Dom 16.12.2007

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EL PACO Y LAS MADRES QUE COMBATEN A LOS QUE TRAFICAN

Una pelea con mucho para ganar

Los datos sobre la irrupción del paco en el mercado de las drogas ilegales en Argentina son inciertos. Algunos toxicólogos afirman que sustituyó a la pasta base de cocaína (PBC) que se consumía hasta siete años atrás, un dato que vincularía este fenómeno con la crisis de 2001. Es que, químicamente, el PBC contiene sulfato de cocaína, mientas que el paco no; y tal vez, en esta diferencia de pureza y en el nivel de residuos entre ambas sustancias resida lo que distingue a un consumidor de un toxicómano. El paco mata, como mata el poxiran y otros inhalantes, no existe ningún tipo de consumo sustentable. Esta realidad es la que ha desesperado a las “madres del paco”, o como ellas mismas prefieren ser llamadas: “Mujeres por la vida”.

Hace cuatro años que María Rosa González salió de Ciudad Oculta para lograr que alguien le diera tratamiento a su hijo Jeremías, que entonces había devenido en un fantasma de 40 kilos (su peso normal era 90) o un “fisura”, como dicen los chicos del barrio. Tuvo que juntar monedas para ir al centro y voltear las barreras burocráticas para que la Secretaría para la Prevención y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) le diera tratamiento a su hijo. El petitorio que las Madres por la Vida le entregaron al ex presidente Néstor Kirchner en mayo pasado fue muy claro en este punto: “Pedimos la apertura de centros públicos y gratuitos especializados en adicciones, de fácil acceso a la población de escasos recursos e instalados en zonas cercanas a las poblaciones con mayor tasa de prevalencia; el acceso inmediato al tratamiento, evitando trámites burocráticos, teniendo en cuenta que en los barrios de bajos recursos se registran menores de 8 años adictos y la creación de un organismo dependiente del Ministerio de Salud de la Nación de asistencia urgente y unirvesal, independiente de la Sedronar”.

Este y otros reclamos derivaron en la apertura de Casa Puerto ubicada en barrio de Flores, en marzo de este año. Fue el primer centro porteño de tratamiento para los adictos al paco. Allí, las madres conocieron la “segunda exclusión” que sufren sus hijos, aislados socialmente por vivir en la pobreza y marginados por sus propios entornos debido al consumo. La mala fama del paco levantó las protestas de varios vecinos de Flores, que no querían compartir ni la vereda con los chicos que iban a atenderse. Al mes siguiente, se abría otro centro, sobre calle Bonorino, cerca de la villa 1.11.14. Por entonces, se leían los slogans del gobierno porteño: “Dejá el paco, volvé a tu casa”.

Más allá de la llegada del paco a las clase media, según los datos de la Federación de Organizaciones no Gubernamentales de la Argentina para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas en los últimos tres años la cantidad de consumidores de paco se quintuplicó y su uso se expande entre los menores de edad. El problema también hace estragos en Uruguay y las madres, que habían visto en la prensa argentina la movida de María Rosa, decidieron organizarse. Allá el consumo de estupefacientes no está penado por la ley y el enfoque de reducción de daños es aplicado con éxito desde hace varios años. Estuvieron en Buenos Aires a mediados de julio y, según le contaron entonces a Página/12, lo primero que destacaron fue la poca burocracia que hay en Uruguay a la hora de brindar ayuda: los adictos están más cerca del hospital que de la cárcel. En Montevideo, al paco le dicen “la maldita lata” –por la forma en que se prepara el paco, calentando la base de alumino y aspirando por la ranura– y el nombre elegido por ellas ha sido “Madres de la Plaza”, un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo y sobre todo a la idea de la desaparición, bajo los efectos del paco, del cuerpo de sus hijos.

“En el paco, la única reducción de daños posible es la eliminación de la miseria.” Esta frase encabezó el último Encuentro sobre Riesgo Social de la Pasta Base - Paco, organizado por el Movimiento Madres en Lucha, compuesto por familiares de adictos al paco y otras drogas. Algo similar reclaman las “Mujeres por la vida”, integrado hoy por más de 150 madres de distintos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el conurbano bonaerense y Santa Fe. Los datos que emanan de los Centro de Prevención de las Adicciones bonaerenses confirman el protagonismo de estas madres. Fueron ellas, casi en el 40 por ciento de los casos, quienes llamaron para pedir tratamiento para la adicción de sus hijos. Paradojas de la desesperación: todavía hoy muchas madres prefieren verlos presos antes que muertos y suelen denunciarlos a la policía.

Nota madre

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