Dom 18.01.2004
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Fuga de...

Por Veronica Gago

La mano de obra argentina más calificada se fuga del país a ritmo sostenido. El fenómeno de “drenaje de cerebros” consolida el modelo productivo intensivo en recursos naturales, en una etapa en la que el conocimiento adquiere aceleradamente mayor peso en las economías globales. Una encuesta a casi 200 investigadores y tecnólogos radicados en el exterior, realizada por el economista Gabriel Yoguel (Universidad de General Sarmiento) y el físico Adolfo Nemirovsky, director de comercialización de tecnología de “The Enterprise Network of Silicon Valley”, con sede en California, permite evaluar algunos rasgos de la diáspora científica argentina. El estudio, que miran con atención en la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt) y en el Ministerio de Economía, plantea, además, ambiciosas propuestas para cambiar el modelo de desarrollo argentino y limitar la dependencia externa de la economía. La iniciativa se suma a los “foros de competitividad” (ver página 4), que acaba de lanzar el Gobierno, en otro intento por revertir la primarización de la economía argentina.
La investigación de Yoguel y Nemirovsky fue presentada, a fines de diciembre a propósito del relanzamiento del programa “Raíces”, una red que busca la retención y la vinculación con los profesionales radicados afuera. El proyecto es impulsado por la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt), cuyo presupuesto aumentará un 90 por ciento este año: de 66 millones de pesos en el 2003 pasará a 120 millones, una cifra todavía ínfima comparada con la inversión en esta área de otros países subdesarrollados.

Cerebros for export
La situación puede aparecer como paradójica desde cierto punto de vista: la Argentina se compara bien con otros países latinoamericanos en términos del volumen y calidad del capital humano dedicado al conocimiento. Así, por ejemplo, el número de científicos e ingenieros por millón de habitantes (703) superaba significativamente a fines de los ‘90 a Brasil (167), Chile (366) y México (213). Y tanto el número de años de escolaridad de la población (8,75 años) como la tasa de enrolamiento en la educación terciaria, es la más alta de los países de América latina (World Economic Forum, 2003).
Sin embargo, apuntan los investigadores, estos números no se traducen -directa o indirectamente– en desarrollos tecnológicos y productivos, ya que el gasto en investigación y desarrollo (I&D) en el sistema productivo en relación al PBI es 3 veces menor al que destina Brasil y 10 veces inferior al de Corea. La causa mayor de tal falencia responde a que el perfil de especialización argentina está centrado en la producción de bienes intensivos en recursos naturales y commodities. De esta manera, Yoguel y Nemirovsky constatan “una relación inversa entre la demanda de calificaciones asociada a los bienes y servicios que la Argentina produce (commodities y bienes intensivos en recursos naturales), y la demanda de calificaciones de los bienes y servicios que importa (bienes intensivos en conocimiento)”. La comparación con Brasil es contundente, ya que pone en evidencia las diferencias concretas generadas por políticas activas para la promoción del retorno de los recursos humanos formados en el exterior: casi el 10 por ciento de los latinoamericanos que desempeñan actividades de I&D en Estados Unidos son argentinos, más de dos veces la proporción de Brasil. A su vez, los argentinos constituyen el 16 por ciento de los doctorados latinoamericanos en EE.UU. contra el 37 por ciento de Brasil.

Una nueva economia
La investigación presentada en la Secyt propone diversas estrategias para “utilizar a la diáspora como recurso crítico en la generación de transacciones, negocios e intercambios de alto valor agregado, y para ayudar al país en una transición hacia una economía basada en el conocimiento”. Las recomendaciones están basadas en experiencias de otros países, relevantes para el caso argentino, y en los propios resultados de la encuesta y sugerencias de los encuestados.
El diagnóstico establece un problemático punto de partida para intentar la “construcción de las competencias necesarias para generar cadenas productivas con incorporación de mayores complejidades tecnológicas y organizacionales”, ya que en las últimas décadas, la estructura industrial perdió complejidad: “se rompieron encadenamientos productivos, no aumentó la subcontratación y por lo tanto se debilitó la trama interempresarial y la posibilidad de sinergias a partir de la generación y circulación de conocimiento entre los agentes más dinámicos de la industria, comercio, academia y Gobierno”, apuntan Yoguel y Nemirovsky.

Ausencia de politica
Según el informe, los casi 200 científicos argentinos encuestados coinciden en que la Argentina debería modificar su perfil educacional
con vistas a un sistema productivo fundado en el software y la biotecnología principalmente. En ambos campos, consideran que existen más capacidades de fundar ventajas comparativas en un incipiente tránsito de la economía argentina hacia las nuevas tecnologías.
A su vez, todos los encuestados enfatizan los problemas que encuentra la mano de obra calificada argentina para lograr una vinculación dinámica entre investigación y desarrollo productivo en el país: desde la falta de políticas académicas orientadas a la retención de los profesionales hasta un conjunto de incentivos suficientes para que retornen quienes realizan su formación en el exterior.

Redes e intercambios
El trabajo de Yoguel y Nemirovsky apunta a la necesidad de articular redes de profesionales en el exterior con instituciones locales para encarar proyectos de desarrollo y reconversión de la economía.
Entre los beneficios de la propuesta de los investigadores, se destaca la posibilidad de un uso de los recursos críticos –hasta ahora desaprovechados– para aumentar los bienes intensivos en conocimiento en el patrón de especialización que se fue configurando en los ‘90. Además, esto generaría, según los autores, un sendero de crecimiento sustentable que permitiría reducir los niveles de inequidad actuales a la vez que disminuiría vulnerabilidad macroeconómica.
El objetivo de generar un flujo de transacciones (negocios, intercambios técnicos y científicos, etc.) entre la diáspora argentina y la comunidad local es poder detectar ciertas ventajas competitivas tras el relevamiento de recursos. Esto incluye, según los autores, la instalación de centros de I&D en empresas tecnológicas líderes, la generación de alianzas estratégicas entre empresas locales con corporaciones internacionales y la capacidad local de crear empresas con fuertes vínculos con la oferta y demanda global.

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