La deva más grande...
Por Maximiliano Montenegro
La de Duhalde parece chiquita, comparada con las devaluaciones de los setenta y ochenta, que desembocaron en las híper. Pero es la devaluación más grande del mundo en la última década. En ninguno de los 19 países con historia capitalista que devaluaron sus monedas en la última década, el dólar se disparó 125 por ciento (el viernes cerró a 2,25 peso) en apenas dos meses. Tampoco hay registros de otro lugar del planeta en que los precios mayoristas hayan aumentado tanto: 18,5 por ciento en los dos meses posteriores a la devaluación. Los principales consultores de la City pronostican que, con la ayuda financiera del FMI, el dólar podría estabilizarse en 3 pesos hacia fin de año y la inflación minorista podría rondar el 40 por ciento. Si Washington bajara el pulgar, se aceptarían apuestas mayores a 5 pesos. ¿Por qué Argentina no puede ser Finlandia o Suecia, ni siquiera Brasil, y corre el riesgo de volver a ser Argentina, en los ochenta?
Finlandia devaluó su moneda en agosto del ‘93. El dólar subió 38 por ciento en un año y la inflación minorista fue de sólo el 2 por ciento... en un año. Suecia devaluó la corona en septiembre del ‘93: el dólar aumentó 40 por ciento en un año y los precios minoristas sólo 4 por ciento. El tercer caso de un país desarrollado que devaluó fuerte en la última década es Italia: en septiembre del ‘92, el dólar empezó a elevarse frente a la lira y en un año pegó un salto del 34 por ciento. Sin embargo, la inflación minorista apenas superó el 4 por ciento.
Hace rato que está claro que Argentina no es comparable con ningún país del Primer Mundo. Pero la liberalización cambiaria de enero pasado también se diferencia notablemente de cualquier otra devaluación en países subdesarrollados, o “emergentes” –como los llamaban hasta antes de la catástrofe argentina en Wall Street– durante los noventa:
- En ninguno hubo un despegue del dólar tan importante en tan poco tiempo. En México, tras la crisis del tequila de diciembre del ‘94, el dólar recién remontó alrededor del 100 por ciento en un año. En Brasil, con la crisis de enero del ‘99, el dólar saltó casi un 60 por ciento en dos meses, pero después se estabilizó bajo ese nivel en el año siguiente. Hoy, más de tres años después, el dólar es un 90 por ciento más caro. Ni siquiera el sucre ecuatoriano se depreció tanto como el peso en el bimestre posterior.
Tampoco en el sudeste asiático, con la ola de devaluaciones iniciada en agosto del ‘97 en Tailandia, el dólar se desbordó tanto en los primeros dos meses. La única excepción a esa regla fue Indonesia, que después de una flotación controlada de la rupia en los dos primeros meses, el dólar explotó en los meses siguientes. Aún así, pasado un año, la rupia se apreció y el tipo de cambio era 170 por ciento más caro que al inicio.
Sólo en Rusia, tras la crisis del rublo en agosto del ‘98, el dólar saltó más alto que en la Argentina de Duhalde: 150 por ciento en los primeros dos meses. Sin embargo, como es sabido, Rusia, al igual que Ucrania y otros países del Este europeo, tienen una historia capitalista muy corta como para forzar las comparaciones con el caso argentino.
- Entre enero y febrero, los precios mayoristas argentinos acumulan un aumento del 18,5 por ciento. Es prácticamente el doble de la inflación mayorista registrada en los otros países que devaluaron recientemente (ver cuadro). En Brasil, por ejemplo, el índice mayorista aumentó la mitad los dos primeros meses y acumuló 12 por ciento a los seis meses. El IPC (índice de precios al consumidor), en tanto, fue de sólo 8,7 por ciento en el año. Vale recordar que el IPC argentino ya suma 5,5 por ciento. Salvo Indonesia, en el resto de los países del sudeste asiático el IPC tampoco se fue mucho más allá del 10 por ciento en el primer año posterior a la liberación cambiaria.
Recontraalto
¿Por qué el dólar y los precios volaron tan alto en Argentina? Consultando a expertos privados, e incluso a técnicos del gobierno, Cash pudo extraer las siguientes conclusiones:
- La decisión de dejar que el dólar se fuera arriba de los 2 pesos fue tomada conjuntamente por Jorge Remes Lenicov y el titular del Banco Central. Remes le fijó un piso alto a la devaluación al clavar en enero el tipo de cambio oficial en 1,40 peso. No fue al azar. Según pudo saber este diario, un estudio elaborado por un equipo coordinado por el viceministro Jorge Todesca decía que ése era el nivel del tipo de cambio que tornaba “competitivas” a las exportaciones argentinas frente a los principales competidores comerciales. Una vez liberado totalmente el tipo de cambio, Blejer y Remes podrían haber mantenido el dólar bien por debajo de los 2 pesos, dado el nivel de reservas del Banco Central y lo exiguo del mercado, acotado por el corralito bancario. Sin embargo, sin el respaldo del Fondo Monetario, ambos creyeron que sería zambullirse en aguas peligrosas: temieron subsidiar una avalancha especulativa de compra de dólares por parte de los importadores y, por sobre todo, no supieron cómo obligar a los exportadores a ingresar al país las divisas que vienen reteniendo en el exterior desde diciembre a la espera de más devaluación.
- Dicho sea de paso, es insólito que los exportadores –en especial, los agropecuarios– se quejen porque el gobierno les impuso retenciones de apenas 10 y 5 por ciento a sus ventas. Como ya se dijo antes, no hay país en el mundo que en la última década haya permitido una suba ordenada del dólar de la magnitud de Argentina. También es interesante mencionar que a mayor tipo de cambio, en una economía tan dolarizada, mayor será el costo de la pesificación que se cargará a la cuenta del Estado.
- Con un tipo de cambio “recontraalto” como el actual, se hace muy difícil mantener en caja los precios de una economía como la argentina. Más allá de la “memoria inflacionaria” y la gimnasia para remarcar de los empresarios locales, hay un hecho objetivo: la devaluación produce inflación. Por un lado, porque eleva el costo de los insumos importados y, en consecuencia, el precio de los productos importados y de aquellos nacionales intensivos en dichos insumos. Por otro lado, porque existe el incentivo a incrementar el precio en pesos de los productos exportables.
El aumento de estos precios se supone que debe ser menor a la devaluación, en la medida que más servicios o valor agregado local –es decir, un costo que no se relaciona con la evolución del dólar– incorpore el producto.
- Pero en el caso argentino, el grueso de las exportaciones son commodities –productos básicos de escaso valor agregado– y, por lo tanto, hay más propensión a dolarizar precios en el mercado interno. Si no, basta observar la impresionante remarcación de precios de bienes esenciales de la canasta alimenticia, como aceites y harinas.
El consultor más escuchado de la City, Miguel Angel Broda, difundió entre sus clientes un informe en el que pronostica que, en el mejor de los escenarios –suponiendo apoyo del Fondo Monetario y continuidad política de Duhalde– el dólar rondaría en diciembre los 3 pesos (200 por ciento de aumento en un año) y la inflación minorista sería de “sólo” 40 por ciento anual. Para ese escenario exitoso se descarta la posibilidad de indexar –al menos– los sueldos públicos, como exige el FMI, con lo que el poder de compra de los asalariados se achicaría en la magnitud de la inflación. Sería un éxito único en el mundo para los que se benefician con la devaluación.