SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Cristian Alarcón
Para una de las fiscales que mejor conocen el entramado narco en la ciudad, la existencia de un orden paralegal no es novedad. “Es una muestra más de autorregulación de gente que en un mundo globalizado migra y en forma anómica intenta construir espacio territorial acumulando dinero. Cuando no hay calidad institucional y el Estado no genera políticas efectivas todos los grupos –desde los extranjeros a los líderes comunitarios– autoconstruyen sus propias reglas de convivencia”, dice Mónica Cuñarro en su rol de analista y académica. Cuñarro, ex titular de la oficina de apoyo a la investigación de drogas, la Ufidro, es fiscal en lo criminal de la Capital pero además coordina el Seminario de Drogas en la Facultad de Derecho de la UBA.
–¿Cómo explica usted la paralegalidad en la ciudad de Buenos Aires?
–Para mí hubo un período previo a la salida de la cárcel de los que estuvieron presos y que ahora manejan este territorio que coincide con un período de desgaste institucional en la Argentina: el de la crisis.
–¿Ante la crisis ellos esbozaron respuestas que el Estado no?
–Lo cierto es que salieron de la cárcel en el momento de mayor debilidad institucional. Generaron la más amplia dimensión del poder, perimetrando la zona, decidiendo quién entraba y salía, quién habitaba, a quién se le vendía, quién se queda y a quién expulsan de la villa, hasta que llegó a un punto en que el Estado no lo pudo controlar. No pasa solamente con ellos. No quiero estigmatizar sólo a los peruanos. Lo mismo se advierte en cualquier barrio, nada más que la conflictividad es diversa y depende del estatus social de cada barrio.
–¿Cuál es la lógica de construcción de estos grupos?
–Para que cualquier grupo pueda crecer deben acumular capital, por eso hay un entramado muy rígido de roles internos. Quien es soldado es soldado. Quien es sicario es sicario. La novia es la novia. El líder es el líder. Si no, hay anarquía. Eso es lo que les permite acumular y crecer. Están sobreadaptados al sistema capitalista.
–¿Esto se relaciona con el crecimiento económico?
–Es evidente la recuperación económica pero no la institucional. En estos sitios no hay un Estado presente que pueda negociar o ser creíble para articular políticas de seguridad y sanitarias y de represión en los grandes casos. Esto lleva a que la conflictividad interna y cotidiana, doméstica, la maneja quien tiene el poder territorial, sea narco o no.
–¿El poder territorial del que habla tiene aspectos positivos?
–El poder territorial, económico o asistencial, resuelve pero no articulando en un proyecto político. Es limitado a ese ecosistema propio y cada uno diverso del otro, no solo en la villa, en cada territorio, desde el country, a la villa 31 bis.
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