SOCIEDAD
• SUBNOTA › EL ANALISIS DE UNA PSICOPEDAGOGA DE LA ZONA NORTE
“Tienen todo menos límites”
› Por Mariana Carbajal
“Están llamando la atención de sus padres y aun así no lo perciben. Es una cuestión de abandono. Estos chicos de country tienen de todo menos límites y los límites tienen que ver con la atención.” El diagnóstico pertenece a la psicopedagoga Gabriela Dueñas, quien se desempeña en un exclusivo colegio de la Zona Norte al que concurren alumnos que viven en urbanizaciones cerradas. Dueñas cree que hay otro factor que carga a los chicos de violencia y es el hecho de “percibir que viven en una burbuja, que son unos privilegiados y que afuera de los muros la gente se está cayendo del sistema”.
Tras años de entrevistar a padres y madres de estos chicos, Dueñas tiene una visión muy crítica de los padres y describe a los adultos así: “Están demasiados preocupados por cuestiones individualistas como el hecho de ser aceptados y pertenecer al medio social en el que se mueven. No son papás preocupados por cómo llegar a fin de mes. Si las madres no trabajan, tampoco les dedican tiempo a los chicos: están preocupadas por su clase de yoga o de meditación, por cuestiones estéticas o su personal trainner”. Dueñas, directora del Primer Centro de Posgrado en Psicopedagogía de la Zona Norte cuenta, que en el año 2000, dos chicos de 9º grado hicieron un coma alcohólico en un country durante un fin de semana. “¿Dónde estaban los adultos?”, se pregunta.
También tiene una visión crítica del estilo de vida country, que coincide con el análisis sociológico de Maristella Svampa y Cecilia Arizaga (ver nota central). “Dentro de ese micromundo en el que no hay problemas de seguridad, se desdibujan los límites horarios y los chicos tienen piedra libre para entrar y salir a la hora que quieren. Eso no los ayuda a organizarse. Los límites de horario para un chico, para un preadolescente, son estructurantes del psiquismo”, destaca Dueñas.
Muchos colegios privados con población escolar de countries y barrios privados desarrollan “servicios comunitarios” para ayudar a los habitantes pobres de los alrededores. Estos programas, cuestiona Dueñas, generalmente más que enseñarles solidaridad, les transmiten miseralismo. “Van un día a la villa a jugar con los chicos y les llevan una torta. ¿Es realmente una ayuda? Los alumnos tienen que ir sin uniforme, discretos, se visten de humildes; van con guardaespaldas, en micro blindado y con 2 docentes cada 5 alumnos. Parece más una salida al zoológico que otra cosa, y termina reforzando la exclusión y marcando las diferencias”, señala. Y revela: “Los chicos vuelven con un nivel de angustia muy grande. Esto los carga de violencia y agresión. Los episodios de vandalismo son como juegos, donde tratan de reeditar las escenas en las que algunos destruyen a otros las posibilidades de ser incluidos. Lo que están denunciando al romper es eso: detrás de los bienes económicos se juega la inclusión o la exclusión”.
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