SOCIEDAD • SUBNOTA
Estos artistas sobre ruedas tienen un sueño final, donde el tren es, como máximo, un paso intermedio, un trampolín. Algunos saben que el transporte público es sólo un paso, que va a quedar atrás en caso de lograr el objetivo. Otros, más sentimentales, se encariñaron con el pendulante pasillo y les cuesta imaginarse totalmente alejados de él.
Entre vagón y vagón, ya habituado a conseguir aplausos de un público que suele ser parco, el cantante Mauro imagina: “Si logro mi objetivo de que me contrate una discográfica, la idea es salir del tren. Tal vez volvería a tocar al tren de vez en cuando, pero por puro placer”.
En el horizonte de cada uno está lograr una estabilización en la actividad artística que los apasiona, pero el ámbito ferroviario es el único escenario que se les abre en la actualidad, y lo aprovechan. “Uno busca vivir de lo que le gusta, y es difícil hacerlo si no tenés una cuña para firmar un contrato ya. Y en este transporte público tenés asegurada la masa de gente, siempre hay un rebusque, porque acá la moneda está”, grafica Mauro, arrastrando en el portavalija el micrófono y el parlante.
El aprecio por el lugar que hoy les da el sustento salta a la vista. Pero, pese a su condición de artistas, los murgueros son más pragmáticos. Con poco más de un año de experiencia en los andenes y vagones, al tren lo tienen como un espacio intermedio para próximas etapas. Es posible que les resulte más fácil porque sus lazos con el lugar todavía no se afianzaron.
“Nosotros obviamente sabemos que si pegamos algo concreto de lo nuestro, no aparecemos más en el transporte público. Es un lugar para zafar, pero te desgasta a pleno”, explica Abel, cuyas rastas acompañan el movimiento de su cabeza. “Para nosotros es un espacio meramente laboral, ahí vamos a buscar la plata”, se sincera.
La propia vocación poética de Marcos, el escritor, lo lleva por otros caminos, más románticos. Hace seis años que vive de la venta de sus libros a los pasajeros, muchos de los cuales ya lo conocen. “¿Para cuándo el próximo?”, suelen preguntarle cuando pasa. Y eso para él es invalorable.
En sus libros siempre figura una dirección de correo electrónico, a la que les pide a sus lectores que le envíen críticas y sugerencias. “El contacto con la gente, que los lectores te manden un mail contándote lo que les generan tus párrafos o estrofas, es impagable. Por eso creo que si lograra mi meta de que una editorial me publique un libro, no dejaría de ir al tren, porque es el lugar donde empecé”, sostiene, reflexivo.
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