Dom 16.12.2007

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EL COMEDOR DONDE LAS DOS MADRES ALIMENTAN A MAS DE 500 PERSONAS

“Si no lo hacemos, nadie lo va a hacer”

› Por Eugenio Martínez Ruhl

A pocas cuadras del estacionamiento y las ferias está el comedor Manos Solidarias, que también llevan adelante Isabel y Alicia. Allí se preparan grandes cantidades de comida, con la que se alimenta a más de 500 personas del barrio mediante el sistema de viandas. Como no hay lugar suficiente para que todos se sienten a comer en la pequeña casa donde se aloja este espacio solidario, el modelo consiste en que cada vecino se lleva en un recipiente la cantidad de porciones que necesita para su familia. Por la tarde y tras entregar la merienda, se dictan clases –muy concurridas– de apoyo escolar.

En el hall exterior del comedor dos nenes juegan ensimismados junto a un montoncito de arena. No les preocupa nada más que las formas que le dan a ese material, y casi no reparan en quienes le pasan por al lado. Mientras toman mate, en un receso de la frenética actividad que se vive en el lugar, Isabel y Alicia pasan revista de todas las falencias que sufre el barrio. “Nosotras intentamos luchar por el presente y el futuro de nuestros chicos, y por mejorar nuestro barrio. Sabemos que si no lo hacemos, nadie lo va a hacer por nosotros”, resalta Isabel, que tira una frase tras otra.

Es de tarde y el polvo de la calle se levanta con fuerza. Hay algo de asfalto, pero mayoría de tierra. De pronto aparece Fiorella, una nena de pelo brillante y sonrisa fácil, con una mandarina a medio comer en una mano y una botella vacía de gaseosa, de ésas en las que entran más de dos litros. Es que se acerca la hora de la merienda. “A las 15 empezamos a calentar de a poquito la leche, que la gente viene a buscar para llevarse a su casa, igual que con las viandas”, comenta Alicia, que ya le robó un beso a la nena.

Empiezan a desfilar mujeres, niñas y niños con botellas vacías de diferentes tamaños y colores. Isa y Ali, como le dicen todos a estas dos mujeres, saben indefectiblemente los nombres de cada uno, pese a la cantidad. Algunas madres –en su mayoría muy jóvenes– llenan el recipiente con la leche y se van, otras se quedan conversando un rato en el lugar. “Nosotras tenemos un registro de toda la gente que viene; son unas 540 personas por día, y casi siempre las mismas, pese a que no ponemos restricciones”, señala Isa.

El comedor se sostiene mediante un sistema de socios, que son personas del barrio que aportan el dinero que pueden para que el proyecto subsista. Según las encargadas, muchos de los que empezaron contribuyendo, con el tiempo se quedaron sin trabajo y no pudieron seguir. Por eso el espacio tiene otras patas en las que apoyarse: “Por el tiempo que hace que estamos (el lugar empezó a funcionar como un merendero en 1979) conseguimos un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social. Además, el municipio nos entrega alimentos, a lo que se suman las donaciones de instituciones del barrio y de los chicos del estacionamiento (ver nota principal)”, enumeran las mujeres.

Pero no son sólo ellas dos las que llevan adelante el comedor. En Manos Solidarias se desempeñan 30 mujeres, a las que ante la falta de posibilidades de pago, Isabel y Alicia les tramitaron un Plan Trabajar. Según Isa, “lo que hacen acá se toma como contraprestación. Con su tarea en este espacio, ellas dignifican esos 150 pesos que reciben por el plan. Así nosotras buscamos impartir la cultura del trabajo”.

Nota madre

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