SOCIEDAD
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Gays y Biblia
León Ferrari *
La Biblia (que según el Concilio Vaticano II expresa todo lo que Dios quiso decir y sólo lo que quiso decir) establece con claridad la posición de la religión católica frente a la homosexualidad y la sodomía. El Antiguo Testamento dice (Lv 18,22) No te echarás con varón como con mujer: es abominación, y (Lv 20,13) Cualquiera que tuviese ayuntamiento con varón como con mujer abominación hicieron, entrambos han de ser muertos. En el Nuevo, San Pablo (Ro 1,23) se refiere primero a las mujeres, que mudaron el natural uso en el uso que es contra naturaleza, y luego a los hombres que dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y termina afirmando que Dios declara que los que hacen tales cosas son dignos de muerte. En otra epístola (1Co, 6,9) el santo asegura que ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas ... tendrán parte en el reino de Dios.
A pesar de estos antecedentes, el teólogo especialista en bioética Leonardo Belderrain, en una nota publicada en Página/12 del 2/8/03, afirma que juzgar conductas homosexuales como inmorales no expresa lo esencial de la catolicidad. Esencial o accesoria, la condena de las religiones bíblicas a la homosexualidad es por lo menos una de las causas de esa discriminación, que hoy origina la condena vaticana a los casamientos gay y que ayer recorrió la historia culminando en el asesinato de miles de homosexuales en los campos nazis.
Belderrain agrega que Jesús no se ocupó de moral sexual. Se equivoca. Si bien evitó que lapidaran a una adúltera (un ejemplo más de su enfrentamiento con los fariseos y del doble mensaje evangélico) Jesús no sólo repitió la condena del Antiguo Testamento (Mt 19,18; Mc 10,19 y Lc 18,20), sino que extendió el pecado del adulterio a quienes deseen a una mujer aunque no la posean (Mt 5,28) y a quienes se casen con mujer separada mientras viva el primer marido (Mt 5,32 y Ro 7,3), fundamento de la guerra vaticana al divorcio. Incluyó los adulterios y las fornicaciones entre las maldades que contaminan al hombre (Mr 7,21) y acusó a los incrédulos contemporáneos suyos de generación adulterina y pecadora (Mc 8,38). No se olvidó de Sodoma: advirtió que las ciudades que no creyeran en él recibirían un castigo peor que el que recibieron Sodoma y Gomorra (Mt 10,15; Mt 11,24 y Lc 10,12) y comparó su vuelta en el Apocalipsis con la lluvia de fuego y azufre que destruyó a todos en Sodoma (Lc 17,29). Por último, le expresión más hostil de la Biblia contra el sexo es el consejo de Jesús de castrarse para alcanzar el reino de los cielos (Mt 19,12).
De ser cierto lo que cuentan los Evangelios, sólo la locura que le atribuían sus parientes (Mc 3,20) puede explicar estas desconcertantes ideas de la cabeza del Occidente Cristiano. Sorprende que un teólogo las olvide.
* Artista plástico.
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