Los cacerolazos y los cambios de presidente, esos grandes, sorprendentes y acelerados cambios que vivió el país en los últimos veinte días, han hecho descansar momentáneamente a las líneas de atención al suicida y de salud mental. Tanto el SAC –Servicio de Atención al Suicida– como la línea del gobierno de la ciudad registraron descensos casi a cero en los llamados de ayuda durante los días más conflictivos de diciembre. ¿Por qué bajan las fantasías de terminar con todo por siempre en esos momentos álgidos? La psicóloga Ana María Rosarolli, coordinadora del área de urgencias de Salud Mental de la ciudad, aventura como hipótesis: “El sacudón es tan grande que la sensación es que hay que esperar a que pare, mientras tanto agarrarme del palo del mástil para poder hacer algo. Siento que si no, nos caemos. Es por eso que en esos días el teléfono suena mucho menos”.