 10, 15 personas en total que hacían cerveza como podían, con recetas pasadas, quizá, de mano en mano, hasta que un día algunos decidieron juntarse.” Tanto tesón habían decidido ponerle y tan en serio se habían tomado la recolección de información para construir un universo paralelo a la gran industria de la bebida, que uno de ellos tomó uno a uno cada consejo; los sistematizó, aplicó las observaciones y mejoró. Con el tiempo consiguió socios y se largaron a profesionalizar el brebaje: hoy ese antes productor amateur es uno de los dueños de Otro Mundo, una de las cervecerías artesanales más conocidas y tradicionales con distribución más allá de su pueblo de origen, en Santa Fe.
En los primeros tiempos del foro, hasta era difícil conseguir materias primas para ir probando cocciones, porque “no había proveedores”. Pero de a poco se terminó generando lo que Vázquez define como “una movida”: “La idea era juntar mucha gente que haga cerveza en su casa para, así, al ser más, poder conseguir los insumos”. En el paso siguiente, un único proveedor, que en realidad abastecía a la gran industria cervecera, aceptó venderles cebada y lúpulo. “Ahora hay más proveedores, pero todavía el único lugar en Argentina en donde crece lúpulo es en el sur”, explica Velázquez, que señala que “se hace el cascade, un lúpulo que ha crecido bien y funciona para la industria”, aunque también existe “uno que se llama nugget, que todavía no tiene mucha aceptación”.
Con el tiempo, las dimensiones de los encuentros y el tráfico en el foro, convertido en web, fueron cambiando, al calor de la misma tendencia en distintos lugares del país. Curiosamente, el pico de consultas y usuarios activos en el foro fue en 2001, en plena crisis, cuando la nota más básica era también la más visitada: “Cómo hacer tu propia cerveza”. “Hoy, las microcervecerías deben producir entre 15 y 20 mil litros mensuales”, estima Velázquez. No es mucha cantidad, evalúa. “No hay un consumo ferviente, porque el argentino no es de tomar cerveza, es de tomar vino. Entonces, más allá de que nosotros hace mucho que estamos, gracias a que venimos haciendo mucha campaña y lo nuestro no es una asociación, no cobra cuota, en la página y en la lista de correo entran hombres y mujeres. Todos aprenden y lo único que pedimos como retribución es que colaboren con el conocimiento”, vale decir, con los relatos y detalles de las experiencias y todo cuanto puedan recolectar en torno del saber cervecero.
Con la facilidad del acceso a Internet, las reuniones empezaron a despoblarse. A la cita estricta le gana por lejos la posibilidad de realizar una consulta un día cualquiera a alguna hora inverosímil y que sea respondida quizá de inmediato. “Ahora no siempre necesitás el mano a mano para ciertas cosas. Pero hay algo que sí es muy tangible: hacés cerveza, se la das a amigos, a tu familia... claro que con la primera cocción todos te van a decir que parece una de marca, pero la verdad es que seguramente es una porquería. ¡Nunca las primeras cervezas son buenas!”
Desde hace más de seis años, los participantes de Cerveceros Caseros se reúnen una vez al mes en Piedras al 100, en un pub que en realidad es un museo. “Pasé de casualidad, hablé con el dueño, le conté lo que hacíamos: juntarnos para probar nuestras cervezas, y que por eso si nos dejaba hacerlo ahí le comprábamos la comida.” El dueño del lugar aceptó. Ahora, en la fecha indicada, “cada uno lleva una heladerita. Llevas seis, ocho botellas grandes y alguna chiquita. La idea es degustar y criticarnos”. Eran 15 personas y 100 litros. “Arrancamos ocho, ocho y media de la noche y nos quedamos hasta las doce. No es mucha cerveza, eh: en cuatro, cinco, horas que estás ahí, más la comida, no es tanto. Y además la cerveza artesanal se digiere de otra manera, porque tiene otros azúcares y otra fermentación.”
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