LA REDUCCION DE LA ALICUOTA DEL IVA
De vencedores y vencidos
El Gobierno archivó la iniciativa de bajar el IVA, que hubiera beneficiado a los sectores más postergados. Propuesta para un sistema más progresivo.
Por José Sbattella *
Para interpretar lo que significa la baja del IVA, en especial en la Argentina, lo primero a desmitificar es la teoría que se enseña en las cátedras de Finanzas Públicas sobre el origen de los impuestos. Y su derivación del contrato social explicitado en la subordinación de los ciudadanos al poder de Imperio del Estado, que debería proveer los bienes públicos. En rigor, el origen de los impuestos está ligado directamente al control de un territorio por una fuerza imperial, en donde, desde el origen de las conquistas territoriales, los impuestos los pagan los vencidos. Antropológicamente está demostrado que los Estados imperiales antiguos emitieron moneda para que los pueblos conquistados pudieran pagar sus impuestos, es decir que también es falso lo que se enseña en las cátedras de Economía sobre el origen del dinero, éste no estuvo asociado a las molestias que causaba el trueque, sino que tiene origen fiscal.
Entrando en la actualidad lo esencial no ha variado: los impuestos los siguen pagando los vencidos. Y para saber quiénes son los sectores sociales vencidos y vencedores sólo basta observar la estructura impositiva. Si está basada en impuestos al consumo y no discrimina por grados de riqueza, los vencidos son los sectores más postergados de la sociedad ya que pagan por todo lo que consumen. Si el sistema es progresivo, los sectores a los cuales se les torció el brazo para pagar son los pudientes.
Para cobrar los impuestos, ya sea a los ricos o a los pobres, siempre hay que tener un sistema sancionatorio: es claro que a nadie le gusta pagar, justamente porque se siente que perdió. Suenan ridículas las pretensiones de que se paguen los impuestos alegremente, con “cultura tributaria”, puesto que el que paga lo hace por el nivel de riesgo que corre y no porque le remuerda la conciencia.
Los que no pasan los 1000 pesos promedio de ingresos (el 80 por ciento de la población) destinan al consumo todo lo que reciben. Es decir que pagan un 25 por ciento (IVA más Ingresos Brutos) sólo en impuestos al consumo. De cada 1000 pesos lo realmente consumido es 750.
El sistema tributario argentino se transformó, en especial después de los ‘90, en uno de los más regresivos del mundo, en donde los impuestos al consumo llegaron a representar más del 70 por ciento de la recaudación total. El Impuesto al Valor Agregado fue la estrella de ese esquema pasando de un 13 por ciento en 1989 al 21 por ciento actual.
El agravante que tiene este esquema es que el “evasor” no es el ciudadano vencido que si no paga no come, sino las empresas que venden y recaudan el 21 por ciento de cada 100, debiendo luego entregarlo al fisco. Se hace difícil con un alícuota tan alta no tener tentaciones de quedarse con algo, o si no hay riesgo, todo. Los países desarrollados tienen una estructura exactamente inversa.
En este marco, toda reducción del IVA es un beneficio directo al 80 por ciento de la población –siempre que los precios al mostrador se reduzcan en la misma proporción–. Esa medida es equivalente a un masivo aumento de ingresos. Si cada punto del IVA representa alrededor de 1300 millones de pesos, y éstos se reflejan en los ingresos, es decir que el 80 por ciento dispone para gastar ese monto, por la reducción de tres puntos se inyectaría al consumo casi 4000 millones de pesos anuales. Con un multiplicador keynesiano de 3 como mínimo se inyecta al consumo 12.000 millones, que devengan nuevamente IVA (18 por ciento) e ingresos brutos por 3,5 por ciento. Es decir que se vuelve a recaudar 2500 millones, siendo el costo fiscal de la medida solamente de 1500 millones.
En este caso lo esencial es que se produzca la rebaja en el mostrador o en la góndola del supermercado.
Para lograrlo no hay más que citar a los grandes contribuyentes nacionales de la AFIP y “acordar” el sistema de contralor sobre la baja de precios que produce la alícuota del 18 por ciento. La AFIP tiene los instrumentos y el personal para instalar una unidad operativa en cada conglomeradoeconómico que supervise el acuerdo. Debemos recordar que si no bajan los precios, aumenta la tasa de ganancia y en consecuencia deben pagar el 30 por ciento sobre lo que no bajaron.
En síntesis, sería bueno comenzar a hacer más progresivo el IVA, no sólo bajando la alícuota general sino diferenciando bienes de primera necesidad y suntuarios, gravando éstos con alícuotas mayores. Desde que se inventó el código de barras para identificar los productos, no hay justificativo técnico para decir que no se puede aplicar alícuotas diferenciales.
* Economista del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos.