La mano de obra argentina
más calificada se fuga del país a ritmo sostenido. El fenómeno
de “drenaje de cerebros” consolida el modelo productivo intensivo
en recursos naturales, en una etapa en la que el conocimiento adquiere aceleradamente
mayor peso en las economías globales. Una encuesta a casi 200 investigadores
y tecnólogos radicados en el exterior, realizada por el economista Gabriel
Yoguel (Universidad de General Sarmiento) y el físico Adolfo Nemirovsky,
director de comercialización de tecnología de “The Enterprise
Network of Silicon Valley”, con sede en California, permite evaluar algunos
rasgos de la diáspora científica argentina. El estudio, que miran
con atención en la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt)
y en el Ministerio de Economía, plantea, además, ambiciosas propuestas
para cambiar el modelo de desarrollo argentino y limitar la dependencia externa
de la economía. La iniciativa se suma a los “foros de competitividad”
(ver página 4), que acaba de lanzar el Gobierno, en otro intento por
revertir la primarización de la economía argentina.
La investigación de Yoguel y Nemirovsky fue presentada, a fines de diciembre
a propósito del relanzamiento del programa “Raíces”,
una red que busca la retención y la vinculación con los profesionales
radicados afuera. El proyecto es impulsado por la Secretaría de Ciencia
y Técnica (Secyt), cuyo presupuesto aumentará un 90 por ciento
este año: de 66 millones de pesos en el 2003 pasará a 120 millones,
una cifra todavía ínfima comparada con la inversión en
esta área de otros países subdesarrollados.
Cerebros for export
La situación puede aparecer como paradójica desde cierto punto
de vista: la Argentina se compara bien con otros países latinoamericanos
en términos del volumen y calidad del capital humano dedicado al conocimiento.
Así, por ejemplo, el número de científicos e ingenieros
por millón de habitantes (703) superaba significativamente a fines de
los ‘90 a Brasil (167), Chile (366) y México (213). Y tanto el número
de años de escolaridad de la población (8,75 años) como
la tasa de enrolamiento en la educación terciaria, es la más alta
de los países de América latina (World Economic Forum, 2003).
Sin embargo, apuntan los investigadores, estos números no se traducen
-directa o indirectamente– en desarrollos tecnológicos y productivos,
ya que el gasto en investigación y desarrollo (I&D) en el sistema
productivo en relación al PBI es 3 veces menor al que destina Brasil
y 10 veces inferior al de Corea. La causa mayor de tal falencia responde a que
el perfil de especialización argentina está centrado en la producción
de bienes intensivos en recursos naturales y commodities. De esta manera, Yoguel
y Nemirovsky constatan “una relación inversa entre la demanda de
calificaciones asociada a los bienes y servicios que la Argentina produce (commodities
y bienes intensivos en recursos naturales), y la demanda de calificaciones de
los bienes y servicios que importa (bienes intensivos en conocimiento)”.
La comparación con Brasil es contundente, ya que pone en evidencia las
diferencias concretas generadas por políticas activas para la promoción
del retorno de los recursos humanos formados en el exterior: casi el 10 por
ciento de los latinoamericanos que desempeñan actividades de I&D
en Estados Unidos son argentinos, más de dos veces la proporción
de Brasil. A su vez, los argentinos constituyen el 16 por ciento de los doctorados
latinoamericanos en EE.UU. contra el 37 por ciento de Brasil.
Una nueva economia
La investigación presentada en la Secyt propone diversas estrategias
para “utilizar a la diáspora como recurso crítico en la generación
de transacciones, negocios e intercambios de alto valor agregado, y para ayudar
al país en una transición hacia una economía basada en
el conocimiento”. Las recomendaciones están basadas en experiencias
de otros países, relevantes para el caso argentino, y en los propios
resultados de la encuesta y sugerencias de los encuestados.
El diagnóstico establece un problemático punto de partida para
intentar la “construcción de las competencias necesarias para generar
cadenas productivas con incorporación de mayores complejidades tecnológicas
y organizacionales”, ya que en las últimas décadas, la estructura
industrial perdió complejidad: “se rompieron encadenamientos productivos,
no aumentó la subcontratación y por lo tanto se debilitó
la trama interempresarial y la posibilidad de sinergias a partir de la generación
y circulación de conocimiento entre los agentes más dinámicos
de la industria, comercio, academia y Gobierno”, apuntan Yoguel y Nemirovsky.
Ausencia de politica
Según el informe, los casi 200 científicos argentinos encuestados
coinciden en que la Argentina debería modificar su perfil educacional
con vistas a un sistema productivo fundado en el software y la biotecnología
principalmente. En ambos campos, consideran que existen más capacidades
de fundar ventajas comparativas en un incipiente tránsito de la economía
argentina hacia las nuevas tecnologías.
A su vez, todos los encuestados enfatizan los problemas que encuentra la mano
de obra calificada argentina para lograr una vinculación dinámica
entre investigación y desarrollo productivo en el país: desde
la falta de políticas académicas orientadas a la retención
de los profesionales hasta un conjunto de incentivos suficientes para que retornen
quienes realizan su formación en el exterior.
Redes e intercambios
El trabajo de Yoguel y Nemirovsky apunta a la necesidad de articular redes de
profesionales en el exterior con instituciones locales para encarar proyectos
de desarrollo y reconversión de la economía.
Entre los beneficios de la propuesta de los investigadores, se destaca la posibilidad
de un uso de los recursos críticos –hasta ahora desaprovechados–
para aumentar los bienes intensivos en conocimiento en el patrón de especialización
que se fue configurando en los ‘90. Además, esto generaría,
según los autores, un sendero de crecimiento sustentable que permitiría
reducir los niveles de inequidad actuales a la vez que disminuiría vulnerabilidad
macroeconómica.
El objetivo de generar un flujo de transacciones (negocios, intercambios técnicos
y científicos, etc.) entre la diáspora argentina y la comunidad
local es poder detectar ciertas ventajas competitivas tras el relevamiento de
recursos. Esto incluye, según los autores, la instalación de centros
de I&D en empresas tecnológicas líderes, la generación
de alianzas estratégicas entre empresas locales con corporaciones internacionales
y la capacidad local de crear empresas con fuertes vínculos con la oferta
y demanda global.
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