ASALARIADOS, CUENTAPROPISTAS, DESEMPLEADOS Y CARTONEROS
Distintas caras del trabajo
El empleo asalariado dejó de ser la única expresión del trabajo. Hoy éste se manifiesta en diversas formas. Esas transformaciones configuraron un nuevo mercado laboral.
Por Veronica Gago
El trabajo frente al espejo. Continuidades y rupturas en los procesos de construcción identitaria de los trabajadores (Prometeo, 2004) es una compilación a cargo de Osvaldo Battistini, profesor de la Universidad de Buenos Aires, que, como en un álbum de fotos, va recorriendo las distintas imágenes del trabajo actual. Battistini dialogó con Cash para analizar los cambios en el mercado de trabajo y su relación con los actuales conflictos laborales.
Usted sostiene que el espacio del trabajo ya no se sitúa fundamentalmente en la fábrica sino que pasó a ocupar el barrio y la calle. ¿Cuáles son las características de ese desplazamiento en la Argentina?
–El trabajo no ocupa sólo el espacio privilegiado de la empresa o del empleo asalariado. Ya no es el empleado asalariado, de tiempo completo, el protagonista por antonomasia de la expresión del trabajo. Hoy, ese trabajador coexiste con otros. En los relatos de vida de muchos trabajadores desempleados nos encontramos con que su vida diaria está repleta de distintas actividades que representan trabajo en su más alta expresión. En los barrios están quienes decidieron no quedarse con los brazos cruzados esperando la “salvación” de un cambio económico, y unieron fuerzas para encarar emprendimientos productivos, para tejer redes con otros sectores sociales. En definitiva, para organizarse y recuperar desde nuevos espacios de trabajo su dignidad.
¿A qué tipo de trabajo callejero se refiere?
–Los vendedores ambulantes, feriantes, artesanos, que se ganan la vida con algún “rebusque”. Otros inventaron novedosas formas de obtener aunque más no sea una moneda por cada auto que estaciona en un semáforo: artistas callejeros o limpiavidrios. Hay también una nueva figura de trabajadores: los “cartoneros”, quienes muestran con toda crudeza el esfuerzo que implica el trabajo. Por otro lado, muchos de ellos, en el barrio, en las calles o en las rutas se constituyeron también en la expresión de un conflicto que había intentado ser apagado a partir de la política neoliberal. Y ese conflicto tuvo entre sus banderas al “trabajo”. Habiendo sido condenados al ostracismo del “no trabajo” y suponiéndose que por su sola existencia garantizarían el disciplinamiento de quienes estaban empleados, desde las calles, invirtieron el discurso y volvieron a mostrarse como trabajadores.
¿Cómo analiza el estallido de los recientes conflictos laborales (telefónicos, subtes, trenes) que pusieron la cuestión sindical en el centro de la escena?
–Es muy interesante la reaparición de conflictos protagonizados por los trabajadores asalariados. Esto por lo que significa que sean los trabajadores más calificados los que encabecen esta nueva etapa por la recuperación de las organizaciones obreras como espacios de reivindicación. Y por la forma que se entrelazan estos conflictos con hechos recientes de nuestra historia. Lo que ha sucedido con los trabajadores telefónicos y los de subterráneos constituye un sano y lógico producto de las transformaciones que vivió el país desde 2001.
¿Por qué se muestra a estos conflictos como opuestos a los reclamos de los desocupados?
–Por supuesto que esto puede ser utilizado por ciertos medios de comunicación, por algunos dirigentes políticos, o inclusive por algunos intelectuales, para afirmar que se trata de un cambio de signo de la conflictividad, que los trabajadores ocupados reemplazarán a los desocupados, que se trata de reclamos más genuinos. En algunos casos, ciertas posiciones más intelectualizadas dirán que se trata de la verdadera expresión de la lucha capital-trabajo. En todos los casos, se tratará de aportar al enfrentamiento entre los trabajadores, como si éstos fueran verdaderos trabajadores y los desempleados no lo fueran. Yo creo que se trata de la misma lucha, de dos caras de la misma relación. No se puede interpretar lo que les sucede a los trabajadores asalariados sin observar la realidad que se genera, material y simbólicamente, a partir del aumento de la desocupación, la pobreza, la indigencia y que actúa como elemento fuertemente disciplinador de los que tienen la posibilidad de acceder a un empleo.