SOCIEDAD • SUBNOTA
“Las aplicaciones como Tinder están muy copiadas de las páginas de contactos personales, que no tienen datos de GPS. Pero las aplicaciones tienen la ventaja de que es impactante estar en algún lugar, prender la app y ver que un montón de gente alrededor tuyo también la usa”, dice Juan, usuario de esta aplicación y de otras entre personas del mismo sexo.
–¿Cuál fue el lugar en que más te impactó eso?
–En la playa, algún bar gay. Es loco: te empiezan a llegar mil mensajes, es más fácil acercarte. Por eso digo que estas apps tienen mucho que ver con la concepción de las relaciones gays: mucho más ligadas a lo físico, a lo directo.
–¿No saber quién es la otra persona con la que por ahí te citás no es un problema?
–Tenés cuestiones sobre la seguridad, pero ahí te marco otra diferencia: en la cultura gay es común que haya poca fobia a eso. En las páginas de contactos, por lo general tenés que poner mucha información personal, eso hace que para el otro sea más fácil confiar. ¿Quién pondría, si no, sus datos en una página para ir con un tipo que no sabés quién es? Estas aplicaciones un poco aprenden de eso. Y por otro lado, si no cerrás nunca la app, son programas que te exhiben permanentemente, estás como cotizando en Bolsa todo el tiempo. Lo dejás prendido y estás a la venta.
–¿Entonces no hay desventajas?
–El único problema es creerse el mensaje que te dejan estas aplicaciones. Son muy impersonales, dejan un mensaje de mucha soledad. Eso lleva a incrementar la ansiedad social del contacto frente a la máquina.
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