EL TRIUNFO DE BUSH, AMERICA LATINA Y LA RELACION CON ARGENTINA
“Es un área no prioritaria”
Una política exterior de Estado se plantea como prioridad ante la previsible presión por el ALCA en el segundo mandato de George W. Bush. El rol del Mercosur.
Por Fernando Krakowiak
Alberto Cimadamore es especialista en teoría de las relaciones internacionales. Es egresado de la Universidad de Southern California, investigador del Conicet y se desempeña como subdirector de la Maestría en Procesos de Integración Regional de la UBA. Con los resultados de la elección presidencial en Estados Unidos, Cash lo consultó para saber cuáles serán las consecuencias del triunfo de Bush para latinoamérica.
¿Por qué George W. Bush logró la reelección?
–Hay una confluencia de causas internas y externas. La variable externa ha sido más significativa que en oportunidades anteriores. Los atentados y la amenaza terrorista marcaron un quiebre en la historia del país que condicionó la dirección del voto. La percepción de estar en guerra y la búsqueda de seguridad internacional legitimizó con el voto una Doctrina Bush que privilegió la guerra preventiva, el unilateralismo y el militarismo. Irónicamente, esa búsqueda de seguridad implica márgenes importantes de inseguridad para el resto del planeta. Esto es percibido en América latina dado que, desde que asumió Bush en 2001, la proporción de personas con opiniones negativas sobre los Estados Unidos aumentó sustancialmente.
¿Argentina puede esperar cambios en la relación con Estados Unidos?
–No creo que vayan a ocurrir cambios significativos. Argentina está ubicada en un área no prioritaria para Estados Unidos y eso continuará mientras no haya conflictos que gatillen su reacción. Muchos se preguntaban últimamente si al país le convenía más Bush o Kerry. Este tipo de preguntas dirigen las respuestas hacia un lugar equivocado. Parece más relevante cuestionarnos acerca de una política exterior de Estado sostenida en el tiempo y congruente con las prioridades de desarrollo del país. La congruencia es fundamental en momentos en los que Argentina ha optado –acertadamente, a mi juicio– por una relación privilegiada con Brasil, el Mercosur y el restos de los países sudamericanos. Esa opción condiciona lógicamente el resto de las relaciones internacionales del país y exige una definición racional y precisa de las relaciones con la potencia hegemónica.
¿Estados Unidos volverá a insistir con el ALCA?
–El ALCA ha sido definido como una prioridad por el representante de Comercio de Estados Unidos, quien aclaró que, si bien su país continúa comprometido con esa empresa, está dispuesto a negociar acuerdos parciales como lo ha hecho con Chile, Centroamérica y sigue con los países andinos (excepto Venezuela). En consecuencia, es esperable que los Estados Unidos continúen presionando en tal dirección. El Mercosur, liderado por Brasil, está resistiendo lo que se considera una propuesta comercial que no responde a sus intereses al no ofrecer el acceso a mercados requerido para sus productos de principal interés (por ejemplo, agrícolas) y no eliminar los instrumentos proteccionistas implementados por Estados Unidos (antidumping y subsidios a la agricultura). Es momento de analizar cuidadosamente hasta qué punto el objetivo de desarrollo interno del país es coherente con el ALCA.
Pedir coherencia entre una política de desarrollo nacional y la política exterior parece demasiado para un país en el que ni siquiera se discute lo primero.
–Sin embargo, estamos obligados a plantearlo. Uno puede argumentar que la decadencia económica Argentina en el siglo XX se debe en gran medida a una inserción internacional que careció de una coherente definición y articulación entre política de desarrollo y política exterior.
¿Bush podría llegar a impulsar algún cambio en los organismos financieros multilaterales durante su segundo mandato?
–No creo que haya grandes cambios porque los organismos financieros internacionales son instrumentales a Estados Unidos y al Grupo de los Siete. Probablemente se impulsen algunas modificaciones cosméticas a partir de sus evidentes errores y tímida autocrítica, pero será difícilcambiar sensiblemente esos complejos aparatos que son funcionales al mantenimiento del orden hegemónico.